Dinámica, intensidad y defensa, los méritos de un Instituto histórico
Mientras La Gloria sigue con las celebraciones, Carlos Altamirano para la web oficial de la LNB, analiza las bases y argumentos sobre los que se construyó el flamante ganador del Súper 20.
Instituto ya forma parte de la historia. La emoción habrá durado hasta bien tarde para una hinchada que finalmente consiguió el tan ansiado título que hace tiempo buscaba. Porque además de una celebración, la consagración de la Gloria en el Final 8 frente a Gimnasia de Comodoro fue también un desahogo.
El día después, mientras en el aire quedan los recuerdos de una jornada memorable que nadie olvidará en el seno del plantel cordobés, es el momento oportuno para analizar los argumentos del flamante campeón que arrancará la inminente Liga Nacional como uno de los favoritos al título. Dinámica. Verticalidad. Tiradores con onda verde. Bases con pase profundo pero también con gol. Grandes altruistas. Y Romano como carta especial. Instituto le ganó claramente a Gimnasia y pudo festejar su primer título en la elite del básquet argentino. Premio a un club que de tanto buscarlo, de tanto desearlo y de tanto sufrir, al fin lo consiguió.
Desde que la dirigencia de Instituto se propuso ser protagonista, con el título como obsesión, pasaron tres entrenadores: Facundo Muller logró una gran química juego, aunque le faltó muy poco para consagrarse. Perdió las finales de Liga Sudamericana, Súper 20 y Liga A. La historia con Sebastián Ginóbili fue opuesta. Pese al alto presupuesto, el equipo jamás encontró un estilo de juego que lo transformara en candidato. El DT, de hecho, fue cortado. Y apareció Lucas Victoriano. Su primera reunión con Juan Manuel Cavagliatto dejó todo en claro: campeón o nada. Demasiado derecho de piso pagado. Demasiado sufrimiento. La lección ya estaba aprendida: saber perder, para conocer cómo ganar.
El Súper 20 tiene una cualidad irremplazable: salvo que algún equipo repita un alto porcentaje de la campaña anterior en su roster, la mayoría lo disputa en plena construcción de ADN. Y lograr lo que conquistó la Gloria en la primer burbuja no es habitual: fluidez a partir de sus ideales de juego colectivo. Si bien en Santiago del Estero sufrió para lograr su boleto al Final 8, estaba escrito que iba a ser parte de la definición.
¿Qué distingue al equipo de Victoriano? Su combo de dinámica e intensidad en busca del mejor tiro posible: buena creación y utilización de espacios (tener a Romano como 4, u ocasionalmente a Cuello abre mucho la pista), dos bases con calidad de pases gol y verticalidad atacando el canasto, interiores que bloquean genial y, clave, ti-ra-do-res. Scoutear a Instituto no es fácil, porque si bien puede (debe) mejorar la velocidad de ejecución, por tratarse del inicio de temporada no lo hizo nada mal. Y cuando el juego no fluye, tiene un comodín: Nicolás Romano está en su mejor momento. Su abanico para anotar es, quizá, el más amplio de la Liga. Claro MVP.
¿Atrás? Compromiso. La misma intensidad que desarrolla adelante la provoca en defensa: mucha presión al balón (sus bases lo tienen como especialidad), fuerte línea de pase para negarle a los anotadores rivales, reglas claras en los bloqueos directos según quién lo juegue, Gallizzi como arquero para proteger el canasto y rotaciones a tiempo que, en la Final, enarbolaron los integrantes de la segunda unidad.
El primer título en la elite nacional no fue una casualidad para La Gloria. No se trata sólo de edificarlo en base a un presupuesto de acorde al deseo, sino del cómo. Cambiar el 80% del plantel, coach incluido, y ser campeón mostrando un ADN tan claro y eficaz es digno de elogio. Por apuesta dirigencial, deseo colectivo y ejecución, la Copa del Súper 20 está en las mejores manos. Y van por más.
Por Carlos Altamirano