Antonio Tormo, una voz para todo el país
Se lo conoció como “el cantor de las cosas nuestras”. Amado por multitudes, en el tiempo de la llegada de miles de provincianos a Buenos Aires, cuando gobernaba Perón y Evita era el faro, fue censurado. Muchos años después, León Gieco lo rescató del olvido y le hizo un disco que produjo el autor de esta nota. Esta es la historia
La historia que siempre cuenta León tiene detalles muy concretos. “Yo recién había llegado al pueblo (Cañada Rosquín), proveniente del campo donde había nacido, tenía cinco años, y siempre veía que un vecino de enfrente, un relojero llamado don Gabriel Turletti, tenía un cajón del que salía música. Una vez me animé a cruzar la calle y espié. Era un tocadiscos. Y del disco que giraba y giraba, salía una voz. Era la de Antonio Tormo”.
Yo no tengo detalles. Creo haber escuchado muchas canciones cantadas por Tormo en la radio, en la Olavarría de mi infancia, en los 60. Siempre lo pasaban. Pero no mucho más. Sí recuerdo que una vez el famoso Tormo grabó una zamba para los hermanos Emiliozzi, grandes campeones de Turismo Carretera, que eran olavarrienses. Ese disco simple sí lo teníamos en casa.
Un día de la segunda mitad de los 90, León se decidió a poner en marcha su proyecto de productora y de sello grabador independientes, y nos convocó a Osqui Amante y a mí. Uno de los primeros discos que hicimos fue uno de Tormo, que tenía 82 años y aún cantaba de maravillas, aunque había sido olvidado.
Antonio, mendocino de nacimiento, inicialmente tonelero, había llegado a ser tan famoso como Carlos Gardel en la primera mitad de los años 50, cuando gobernaba Perón por primera vez y llegaban miles y miles de provincianos a Buenos Aires a buscar trabajo y un futuro. Tan identificado estaba con el peronismo, que los militares de la llamada Revolución Libertadora que dieron el golpe en 1955 le cortaron la carrera, lo censuraron y lo borraron. Por eso y porque cambiaron los tiempos, pasó al olvido.
León quiso cumplir su sueño de hacerle un compact, porque Antonio nunca había grabado para ese formato. De paso, podría cantar con él.
Estaba todo perfecto para hacerla. Entonces le encomendó a Osqui la realización técnica del disco, y a mí la producción.
Para cumplir con esa tarea, escuché los viejos discos que había grabado, en pasta y en vinilo, y armé el repertorio. Puse El rancho e’ la cambicha, claro. Ese tema fue el más vendido en el país: liquidó cinco millones de copias desde que fue publicado en 1950. También puse, claro, entre otros, La canción del linyera, Entre San Juan y Mendoza y La Jota cordobesa. Y el vals Amémonos, del que había escrito María Elena Walsh en su histórico texto sobre la muerte de Evita. Don Antonio, muy respetuoso como los artistas de antes de la figura del productor, me dijo a todo que sí.
Y leí mucho sobre lo que se había publicado sobre él. Así me enteré que, según un relato histórico, a los primeros peronistas, los del 17 de octubre, los de enfrente les decían despectivamente “cabecitas negras” o “20 y 20”. Esto porque esa gente, se aseguraba desde el prejuicio, así como destinaba 20 centavos en una porción de pizza, en el almuerzo del día de trabajo, se podía gastar otros 20 para escuchar un disco de Tormo en la fonola. Por eso a esos trabajadores humildes les decían “los 20 y 20”. Una leyenda como la del asado con las maderas del piso de parquet. Ese dato me sirvió para ponerle el nombre al disco.
Lo grabamos en una tarde, casi en vivo, en el auditorio de la Capilla de la Recoleta. Es que todavía no teníamos una casa con sala propia como para que funcionara el estudio. Osqui hizo un diseño con los músicos en semicírculo - tres guitarras y un arpa-, como en un tablao flamenco, y en el centro el cantor.
Norita Lezano, admirada por los tres, y amiga de años, hizo las fotos. Hoy son testimonios históricos.
Como León me había dicho que soñaba con cantar un tema puntual de Tormo, Puentecito de mi río, decidí hacerle un regalo y les pedí a los guitarristas, aquel día de la grabación, que tocaran una versión instrumental del tema, bajándole la tonalidad para que fuera con la voz de Gieco, más grave que la de Tormo. Entonces cuando llegó el momento de la mezcla, unos días después, le dije a León que tenía una pista libre, instrumental, de ese tema, para que él pusiera la voz. Y eso hizo. Por eso existe hoy, en ese disco, una versión del tema cantada solo por León con el acompañamiento del formidable grupo de Antonio.
Y cuando nos reunimos todos al finalizar la mezcla, decidí pedirle a don Antonio que contara algunas historias que me había contado a mí, en el transcurso del trabajo, pero en diálogo con León. Y Osqui lo grabó.
Por eso sobre el final del disco aparecen los dos cantantes dialogando. Eso es, hoy, historia pura.
Cuando terminamos el disco, Norita puso el bulbo -un precursor de las selfies- y nos sacamos todos una foto.