¿Riquelme va perdiendo la idolatría de los hinchas de Boca?
Evidentemente no es lo mismo, Riquelme jugador que Riquelme directivo de Boca Juniors, pero los mejores momentos del Xeneize lo tuvieron al "Señor 10" como estandarte, como dueño de los flashes, como el actor protagónico de las jugadas que llevaron a Boca a la gloria. Si pienso en un jugador de Boca, inmediatamente la asociación es cantada. En el diccionario, son sinónimos, en el de los dirigentes son antónimos.
Román es Boca porque con su fútbol lo hizo más grande. El hincha se apropió de él, lo hizo suyo para siempre. Y a mí me pasa lo mismo. Difícil será ver a otro con la "10".
Riquelme es el portador de ese inmenso y mítico número en la espalda. La mala campaña de este Boca, la derrota ante River en el Monumental en Núñez lo hará perder al SEÑOR 10 la idolatría que le tienen los hinchas xeneizes. Es muy difícil saberlo.
Riquelme fue el único capaz de dividir las aguas. El único que logró que la gente le dijera NO a otro coloso xeneize como Diego Armando Maradona. Frontal y gran conversador del juego. Sólo y nada más que del juego.
El más conceptual, principal entendedor del juego. De los mudos que sólo hablan en la cancha. Román es tuyo, Román es mío. Riquelme es de todos. Riquelme es cada grito de gol multiplicado en millones, cada alegría de título consumado, cada lágrima derramada por la derrota. Sólo él, con 17 años, logró ser ovacionado en su debut en La Bombonera. El primer capítulo de la imborrable historia -y desde enero de 2015, leyenda- con la azul y oro.
¿Hoy después de perder el clásico ante River, será el mismo amor entre el hincha y Román?. El es hoy el responsable del FÚTBOL DE BOCA, él decidió el plantel actual, el se jugó por Battaglia, el formó el Consejo del Fútbol de Boca (Cascini, Delgado, Bermúdez).
El SEÑOR 10, con cinta y voz de mando, es el último gran enganche que el fútbol nos dio. Su estilo no morirá jamás. El sutil pie derecho que a las multitudes cautivó. La elegancia para aguantar la pelota, el segundo antes para ver la jugada que prosigue. La pisada displicente y fina, el pase en un espacio inexistente.
Román es Boca, pero del jugador al dirigente hay, hoy una enorme diferencia que solamente el hincha sabe si hará olvidar esa idolatría que tiene por el SEÑOR 10.