El gran mito argentino, ¿es un mito?
En la catarata inagotable de virtudes que tiene la Argentina, hay una frase de perfil sociológico que se repite como un mantra para diferenciarnos del resto: movilidad social ascendente, esa posibilidad de superar las condiciones sociales y económicas en las que nacimos. ¿Mito? ¿Qué tarea cumplen las universidades? Datos para entender a Argentina y a la educación superior.
Si la Movilidad Social Ascendente se determina por la posibilidad que poseen las nuevas generaciones de superar las condiciones estructurales de sus antecesores, hay un dato objetivo que puede hablar de ello y el por qué las universidades públicas son el actor fundamental para que eso ocurra:
- El 68% de los actuales estudiantes universitarios del país que concurre a universidades públicas tienen madres/padres sin estudios universitarios.
Ese porcentaje, que explica en gran parte a este país y lo diferencia de prácticamente todas las naciones de la región, aumenta considerablemente en las universidades ubicadas en sectores empobrecidos o marginales:
- En la UNPAZ, la Universidad Nacional de José C. Paz, en el conurbano bonaerense, creada en 2009, ese porcentaje asciende al 86%. En la Universidad Nacional Arturo Jauretche, en Florencio Varela, fundada en 2010, es del 86%, al igual que en la Universidad Nacional del Oeste, en San Antonio de Padua.
A diferencia de éstas, las universidades más antiguas y tradicionales muestran la cara contraria. Que, no obstante, sigue siendo auspiciosa:
- En la UBA, los/as estudiantes de padres/madres sin estudios terciarios es del 61%. En la Universidad de La Pata, del 57% mientras que en la UNC, el porcentaje es del 55%.
Estos datos oficiales van de la mano con lo que demuestran los censos nacionales de los últimos 50 años: la cantidad de graduados en las universidad púbicas de Argentina ha crecido de manera considerable.
En 1970, tan sólo el 2% de la población argentina era graduada universitaria. 10 años después, para el Censo de 1980, el porcentaje se había duplicado: 4%.
En 1991, llegó al 7%. Tras la década del ‘90, con todo lo que supuso en retroceso de derechos y empobrecimiento de la población, el Censo de 2001 determinó que en 10 años, la población con título universitario había llegado al 11%.
En 2010, el 14% de los habitantes de este país poseían título universitario de universidades públicas. Y el último Censo de 2021 estableció que el 18%, casi un quinto de los habitantes de Argentina, tiene título universitario.
El primer dato acerca de la cantidad de estudiantes universitarios sin antecedes familiares con estudios de grado como este segundo, que determina el crecimiento importantísimo de los que se graduaron, confirma: la movilidad social ascendente en Argentina no es un mito y depende, en gran parte, del acceso a la universidad pública, que sólo puede ser garantizada por el correcto financiamiento del Estado nacional.
Estos datos se fortalecen aún más cuando se tiene en cuenta al colectivo amplísimo de personas que ingresan a una universidad y no llegan a graduarse. Esto, que suele verse como un fracaso -la no obtención del título-, oculta los efectos positivos: el solo paso por una casa de altos estudios amplia el universo cultural y social de quien haya transitado por allí y, fundamentalmente, mejora las condiciones laborales de esas personas. La comprobación estadística -mejores sueldos en personas con estudios de grado incompleto que en personas con secundario completo- lo ratifica.
En relación a esto, último Censo también estableció que en Argentina, el corpus de quienes tienen estudios universitarios -completos e incompletos-, orilla el 30%: 28,5% para los varones y 29,5% para las mujeres. En nuestra provincia, cuna de la Universidad más antigua del país, los varones van en línea con el promedio nacional: el 28% tiene estudios universitarios completos o incompletos. Pero hay un dato llamativo para Córdoba: las mujeres en esa condición llegan al 37%.