A 21 años de la masacre
Maximiano Kosteki era de Guernica, tenía 22 años; Darío Santillán, de Lanús, tenía 21. Eran dos jóvenes de los muchos que soñaban un mundo mejor, y murieron en el Puente Avellaneda el 26 de junio de 2002. Una canción del rosarino Jorge Fandermole los recuerda
Lo que pasó en el Puente Pueyrredón hace hoy exactos 21 años es parte de la dura historia reciente del país. Y nadie pudo desconocer que esa vez el cántico popular tenía razón: se sabía, los mató la policía.
El Puente Pueyrredón, que en realidad se llama formalmente Nuevo Puente Prilidiano Pueyrredón, cruza el Riachuelo de Buenos Aires, por lo que en rigor conecta a Avellaneda con la Capital Federal. Dicho de otra forma, une la Autopista Presidente Arturo Frondizi de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y las avenidas Presidente Bartolomé Mitre e Hipólito Yrigoyen (ex Pavón) de Avellaneda, provincia de Buenos Aires.
En ese lugar, o más precisamente en la estación ferroviaria Avellaneda, que está ubicada a pocos metros de ahí, hubo una manifestación piquetera en el fin de junio de 2002. Y la represión, ordenada desde bien arriba -el presidente era Eduardo Duhalde, político de conocida mano dura-, fue brutal.
El músico rosarino Jorge Fandermole, que 20 años antes había sido responsable de Era en abril, uno de los primeros éxitos de Juan Carlos Baglietto, y que repitió el suceso con el primer paso de Silvina Garré con La canción del pinar, ya se había confirmado como uno de los autores más importantes de la música popular del país.
De hecho, hacía ya varios años que había dado a conocer su consagrado chamamé lento Oración del remanso. Su primera grabación fue de 1998.
Fandermole ya por entonces no lucía la barba y el pelo largo como en el comienzo de los 80.
Sin estar ligado al canto directamente testimonial, Fandermole escribió sobre la muerte de los jóvenes con una canción notable que llamó, sin vueltas, Junio.
Y la dio a conocer aunque no en el momento en que tuvo lugar el hecho, sino unos años después. En 2005 apareció en su álbum Pequeños mundos.
Con momentos de alta poesía, no deja lugar a dudas. Ubica claro el momento, diciendo: En este invierno que pega tan duro. Agrega que junio me arde rojo, aquí en la espalda. Luego: En este invierno atroz no hay escenario más duro que esta calle de llovizna. Cada uno sigue en ella su calvario pero la cruz de todos es la misma.
Avanza el texto: El corazón del hombre es una senda más áspera que la piedra desnuda. Mi extenso corazón es una ofrenda que pierde sangre en esta calle cruda.
Da a entender que el relato pertenece a uno de los baleados: Yo tengo un nombre rojo de piquete y un apellido muerto de 20 años. Y encima las miradas insolentes de los perros oscuros del cadalso.
Más adelante dice: Yo no llevaba un arma entre las manos sino en el franco pecho dolorido. Y el pecho es lo que me vieron armado, y en el corazón, todos los peligros.
Su poesía estremece. La mano que me mata no me llega ni al límite más bajo de mi hombría. Aunque me arrastren rojo en las veredas con una flor abierta a sangre fría, hoy necesito un canto piquetero que me devuelva la voz silenciada, que me abra por la noche algún sendero para que vuelva mi vida enamorada.
La canción que tiene ya varias versiones, siempre por su autor, conoció uno de sus más emotivos momentos cuando fue interpretada por Fandermole junto a Lito Vitale en Rosario, a metros del Monumento a la Bandera, delante de una multitud, y significativamente, en la vigilia de un 24 de marzo, Día de la Memoria.