El 30 de setiembre de 1983, en los estertores de la dictadura militar, The Washington Post publicaba un extraño título que traducido diría algo así: “Operador muere en accidente en reactor de investigación atómica argentino”.

El incidente puede rastrearse fácilmente en nuestros días a través de internet, de hecho el Washington Post tiene digitalizado el artículo, del que aquí exhibimos un facsímil.

La noticia fue recogida por The Washington Post una semana después del accidente. Imagen: Captura
La noticia fue recogida por The Washington Post una semana después del accidente. Imagen: Captura

Pero por aquellos días, con una poderosa maquinaria de censura y control en funciones, la noticia fue celosamente ocultada por los funcionarios militares que presidían la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y por la dictadura que, secretamente informó a Francia y a los Estados Unidos a las pocas horas de sucedido el episodio.

Eran los últimos días de la dictadura y faltaba poco para las elecciones generales del 30 de octubre que restaurarían la democracia, con Raúl Alfonsín como presidente electo. Ni antes, ni durante, ni después, ya en democracia, se informó a la población. Mucho menos a los vecinos que vivían en las cercanías del Centro Atómico.

El accidente

El técnico electromecánico Osvaldo Rogulich fue el único protagonista  y la única víctima mortal de una "excursión de potencia" ocurrida en el reactor nuclear RA-2 del Centro Atómico Constituyentes. Cuando Rogulich fue bañado por un intenso flash azul que lo encegueció, supo que no tendría salvación.

La credencial de Osvaldo Rogulich, único fallecido en la historia del desarrollo nuclear Argentino. Imagen: lapoliticambiental.com.ar
La credencial de Osvaldo Rogulich, único fallecido en la historia del desarrollo nuclear Argentino. Imagen: lapoliticambiental.com.ar

La exposición duró mucho menos que un segundo y el operador no sintió ningún dolor, pero había recibido una dosis radiactiva tan grande que lo convirtió en la primera víctima fatal en la historia del desarrollo nuclear argentino.

El evento en el RA-2 sucedió el viernes 23 de septiembre de 1983 pasadas las 16 y desde entonces figura en la bibliografía atómica mundial como el primer accidente nuclear de Sudamérica. En 1987, en Goiânia (Brasil), se produciría el segundo.

El evento fue categorizado como “Grado 4” en la Escala Internacional de Accidentes Nucleares, lo que significa que la radiactividad liberada proveniente del uranio enriquecido no habría contaminado medio ambiente ni a la población civil que vivía a pocos metros del lugar. 
El máximo de esta escala es 7, grado con el que han sido calificados Chernobyl y Fukushima.

La información secreta

Los informes secretos señalaban que había acontecido "un incremento accidental de reacciones nucleares en cadena de uranio enriquecido", dentro del RA-2, un reactor experimental de investigación construido en 1965 dentro del Centro Atómico Constituyentes, ubicado aún a pocos metros del predio en dónde funcionó Tecnópolis. 

Todo el entorno es una zona muy densamente poblado, a muy pocos metros de la Ciudad de Buenos Aires y los populosos barrios de Villa Pueyrredón y Villa Martelli.

La crónica del periodista Milton R. Benjamin, autor del aludido artículo del Washington Post, describía del siguiente modo el episodio: "En un milisegundo comenzó el tipo de reacción de fisión que ocurre al inicio de una explosión nuclear, pero solo generó la fuerza explosiva de aproximadamente 5 libras (2,5 kilos) de TNT antes de detenerse".

Y agregaba: "Si bien la Argentina no ha anunciado públicamente el accidente, la Agencia Internacional de Energía Atómica dijo ayer que había sido informada de que no se había emitido radiación desde la instalación. Sin embargo, las fuentes dijeron que el operador del reactor sufrió una dosis de radiación masiva en una escala como la experimentada por las víctimas en Hiroshima y que murió dos días después del accidente".

Viernes fatídico

Todo indica que, a último momento se habría solicitado un cambio de configuración del núcleo del reactor y Rogulich, que no tenía autorización para proceder solo pero confiaba en sus muchos años de experiencia, decidió hacerla solo.

"A las 16.10 del 23 de septiembre de 1983 se produjo un accidente de criticidad inmediata, cuando el operador intentó realizar cambios centrales sin drenar el agua del moderador", consignó la Comisión de Regulación Nuclear con sede en Washington, el 7 de octubre de aquel año.

Seis días después de la publicación del artículo, la Comisión de Regulación Nuclear de los Estados Unidos redactaba un informe preliminar. Y ocho meses más tarde lo completó con la información adicional que le envió la Comisión de Energía Atómica de la Argentina. Según concluyeron, el accidente se produjo por errores en la secuencia de la operación.

Facísmil del reporte de la Comisión Reguladora Nuclear de Estados Unidos. Imagen: Infobae
Facísmil del reporte de la Comisión Reguladora Nuclear de Estados Unidos. Imagen: Infobae

Según aquel informe: “El operador, que era la única persona presente en el confinamiento, resultó fatalmente expuesto; otras personas que se encontraban en la sala de control y otros locales adyacentes estuvieron expuestas, pero en un grado mucho menor”.

En definitiva, se trató de un error humano y un accidente muy pequeño, ya que la instalación no tenía la potencia que representase un peligro en la población civil, pero fatal para el operador que cometió la violación a las normas de seguridad.

Una comisión especial reunida para investigar el episodio "identificó errores en la instalación y en los procedimientos, así como en la forma que se hizo la aprobación y supervisión del experimento”.

Radiación en números

Rogulich recibió 2000 rad de radiación y 1.700 rad de neutrones, una dosis ionizante letal, imposible de revertir. También se constató que ninguna de las personas que estaban en las instalaciones portaba dosímetro, y la radiación recibida debió ser estimada por métodos indirectos.

A los treinta minutos de la irradiación Rogulich experimentó dolor de cabeza, vómitos y diarrea. Entre las 2 y las 26 horas siguientes del accidente "se observó la fase de latencia, sin manifestaciones clínicas generales", describieron en una análisis del accidente los científicos Dorval, Lestani y Márquez del Instituto Balseiro en un artículo del 2004.

Transcurridas 28 horas del episodio, Rogulich pasó de la fase de latencia a la aguda, y comenzó nuevamente con los vómitos. Durante las siguientes 6 horas experimentó ansiedad y exaltación, aunque seguía lúcido. 

Luego comenzó el Síndrome Neurológico, síntoma de las lesiones vasculares provocadas por la radiactividad. Tuvo convulsiones, sufrió tres paros cardíacos y finalmente murió, producto de la Enfermedad Aguda de la Radiación, exactamente a las 48 horas y 25 minutos del accidente nuclear en el RA-2.

Otros ocho empleados que se encontraban en las cercanías del reactor al momento del accidente se contaminaron con radiación pero en dosis mínimas que nos les afectó la salud, de acuerdo con la dosimetría y los seguimientos posteriores.

La comisión investigadora que hizo el informe estableció que el RA-2 no debía seguir funcionando. El reactor fue desmantelado al año siguiente y recién en 2007 trasladaron sus piezas a Estados Unidos.

Los restos de Osvaldo Rogulich descansan en el cementerio de Lomas de Zamora.