Tal vez sea raro el título de esta nota, porque parece reflejar más un alivio que una inmensa alegría, pero es que fue un poco de ambas.

Una pena interminable

Por insólito que parezca, hasta el año 2021 había jóvenes de casi 30 años que nunca habían visto levantar un título a una Selección que se auto percibe como una de las mejores de la historia. Para ser más específico, 28 eran los años que habían pasado desde la última vez que el combinado nacional había sido campeón, hasta que llegó la Copa América de Brasil.

El triunfo en el Maracaná abrió las puertas para soñar con algo más grande: dejar de pensar en esos 28 y enfocarse en el número 36, que eran los años que Argentina llevaba sin levantar la Copa del Mundo.

Un milagro inesperado

Tal vez la solución era más fácil de lo que se creía. Después de décadas de hablar de la importancia de los proyectos, la continuidad y constancia, el equipo campeón del mundo se construyó al estilo argentino: atando todo con alambre.

Atrás quedaron los días de presentaciones de carpetas y múltiples reuniones para elegir al DT de la Selección. Debido al espantoso proceso encabezado por Jorge Sampaoli (los jugadores tampoco lo ayudaron mucho), el escogido fue el único que quería agarrar: un asistente que se llevaba bien con los futbolistas por su pasado como tal, muy simpático y sin ninguna experiencia previa, llamado Lionel Scaloni.

El técnico y Rodrigo De Paul, un referente al que llenó de confianza y transformó en líder del equipo.

De su mano llegó la tan esperada “renovación” que muchos otros no se animaron a hacer y que hizo debutar a buena parte de los que viajaron a Catar, sin olvidarse de los pilares antiguos como Messi, Di María u Otamendi. En un abrir y cerrar de ojos, el equipo pasó de ser criticado a mantener un invicto de 36 partidos, llegando al torneo más importante como máximo candidato.

El Mundial de Messi

Puede sonar egoísta, pero más allá de que fue un logro en equipo, con millones de personas festejando, no hay dudas de que esta historia tiene un protagonista que se llama Lionel Messi. Hablar de Catar 2022 sin referirse a Messi es como hablar de la Independencia y no nombrar a San Martín, o hablar de 1986 y no pensar en Maradona, para poner un ejemplo más cercano. No se trató de una victoria individual, pero no se puede separar al individuo del hecho: Catar 2022 es la obra maestra de Lionel Messi. 

Messi cumple su sueño y levanta el trofeo que el destino tantas veces le había negado.

Lo llamativo es que esta obra es perfecta, pero no por los motivos esperados. No es perfecta porque todo salga bien de inicio a fin, o porque no tenga defectos visibles, sino porque es una representación casi exacta de la carrera del “10” en la Selección Argentina, casi como si estuviese guionada. 

Primero llegó derrota con Arabia Saudita, las críticas por su bajo rendimiento en los momentos importantes y la inevitable comparación con Maradona. Luego, la magia de los goles, rendimientos impresionantes y el liderazgo para llevar a su equipo a una nueva final. Y por último, el sufrimiento, la ineludible característica de la trayectoria de Messi jugando para Argentina: Mbappe empataba el partido y, una vez más, su esfuerzo no alcanzaba.

Por suerte la historia terminó como ya sabemos, con algunos otros protagonistas siendo claves y algún que otro infarto en el medio.