Desde que dio los primeros pasos como profesional y hasta un momento muy avanzado de su carrera, Rafael Nadal tuvo como entrenador a su tío Toni.

La figura de su tío era más que la de solo un entrenador. Era una especie de padre tenístico, de mentor. Fue la persona más importante en la carrera de Rafael Nadal.

Ex tenista, pero sin tanto éxito, el “Tío Toni” moldeó a su sobrino a gusto dentro de la cancha de tenis y lo convirtió en uno de los mejores deportistas de la historia gracias a una mezcla casi perfecta entre talento, físico inhumano y una mentalidad única.

Pero esto no hubiese sido posible sin las exigencias hacia “Rafa” y un trato que podría verse hasta cruel en algunas situaciones. El mismo Toni contó en alguna ocasión que “el que triunfa siempre tiene personas dispuestas a decirle lo que quiere escuchar. Pues bien, con Rafael yo hacía de contrapeso: le decía lo que no quería oír, y a veces de manera exagerada”.

Además, podía permitir todo menos la queja: “Me molesta mucha. La queja es una falta de agradecimiento a la vida, se hace reincidente. Cuando alguien acostumbra a quejarse, acaba quejándose de todo. Además, a través de ella acabamos dando la culpa de todo lo que nos sucede a los otros. Las personas que más se quejan son las que menos hacen para cambiar la situación. Si uno quiere ver problemas, los verá siempre”.

Un caso extremo se dio en el US Open 2010. Nadal venía de ganar Roland Garros, Wimbledon y llegaba como candidato a Flushing Meadows, pero tras el triunfo la segunda ronda ante el uzbeko Denis Istomin ocurrió algo impensado para el manacorí. 

En el vestuario hubo un reproche de Toni por la actitud de su sobrino en la cancha, lo que hizo estallar al entonces N°1 del mundo: “No entiendo por qué te quejas de mi actitud. Todo el mundo elogia mi actitud en pista. He ganado, ¿a qué viene esto?”. La respuesta de su entrenador fue tajante: “Yo me limito a decir lo que pienso. Si no te gusta, me vuelvo a casa y ya puedes buscarte otro entrenador”.

“Normalmente estoy de acuerdo contigo, pero esta vez creo que te equivocas”, le reprochó “Rafa”, que no pudo conseguir que su tío diera el brazo a torcer: “Muy bien, si así son las cosas, ya no disfruto siendo tu entrenador”, y se marchó dando un portazo.

Finalmente, coach y jugador pudieron hacer las paces y unos días después Nadal terminaría levantando el título y consiguiendo el Grand Slam carrera (ganar todos los Majors) con solo 23 años.

El “Tío Toni” también era el encargado de evitar que se le suban los humos a su sobrino. Una vez, después de ganar un torneo juvenil y mientras la familia celebraba, Toni agarró el micrófono y leyó la lista de los últimos 25 campeones del torneo. De todos ellos, solo cinco habían llegado lejos en el tenis, así que le aclaró a su sobrino que sus probabilidades de conseguir el objetivo de dedicarse a este deporte eran solo 1 de 5.

El entrenamiento también podía ser visto como una tortura: “Durante años le hice entrenarse en pistas de malas condiciones y con bolas malas. Algunas veces le decía que íbamos a entrenar hora y media y luego alargaba el entrenamiento indefinidamente”, contó alguna vez, para que “aprendiera a fortalecer su carácter”.

Pese a la crueldad y a lo crudo que pudo haber sido Toni Nadal, es innegable que fue fundamental para los impresionantes logros que tuvo su sobrino a lo largo de su carrera: hasta 2017, último año en el que trabajaron juntos, Nadal había ganado 17 títulos de Grand Slam y terminó cuatro temporadas como número 1 del mundo.