La primera de las ediciones de los Juegos de la era moderna cancelada por motivos bélicos fue la de 1916.

El COI había concedido los Juegos en 1912 a Berlín, en detrimento de Estocolmo, pero el estallido en 1914 de la I Guerra Mundial encendió las alarmas de los dirigentes olímpicos.

Una guerra para la que se alistó el presidente del COI, el barón francés Pierre de Coubertin, a sus 51 años. Por ello cedió temporalmente el cargo deportivo al suizo Godefroy de Blonay, para que el olimpismo no perdiese la neutralidad de la que presumía.

El estadio preparado en Berlín para los Juegos de 1916 fue empleado desde 1915 como hospital de campaña y Alemania tuvo otras prioridades que dejaron en el olvido sus compromisos olímpicos. El COI se rindió a la evidencia.

Los siguientes Juegos cancelados fueron los dos previstos para 1940 en Japón, los de verano en Tokio y los de invierno en Sapporo.

Japón renunció a ambos en 1938, en plena segunda guerra chino-japonesa, conflicto que luego quedó enmarcado en la Segunda Guerra Mundial.

El COI concedió entonces los Juegos de verano a Helsinki, que había sido finalista ante Tokio, y los de invierno primero a St Moritz y luego, por un conflicto con Suiza, a Garmisch (Alemania).

En noviembre de 1939 se cancelaron estos, dos meses después de que los nazis invadiesen Polonia, y en mayo de 1940 se anularon los de Finlandia, país que padecía los ataques anexionistas de la Unión Soviética.

Pese al desarrollo imparable de la guerra, el COI mantuvo en la medida de lo posible sus actividades y en su Sesión de 1939 concedió las sedes de los Juegos de 1944 a Cortina (Italia) y Londres.

La esperanza de reanudar la disputa de los Juegos se mantuvo hasta 1942, año en el que fueron definitivamente cancelados.

Tras la Segunda Guerra Mundial St Moritz (Suiza) y Londres retomaron la organización de los Juegos, que ya no volvió nunca a ser interrumpida hasta hoy, que el Primer Ministro japonés confirmó que esta edición sería postergada hasta 2021.