A 10 años del fallecimiento de Susana Dillon, luchadora por los derechos humanos
El 22 de septiembre del 2012, la vida de una de las Madres de Plaza de Mayo llegaba a su fin. Su hija, embarazada, fue secuestrada y desaparecida. Recuperó a su nieta nacida en cautiverio y la crió.
Cada 22 de septiembre se conmemora un nuevo aniversario del fallecimiento de una luchadora por los derechos humanos en Argentina: Susana Dillon.
Tras una vida marcada por la vocación, el activismo, la literatura y la crianza, murió en la ciudad de Río Cuarto en el 2012, a los 87 años.
Hija de Frank Dillon y Cándida Courtial, su “infancia fluctuó entre la vida campesina de laburantes franceses arraigados a la tierra y unos irlandeses farristas y llenos de humor que parecían estar siempre festejando San Patricio. Mi mamá era maestra, una luchadora pragmática acostumbrada a ‘tirar del carro’ toda su vida”, contó en una entrevista a La Voz del 2009.
Vocación y docencia
Había nacido en la ciudad de Pergamino, Buenos Aires, en 1925 y luego se trasladaría a Rosario hasta 1963 cuando decidió radicarse en Río Cuarto.
Se desempeñó como maestra rural, fundando la escuela Las Lonjas en la localidad cordobesa de General Baldissera y como directora de la escuela Avellaneda y Bartolomé Mitre, en Río Cuarto. También ocupó la dirección en establecimientos de Berrotarán y Gigena.
Esa labor le dio origen a sus primeros textos: La hora de la sabandija (1993), Encantos y espantos de la Trapalanda (con E. Durán, 1995), Las huacas del silencio (con E. Durán 1995), Fábulas cimarronas (1996), Los viejos cuentos de la Tía Maggie (1997), Los saberes del aula (con M. A. Gutiérrez), Ranquelito (manual para cuarto grado “recomendado” en el sur cordobés) Huellas de ranqueles, Educando en derechos humanos (1999), Rastros de comechingones y Se vienen los pampas (2006), entre otros.
“En realidad, más que escritora soy una narradora oral, eso lo tengo incorporado por años de docencia, pasión que me llevó a fundar una escuela en el medio de Campo Las Lonjas, donde vivía con mi marido; le pedí un pedazo de tierra y armé con los chacareros del lugar (General Baldissera), con cinco pizarrones, aulas para todos los ‘boyeritos’, me traían de regalo pichones de lechuza. Se quedaban mudos cuando les leía cuentos y, vuelto a verlos (todos con cabezas blancas), con mucha emoción, me confesaron que aún hoy son fervientes lectores. !Eso me pone como el cielo refulgente!”, había relatado.
La pérdida de su hija y el reencuentro con su nieta
Rita Ales, su única hija, embarazada, y su yerno, Gerardo Espíndola fueron secuestrados en el centro clandestino de detención La Perla y desaparecidos, durante la última dictadura militar argentina.
En esa entrevista recordó: “Mi hija Rita era una chica criada en el campo, con todas las posibilidades de tener una vida holgada. Sin embargo, quiso estudiar para asistente social y me contaba que haciendo los prácticos en la villas fue tomando conciencia de la realidad del país... Después, recibida a los 19 años, se va a Córdoba con su pareja, Gerardo Espíndola, comienzan a militar y a tener amigos presos. Rita deseaba más que nada en el mundo tener una hija, hizo tratamientos de todo tipo para embarazarse sin resultados, hasta que al fin siguió los consejos de un médico, que le indica radicarse en un lugar tranquilo, se vienen a vivir a Río de los Sauces y ponen una farmacia; de allí los sacan una noche, un grupo de tareas de 20 personas en cinco coches. Rita era una feliz embarazada de seis meses”.
Activa Madre de Plaza de Mayo, reconocida y apreciada en su medio local y provincial, continuó abocada a las letras. Entre sus últimas obras se encuentran Mujeres reveladas (2008), La marquesa del Papa: la mujer más rica de la Argentina del siglo XX (2009) y El Virrey que huyó con el tesoro (2011).
Susana logró recuperar a su nieta, María Victoria, nacida en cautiverio en el hospital militar, a quien crió.
El 5 de marzo de 1978, a medianoche, le tocaron el timbre. Una mujer y un hombre le dejan una beba adentro de una caja con una papel que decía: “Me llamo María Victoria, soy sana, tomo leche Nan”. Era la hija de Rita recién nacida.
“Con mi nieta chiquitita, de la mano iba a las rondas de las madres los jueves y con ella seguí buscando a Rita por cielo y tierra, pero jamás supe nada”.
Un fragmento del libro Los que pintan la aldea, de Susana Chas reza: “He criado a mi nieta nacida en cautiverio. Fue mi experiencia más reconfortante, es mi alegría, mi báculo, la que me lleva ahora de la mano a cazar historias. A pesar de todo, la vida es bella, por eso la quitan y la atormentan los dictadores”.
María Victoria, alias Pepi, fue cantante de la banda Tumbamores, en Buenos Aires.
“Ella me salvó la vida y yo le salvé la vida a ella”, había dicho María Victoria tras la muerte de su abuela, en el 2012.