Dengue y Zika son dos enfermedades que se expanden en América y en el mundo y no se conocen tratamientos contra los virus que las provocan. En particular, en 2024, el avance del dengue ha sido dramático en nuestro continente. 
La Organización Panamericana de la Salud reporta que ya se registraron 9.360.223 nuevos casos de dengue y 4.518 muertes por causa directa de la enfermedad.

El mismo género de mosquitos, el Aedes, transmite también otra infección que impacta en la región: el Zika, que se detectó por primera vez en el continente americano en 2015 y se expandió a 52 países. En 2016 la Organización Mundial de la Salud tuvo que declarar la emergencia de salud pública de importancia internacional por el Zika, como también lo hizo en 2020 con el COVID-19.

El cambio climático, con sus cambios generales en las condiciones meteorológicas, y los aumentos de temperaturas promedios del planeta favorecen la expansión geográfica de las poblaciones de mosquitos cada vez más al sur y al norte del planeta. Estas han dejado de ser enfermedades de los trópicos.

Por eso es un campo de activo desarrollo de la ciencia y algunas puertas parecen empezar a abrirse. Acaba de publicarse un trabajo realizado por investigadores del CONICET, del Centro de Investigaciones en Bionanociencias (CIBION) y el Laboratorio de Estrategias Antivirales del Instituto de Química Biológica (IQUIBICEN) en la ciudad de Buenos Aires, del que colaboró la empresa Meton AI de los Estados Unidos. Fue publicado en la revista European Journal of Medicinal Chemistry.

Los investigadores detallan en ese trabajo que dentro del universo de moléculas testeadas, llegaron a una molécula de diseño, un compuesto bautizado por ahora “16a” que podría llegar a combatir tanto al virus del dengue como el Zika.

Cómo se hizo el estudio

La directora del trabajo es la Dra. Bollini, que regresó a la Argentina en 2013 después de un postdoctorado en la Universidad de Yale, Estados Unidos, y comenzó a formar un grupo enfocado en la búsqueda de tratamientos para enfermedades infecciosas de relevancia regional.

El proceso es muy largo, complejo y, a veces, desalentador. Las moléculas candidatas deben pasar muchos filtros. Primero el más obvio: ser efectivas contra el virus, sin ser dañinas para el organismo que las recibe. Pero, superada esa barrera, la molécula tiene que tener una tasa de efectividad alta, debe ser segura, debe desaparecer sin efectos secundarios y debe estar “biodisponible”. Es decir, en las condiciones de uso, debe ponerse en contacto con el virus de en un ambiente en que pueda ejercer su efecto.

El trabajo  se desarrolla utilizando métodos computacionales avanzados que permiten identificar moléculas adecuadas, candidatas. Entre ellas se seleccionan aquellas que pueden sintetizarse y que tienen vías de síntesis que permiten escalar su producción.

El potencial tratamiento

Los investigadores llegaron a identificar al compuesto 16a, que es una nueva entidad química escalable a procesos industriales que demuestra una excelente actividad contra los dos virus mencionados.

Determinaron también el mecanismo de acción del compuesto 16a: inhibe la entrada del virus a la célula, específicamente en la etapa de fusión. Además, estudiaron la biodisponibilidad del compuesto y sus propiedades farmacocinéticas in vitro y confirmaron su potencial para continuar con estudios preclínicos.

Un ejemplo más de la significación del desarrollo de equipos científicos locales.