Primero unas vecinas vieron emerger desde el suelo una fina varilla de hierro y se quedaron sorprendidas por esta especie de surgimiento milagroso. Pero minutos después, cerca de las 20 horas, un repartidor que tenía que entregar café escuchó un ruido debajo del chapón de su camioneta. Estaba estacionado en la puerta de una sucursal del Banco Macro.

Como el sonido era un repique insistente, corrió unos metros la camioneta y su sorpresa fue mayúscula cuando descubrió una varilla de hierro que subía y bajaba entre dos adoquines de la calle. 
Vaya a saber que lo impulsó a tratar de sujetarla, pero le tiró el manotazo solo para comprobar que ni con todas sus fuerzas podía retenerla. Después del forcejeo, la varilla desapareció dejando una pequeñísima marca.

Desconcertado, denunció la situación. Y así se impidió un robo probablemente monumental, de película, porque unos metros más abajo se “cocinaba” un túnel de espectaculares características. Sin exageraciones, “de película”. Una versión muy mejorada de aquel robo del siglo, en el banco de Acassuso, que conocimos en detalle por una película de Netflix.

Con más olfato que el repartidor, policías, bomberos y rescatistas se pusieron en el acto a cavar donde quedó la cicatriz, sin denuedo ni vacilaciones. Como a tres metros del nivel del suelo descubrieron un túnel de 220 metros de largo y casi 3,60 de profundidad.
El propósito evidente era ingresar al menos en la sucursal San Isidro del Banco Macro. En la vecindad hay una segunda sucursal y se especula con que quisiesen ingresar a las dos.

Los investigadores creen que los delincuentes pretendían entrar en la zona de las cajas de seguridad. Y lo que más lamentarán aquellos que, vaya a saber por que mecanismo, tienden a identificarse con el boquetero más que con el banco: los especialistas estiman que el plan criminal se iba a terminar de ejecutar el fin de semana próximo. Los “inversores” del proyecto se quieren matar.

Si, seguro que hubo inversores porque el proyecto exigió una carretillada de dinero.

El túnel comenzaba en un galpón tipo depósito situado en Chacabuco al 500 y ya estaba a la altura de la puerta de la sucursal bancaria, en Chacabuco 444. Doscientos metros de planificada excavación; por lo menos un año cavando el túnel, el acarreo y descarte el suelo; el apuntalamiento de la obra, la ventilación, alfombrado, iluminación y decenas de detalles de planificación y ejecución.

Los detectives policiales y judiciales que trabajan en la investigación buscaban cámaras de seguridad en las casas y comercios cercanos del depósito para obtener filmaciones que permitan identificar las personas y los vehículos que entraban en el galpón, que se deben haber dado a la fuga tan pronto el repartidor quiso quedarse con la varilla.

A todo esto, la varilla “emergente” sin duda fue un error de cálculo. Probablemente se usaba para dejar marcas de la dirección del túnel que pudiesen rastrearse desde la calle, pero claro, se supone que tenía que quedar a ras de piso. Se les fue la varilla y con ella el sueño de, en algunos años, ser estrellas de cine.