Salarios bajos y despidos provocan desequilibrios
Ya comienza a evidenciarse la manera en que impacta la conflictividad social, derivada de los bajos sueldos y la pérdida de trabajo, en la salud mental de los argentinos.
En la actualidad, muchos argentinos están atravesando situaciones de inestabilidad laboral, con salarios que no alcanzan a cubrir la canasta básica o –peor aún– siendo protagonistas de un despido, que los arroja abruptamente a tratar de reinsertarse en un mercado laboral precarizado e incierto.
En un artículo publicado este domingo por SomosTélam, se consultó sobre el tema a especialistas que describieron que “si la fuente de trabajo comienza a ser amenazada, se transforma en un motivo de desestabilización emocional paulatino" señala la psicóloga Alicia Rotela.
La ola de despidos en la administración pública nacional, la creciente conflictividad social y la precarización del empleo en general representan un combo de situaciones adversas que impactan directamente en la salud mental de los trabajadores argentinos, ya acostumbrados a experimentar crisis económicas recurrentes que los ponen contra las cuerdas de la vida cotidiana.
“Perder el trabajo en el contexto social, político y económico de extrema gravedad que estamos viviendo, genera angustia y pérdida de un horizonte; y ya no estamos hablando de una situación individual sino social” señaló Mariana Pacheco, psicóloga (UBA) y titular de la Cooperativa Apalabrar de atención Integral de Salud Mental.
“Considerando la salud mental desde una perspectiva integral, los pilares fundamentales de una persona son el trabajo, la educación, la vivienda y la salud. Por lo tanto, si la fuente de trabajo comienza a ser amenazada, se transforma en un motivo de desestabilización emocional paulatino, a partir de la sensación que produce la inestabilidad diaria, pero al menos permite ‘tiempos’ poder representar la situación”, agrega Alicia Rotela, presidenta de la Asociación de Psicólogas y Psicólogos de Buenos Aires (APBA).
En el caso de la irrupción sorpresiva del despido, “las emociones de derrumbe son inmediatas, porque no hay lugar temporal a ningún proceso de pensamiento prospectivo que le posibilite a las y los trabajadores tramitar la angustia”, según explica Rotela.
Para Mariana Pacheco, psicóloga (UBA) y titular de la Cooperativa Apalabrar de Atención Integral de Salud Mental, “el trabajo es un organizador psíquico, o sea es fundamental para la estabilidad psíquica, más en este contexto de incertidumbre constante y sensación de pérdida constante”, por lo que “perder el trabajo en un contexto social, político y economía de extrema gravedad que estamos viviendo como sociedad, genera angustia, miedos, pérdida de un horizonte más o menos claro de nuestras vidas; ya no estamos hablando de una situación individual sino social”.
Mientras tanto, desde la Red de Psicólogas/os Feministas, la licenciada Paola Ortiz aporta: “Las situaciones de inestabilidad laboral atentan contra la subjetividad de las personas, cuando se hacen evidentes por lógicas políticas o estatales, y funcionan como una amenaza directa a sus condiciones de vida”.
“Un trabajo es más que un ingreso económico, es un lugar en el mundo en donde nos construimos subjetivamente dentro de un entramado con otres, que nos brinda identidad, que nos define en tanto ser”, reflexiona la especialista.
Para Ortiz, “la posibilidad de ser despedidos, no solo implica la pérdida de una remuneración económica, subjetivamente implica otro tipo de valor, el valor que tengo para el otro. Estar en la primera línea de amenaza del despido, puede ponernos en un lugar de vulnerabilidad, de no tener valor suficiente, el otro puede perderme, porque no valgo tanto y esto puede dejarnos solxs”.
Perder el trabajo fragiliza, mata y deja morir
“La amenaza de la pérdida de trabajo fragiliza y mata y deja morir”. Con esas palabras se refirió en sus redes sociales la psicóloga Débora Tajer –profesora titular de Salud Pública y Estudios de Género de la Facultad de Psicología de la UBA– a un trágico hecho que sucedió días pasados: la decisión de una trabajadora de la salud de quitarse la vida, ante el temor de perder su trabajo.
Ana Clara, que era psicóloga y trabajaba en el Ministerio de Salud de la Nación desde hacía 17 años, sufría un cuadro de depresión y decidió quitarse la vida. Su madre escribió una carta que fue compartida por colegas y compañeras de la trabajadora en redes sociales, para dar a conocer cuánto la afectó la situación laboral que atraviesan actualmente miles de trabajadores del Estado.
“Su psiquiatra de cabecera dijo claramente que dentro de un cuadro depresivo hubo un detonante y fue el temor a perder el trabajo como contratada del ministerio de Salud de la Nación con 17 años de antigüedad”, escribió la mamá de Ana Clara.
Sobre su hija, relató: “Ella era psicóloga. Empezó a sentir la obsesión de la pérdida laboral, la indefensión que eso le provocaría y la carga que representaría para los padres. Sintió que la red solidaria de la sociedad se había roto y que ya no la contenía. Por eso repito que se cayó por uno de esos agujeros. También siento la necesidad de decir que no solo habrá más agujeros sino que hay muchos seres anónimos que cayeron y caerán”.
Las consultas de quienes se quedan sin trabajo
La ola de despidos en el Estado, la amenaza de que se replique en otros ámbitos laborales y la situación socio-económica hace que el tema se traslade directamente a las consultas psicológicas en las terapias y los consultorios.
“Hoy las consultas, admisiones y tratamientos iniciados han modificado el eje. Un 90 por ciento de ellas están focalizadas en la situación económica y laboral”, precisa la titular de APBA en diálogo con Somos Télam.
“El trabajo es un organizador psíquico” señala la psicóloga Mariana Pacheco.
Para la especialista, “la angustia de familias, asistencia a niñes, adolescentes y adultos, se focaliza en la imposibilidad de dar continuidad a problemáticas que se venían tratando para pasar al padecimiento de los efectos que se presentan en relación de lo inmediato”.
Como ejemplo pone “el caso de parejas, ambas despedidas o uno de ellos despedido, lo que modifica la dinámica familiar porque todo depende si los hijos e hijas podrán continuar sus colegios privados, si se podrá pagar el alquiler, la prepaga o si recurro al hospital público, si se podrá comprar los medicamentos” y advierte: “Hay un gran desacomodamiento atravesado por la gran angustia de la incertidumbre”.
Pacheco –de la cooperativa Apalabrar- también cuenta que estos temas “están apareciendo con mucha más frecuencia en el consultorio”.
“En los últimos días, atendí a una paciente que recientemente fue despedida de su trabajo -en el ámbito privado, porque los despidos no se dan solamente en el ámbito público- y tomó la decisión de empezar terapia. Las preguntas son: cómo salir de ese círculo, no tengo trabajo, no puedo pagar terapia, si no hago terapia no me siento bien para seguir buscando”, relata.
La posibilidad de ser despedida/o es tema central en las terapias
La licenciada Ortiz coincide: “Durante los últimos meses la cantidad de síntomas de desborde en salud mental se han incrementado” y cuenta que se registran “consultas principalmente por ansiedad y depresión, en un contexto post pandemia que ha fragmentado los lazos sociales, las condiciones laborales, de vida y el crecimiento de la pobreza”.
“Se acrecientan los sentimientos de culpa, de angustia o desesperación. Llegan al consultorio en soledad, con baja autoestima, preguntándose cómo adaptarse a una realidad que abruma y brinda poca respuesta certera de alivio. Llegan sobrecargados, con deudas, tristezas y angustia”, detalla con preocupación.
Herramientas para enfrentar la situación
La Asociación de Psicólogos y Psicólogas de Buenos Aires viene trabajado desde el 2021 en asistencia a distintos sindicatos, en el marco de un dispositivo que implementaron durante la pandemia de coronavirus. Actualmente, ante la situación socio- económica, se encuentran llevando adelante talleres de encuentros con trabajadores y cuerpos de delegados.
“Nos volvemos a enfrentar con lo irruptivo y doloroso, a partir de las políticas de exterminio de la fuente de trabajo, por lo tanto implementamos talleres para lograr que circule la palabra, trabajar lo traumatogénico de las situaciones, poder alojar la angustia y tramitarla productivamente construyendo herramientas de soporte en forma colectiva”, explica Rotela para quien “hay un sostén subjetivo sobre lo que acontece y es claramente colectivo; no hay otra salida”.
“Trabajadores y trabajadoras deben saber que no están solos” insisten las especialistas consultadas.
La importancia de los vínculos
Desde la Red de Psicólogas/os Feministas, Ortiz plantea que “la angustia puede ser un motor para sobreponerse y pensar nuevas estrategias ante tantos ataques, pérdidas de derechos, recortes de presupuestos, ajustes e inflación”.
“Hay consuelo al encontrarse con el otre, quien este del lado de la empatía, de la lucha, quien acompañe, quien se sensibilice, quien no me deje solx, ese que hace que la puesta de valor en común sea diferente, porque valemos más que eso que parece que somos para el mercado y que en la fuerza de ese otre, juntes podremos sembrar una fuerza mayor, no la resignación”, reflexiona.
Para Pacheco, “es una situación que no hay que afrontar de manera individual ni en soledad. En estas situaciones suelen dispararse pensamientos negativos o fantasías de subestimación, de culpa, de reproches, por haber hecho esto o aquello. Este momento social tiene una característica que es que les trabajadores saben que no están solos. Están acompañados por gran parte de la sociedad que va a brindar su apoyo, por los gremios”.
Qué nadie se quede aislado. Hay que hablar con nuestros afectos y si hay síntomas físicos que se suman a la angustia, si se tiene problema para dormir y esto se sostiene en un tiempo, consultar. Que nadie se quede solo ni sola porque no lo estamos”
Mariana Pacheco, psicóloga (UBA) y titular de la Cooperativa Apalabrar de Atención Integral de Salud Mental.
En ese marco, la psicóloga destaca que Argentina “tiene una fuerte tradición de lucha y resistencia. Lo fundamental es que nadie se quede sola ni sola, que recurra a redes de amistades, familiares, personas cercanas”.
Aconseja además “poner una pausa, que no quiere decir no darle la importancia que esta situación tiene. Pausa para poder pensar justamente las herramientas con las que cada persona cuenta. Somos seres singulares y cada persona sabrá cuál es la mejor manera. No existe una receta universal. Sí hay algo que nos atraviesa a todas/os: somos seres singulares y sociales”.
“Qué nadie se quede aislado. Hay que hablar con nuestros afectos y si hay síntomas físicos que se suman a la angustia, si se tiene problema para dormir y esto se sostiene en un tiempo, consultar. Que nadie se quede solo ni sola porque no lo estamos”, concluye la psicóloga.
Fuente: SomosTélam