En la próxima década no faltará agua en la ciudad de Córdoba: esta es la obra que lo garantiza
En abril comenzó a operar una obra fundamental para asegurar que la provisión de agua potable de la Ciudad de Córdoba crezca hasta un 40%, ampliando la capacidad de recepción de la Planta Potabilizadora Los Molinos.
A pesar de las intensas campañas por el consumo responsable, no hay señales de que en las grandes ciudades se vaya a usar menos agua: la ONU advierte que para 2030 el uso del agua habrá aumentado en un 40% debido a la combinación de factores como el cambio climático, la acción humana y el crecimiento demográfico.
La falta de agua no es hoy un escenario distópico sino la realidad cotidiana de un 40% de la población mundial, en algunos casos por razones socio económicas, en otras por las limitaciones que imponen (y extienden) el clima y el calentamiento global.
La población de la ciudad de Córdoba, con sus picos de casi 300 litros por habitante y por día, está bien por encima de la media mundial, aunque muy debajo de los extremos mundiales: En USA, cada habitante consume 575 litros diarios y en el distrito federal de México hay áreas residenciales en donde se consumen hasta 567 por habitante y por día.
El consumo cordobés es muy alto pese a que las fuentes de abastecimiento de la ciudad son bien finitas. Del lado norte, la planta potabilizadora Suquía recibe desde el Dique San Roque hasta 5,5 m3 por segundo y abastece un 70% de la demanda. En el sur de la ciudad, la planta potabilizadora Los Molinos puede potabilizar hoy hasta 2 m3 por segundo.
O sea, en los momentos de máximo abastecimiento, la Ciudad de Córdoba cuenta con 7,5 m3 por segundo. También puede calcularse de otra forma: dado que el día tiene 86.400 segundos, los 7,5 m3 representan 648.000 m3 por día, que divididos entre los 1.655.481 habitantes censados hace muy poquito, indican que cada habitante de la ciudad dispone de un máximo de 391 litros de agua por día.
Deberíamos poder explicar porqué suenan las alarmas y comienzan los problemas cuando los consumos diarios están en 300 litros por persona.
La explicación es relativamente sencilla. Estarían disponibles los 391 suponiendo que nada del agua se pierde, cosa que, a pesar de toda la tecnología puesta al servicio del control de fugas, es imposible. Especialmente si la red de distribución depende todavía de infraestructura muy vieja, como es el caso de la nuestra ciudad. De hecho, acabamos de sufrir una de sus consecuencias prácticas con la rotura en la Avenida Monseñor Pablo Cabrera.
Cara y cruz de esta realidad: cuando Aguas Cordobesas asumió la concesión, le entregaron una red de distribución de 2500 km de cañerías. En 2022 recorren subterráneamente la ciudad 4700 km de caños y tuberías (sí: ¡suficientes caños para unir La Quiaca con Ushuaia duermen bajo nuestros pies!), un 88% más que hace 25 años. Pero en esa red mucho más extensa, conviven aún muchos de los 2500 km originales, con desgaste y fracturas acumuladas de años. La información proviene en este caso del dossier que preparó Aguas Cordobesas para reseñar los 25 años de servicios y puede encontrarse adjunto en este artículo.
Lo cierto es que sin cambiar los hábitos de consumo (tarea que recibe empeños y éxitos diversos), el crecimiento de la población reducirá la disponibilidad de agua por habitante, de forma estricta e inversamente proporcional: por cada nuevo habitante, menos litros para cada uno de los que ya estaban.
A menos que se consiga más agua
Esta es la solución que desarrolló el gobierno provincial: construir infraestructura para captar más agua para la ciudad. La obra se concluyó en pandemia pero recién en abril de este año la Municipalidad de la ciudad de Córdoba otorgó la operación y mantenimiento del nuevo Acueducto Los Molinos Córdoba a Aguas Cordobesas.
El dique San Roque no está en condiciones de abastecer más agua que los 5,5 m3 que entrega hoy. Pero desde Los Molinos, podrían hacerse ingresar a la planta potabilizadora hasta 3 m3 más, llevando la capacidad hasta los 5 m3; esto es, considerando el total que ingresa hoy a la ciudad, un 40% más que la disponibilidad actual.
El problema principal aquí no era la disponibilidad de agua sino cómo transportarla, de modo seguro, confiable y minimizando las pérdidas. Ocurre que el viejo canal Los Molinos, a cielo abierto, está construido sobre un terreno inestable; tanto, que provoca permanentemente fracturas del canal y las consiguientes pérdidas de agua.
Consultado específicamente para esta nota, durante la visita que Aguas Cordobesas organizó para que la prensa conociese toda esta nueva operación, el Ingeniero Enzo Bonfanti, Jefe de Producción de la empresa, fue enfático: la racionalidad de la obra del acueducto se centra fundamentalmente en la confiabilidad del nuevo sistema, basado en un acueducto cerrado, construido sobre bases firmes, que evitará las pérdidas que tiene hoy el sistema.
Agregamos aquí que si el sistema hubiese estado en funciones el 28 de marzo de 2017, durante el vendaval que inundó la planta de Taym, nunca se hubiese producido la contaminación del canal que abastece la planta potabilizadora, sencillamente porque ese agua habría estado protegida en el acueducto. Un detalle al que se le restó trascendencia durante la visita, aún reconociendo que los 31 km de acueducto generan un abastecimiento más confiable de la calidad del agua cruda que ingresa a potabilización.
Paradoja o no, la construcción del canal comenzó mucho antes: el gobierno provincial encargó la obra a Benito Roggio e Hijos en 2014; las obras se iniciaron en el invierno del año siguiente. La paradoja sería que, de haberse concluido antes esta obra, Taym no hubiese contaminado el agua que Aguas Cordobesas recibía en Los Molinos, todas empresas del mismo holding.
Los retos de Ingeniería
El canal existente a cielo abierto, que continuará proveyendo agua de riego como hasta ahora, se construyó siguiendo la pendiente natural del terreno. Esto evitó que se gaste energía para mover agua en contra de la pendiente pero expuso el canal a los terrenos inestables y quebradizos que provocan las continuas roturas y pérdidas.
Para remediarlo y evitar las zonas inestables, el acueducto debía proyectarse remontando una cuesta importante en el primer trecho, para luego seguir hasta la planta por pendiente natural.
El volumen de agua a bombear es tan grande (3 m3 por segundo de agua bombeada implica que el bombeo moverá casi 11 mil toneladas por hora. Y además, remontará esa cantidad contra el peso de una columna de agua de un metro y medio de diámetro, que es empujada pendiente arriba durante un cuarto del recorrido, más de 7 km de columna.
La resolución son 5 poderosísimas bombas (cuatro ya instaladas y todo listo para instalar la quinta). Solo los motores, tienen unos 2 metros de alto, las turbinas del piso de abajo, otro tanto; son equipos Siemmens, fabricados en China, cada una de las cuales entrega 1200 kW de potencia. Algo así como medio millón de heladeras con freezer.
Pero, la tecnología puede resultar muy compleja, esos motores no pueden arrancar como el de una heladera, que se apaga y se prende a demanda: la potencia requerida es tal, que deben arrancar muy lentamente. De otro modo, en el instante de arranque la exigencia instantánea de electricidad sería infinita. Entonces, los motores son comandados por variadores de velocidad, que programan una “rampa” de arranque, en el que el consumo de electricidad crece progresivamente y, una vez en plena operación, se va modulando también si registra que la demanda disminuye, por ejemplo, porque ingresa menos agua al sistema.
Ahí aparecen dos problemas más: toda esa electricidad exige una línea dedicada de electricidad, que se construyó para la planta, pero, más importante aún, si se usa electricidad de baja tensión, la que llega a domicilios y fábricas, los cables requeridos exigirían calibres imposibles. La solución entonces es que toda la operación de bombeo funciona en media tensión, 13.200 Voltios, otro prodigio de la ingeniería puesta a disposición del agua para la ciudad de Córdoba.
¿Y si se corta la luz?
Tanto por cortes programados como por tareas de mantenimiento o simples e imprevisibles cortes de luz, el abastecimiento de agua continuará garantizado por el viejo canal, que seguirá entregando los 2 m3 actuales en caso de emergencia porque en el ingreso del acueducto a la planta se previó (y puede verse funcionar) un gigantesco “mezclador” de las dos corrientes: la del acueducto y la del canal.
Pero ese no es el principal problema a solucionar: en el momento en el que se corta la luz, hay unos 7,5 km de tubería de un metro y medio de ancho llenas de agua que aún no han llegado al punto más alto. Al cortarse la luz, el agua que ya había superado ese punto, sigue su curso hacia la planta potabilizadora, pero ¿Qué pasa con el resto? Si ya nada la empuja hacia arriba, claro, se vuelve para atrás.
El problema es que son millones y millones de kilos de agua, instantáneamente volviéndose furiosas contra la planta. Si nada se interpusiese en su camino, literalmente, la arrasarían con la columna de agua actuando como un ariete impactando contra la planta.
El sistema “Anti Ariete”
Por eso la planta cuenta con un ingenioso (y monumental) sistema anti ariete. Son 10 gigantescos tanques de unos 100.000 litros cada uno (según la improvisada y geométrica cuenta del cronista), elevados a unos 4 metros de altura que en su interior tienen…. aire.
Es que cuando el ariete de agua regresa contra la planta es desviado a estos tanques que se van llenando de agua, que comprime el aire en su interior hasta que la presión del peso del agua más el aire comprimido equilibran el empuje del ariete. En ese punto, el aire comprimido comienza a empujar el agua de nuevo a la cañería y se produce a lo largo de una hora un continuo ir venir del punto alto hacia los tanques y de nuevo hacia el punto alto.