Parada en medio de un salón semi vacío, entre sillas desparramadas, Teresa Cecilia Meschiati ve acercarse a una piba que la abraza: “Tina, perdón que te diga esto —la interpela la chica— pero este lugar para nosotros es hermoso. No es un lugar de horror”. 

El lugar en cuestión es La Perla, el ex centro clandestino más grande del interior del país durante la última dictadura cívico militar. Por él pasaron más de dos mil personas. Tina Meschiatti habitó ese limbo durante dos años y tres meses. Afuera quedó su bebe, Gustavo, y de su pareja, Eduardo Molinete, quien finalmente fue secuestrado y asesinado en 1977.

 Ahora, con 78 años, y otra vez en ese lugar, Tina no suelta el abrazo de esa piba que podría ser su nieta y que sigue hablando y lagrimeando: “Hoy se cumplen 10 años desde que nos reunimos acá para tener encuentros de la juventud. Para mi es un lugar maravilloso, de vida, se que para vos no, pero te quiero agradecer por tener el coraje de volver acá y hacer chistes reírte". 

Los chistes —a veces un muro de defensa y otras un puente— aparecieron en ramalazos un rato antes en ese salón de La Perla, donde Meschiati presentó, este 24 de marzo, su libro “¿Viste, cumpa? Rompimos la tranquera”, una autobiografía, el testimonio de una sobreviviente. Durante poco más de dos horas, un centenar de personas de diversas edades leyó y escuchó fragmentos del libro. Fragmentos como este: “Mis ojos me venden. No puedo impedirles que expresen lo que pienso. A veces sirvieron para telegrafiar con éxito al único hombre que amé. Por él perdí toda mi piel en la tortura y le di mi más grande prueba de amor: no lo entregué”.

—Tenía la necesidad de decir algo que no había dicho. Soy una persona que si alguien me pide algo, lo doy todo. Pero en septiembre de 1977 sabía que me iban a matar. Que estaba en la lista —contó Meschiati en una entrevista a cba24n.com.ar— Entonces uno de los compañeros me dijo: “Andá a hablar con el “Rulo” (Jorge Exequiel) Acosta y decile que querés vivir por tu hijo”.

Acosta era entonces el responsable de La Perla. Meschiati llevaba un año secuestrada. Ella y Molinete, montoneros ambos, habían militado en Buenos Aires. Un destino, si no era la muerte, podía ser otro centro clandestino de esa provincia.   

—Fui a verlo y le dije: “Mirá, dos cosas, si me quieren matar mátenme acá, no me manden a otro campo de concentración”. El tipo me miraba y yo seguí: “y te vengo a pedir que quiero vivir, quiero vivir por mi hijo”. Y vos sabes que ese “te vengo a pedir” fue mi destrucción como ser humano. A mi me tenían como la única madre con hijo en La Perla. Y ese pedido me sigue costando hasta hoy. Entonces, en este libro, yo tenía necesidad de contar mi debilidad. No mostrarme como un ser omnipotente sino como alguien que no aguantaba más, no aguantaba más. Pasé un año más en la Perla, pero me hicieron sobrevivir, me regalaron la vida. Y es el día de hoy que pedir, no puedo.

—¿Pudiste pedir otras cosas después de eso? 

-Prácticamente nada. Me pesa terriblemente haber tenido que ceder en eso con los milicos. Pedir por la vida para cuidar a mi hijo. Qué fue lo que hice, cuidé a mi hijo. 

—¿Y tu hijo te lo agradece? 

Recién ahora. Él vive en Suiza y nunca quiso saber nada, nunca. Fue una vida difícil. En 1993 vinimos a buscar los restos de Eduardo, nos habían dicho que estaba en el Cementerio de San Vicente,  pero resulta que abrimos la fosa y no estaba. No lo encontramos nunca ya habíamos decidido que íbamos a dejar sus restos en una urna. Y tener que decirle a mi hijo, mirá, no encontramos los restos, no están, fue tremendo. 

“¿Vite, Cumpa? rompimos la tranquera", , una autobiografía, el testimonio de una sobreviviente.

“¿Viste Cumpa? Rompimos la tranquera”, editado por el colectivo Mate de barrio, comenzó a escribirse en 2010. Tina pudo poner punto final recién en 2017, luego de varias lecturas y correcciones. “Sabés todo lo que tuve que sacar”, dice ahora. “Los gerundios, a mi me encanta esa manera de decir en donde parece que todo está pasando, pero la editora me borraba los gerundios”, se ríe. 

Tina fue secuestrada el 25 de septiembre de 1976. Ese día debía llegar a su casa en barrio Pueyrredón para encontrarse con su compañero y su bebé. Nunca llegó. Es que caminando por las calles 24 de Septiembre y Avenida Patria, frente a la iglesia San Ramón Nonato, fue interceptada por una  patota de secuestradores. “Hoy no es el Dios montonero, hoy te agarró un Dios facho”, le dijeron mirando el templo. Pudo salir recién en 1979 y exiliada, comenzó a dar testimonio.

Después declaró en los juicios: en Córdoba, en la causa Brandalisis, en 2008, y en la megacausa La Perla, en 2013. También testificó ante el Tribunal Oral Federal Nº6 en Buenos Aires, por el plan sistemático de robo de bebés. Pero escribir, para ella, es una manera distinta de decir. En su texto aparece la niñez, la familia tana, la militancia, el campo de concentración.

—Incluso me inventé un superyó, que sería yo misma pero entrevistadora. Ella me pincha para que yo hable un poco más. Por más que intente, a veces es difícil poner en palabras La Perla.  

En esas falsas entrevistas, la narradora siempre se ubica en el lugar de la que responde y se hace preguntas en la voz de otros. Uno de esos encuentros es con el Ángel Gris, el personaje de Dolina que habita el barrio de Flores, el lugar a donde Tina decidió volver en 2004 tras un largo exilio en Suiza. En ese diálogo, El Ángel Gris le da un consejo para cargar con la culpa. Separarla en dos sílabas (CUL-PA). 

—¿Tenés culpa? ¿La culpa del sobreviviente?

  —Haber tenido que pedir me es más duro todavía que saber que soy una de las elegidas para vivir. Una vez en uno de los tantos juicios me preguntaron: ¿Y usted porque está viva? y conteste: porque no me tocaba. No me tocaba. Con la culpa, como me dice el Ángel Gris, la divido y entrego una parte, la CUL, a la zona oscura, y cargo con la otra (la PA), para poder resistirla. 

Nuevas generaciones leen a Meschiati.

Tina recuerda como un momento de quiebre cuando el ex presidente de la Nación Néstor Kirchner ordenó bajar los cuadros de los jefes de la Junta Militar. “Néstor nos sacó del ropero a nosotros, los sobrevivientes. Porque en el fondo nadie nos quería. Por fin supe que iba a dejar de ser una testificante eterna, para ver algo de justicia”, dice. 

Hay una foto tomada el 24 de marzo de 2007. Néstor Kirchner, entonces presidente, le besa la frente a Meschiatti, varias cabezas más abajo que él. Tina lo rodea con los brazos de la cintura. Ese día los terrenos pertenecientes a la IV Brigada Aerotransportada del Tercer Cuerpo de Ejército fueron entregados a los organismos, para hacer de La Perla, un lugar del horror, un espacio para la promoción de la memoria. 

—¿Qué te acordás de ese día?

—Me acuerdo que lo vi tan grandote. Yo lo agarré de la cintura Él no dijo nada. “Nestor”, le decía, “vos serás el presidente, yo te respeto, pero para mi sos un cumpa”. Y eso, la palabra cumpa, le debe haber llegado. Yo decía que miercoles le digo a este tipo, porque seguiamos abrazados, no me soltaba, hasta que solté: “No pudieron con nosotros” Entonces cierra los ojos y me besa la cabeza. Un beso de Topo Gigio.

El encuentro está contado en el libro. Incluso, la narradora superyoica de Tina mantiene un diálogo ficticio con Kirchner. “¿Qué te pasa, Tina? ¿Estás nerviosha?”, le pregunta Néstor, antes de que otra vez tenga que dar testimonio y hablar de lo vivido en La Perla. 

—Cada vez que vengo acá se me revuelven las tripas. Pero me encuentro con los más chicos. Y veo que la cosa sigue Me gusta siga, que los que no han pasado por el horror retomen la historia para transformarla en otra cosa. Porque esto fue un horror. Pero hoy es un lugar hermoso, como dice la chica que pasó recién. Pero hay que cuidarlo, no podemos dejar que otra vez venga el neoliberalismo y destruya todo. 

El libro se presentó en el marco de la Semana de la Memoria. En un contexto especial, de cierto alivio tras dos años de pandemia. Dos días antes de la llegada del Coronavirus a Argentina, Meschiati dejó 40 ejemplares en Córdoba, a resguardo de Hijos. 

—Estuvieron ahí todo este tiempo, esperando a que nos encontremos. La pandemia es un antes y un después. Yo escribí esto en otro tiempo histórico—, dice— Ahora es necesario volver a la calle a defender este pais.