Bizarrap, ¿les suena?
Tiene solo 24 años, a fin de este agosto cumplirá 25. Se llama Gonzalo Julián Conde y es de Ramos Mejía, o sea del Oeste del Gran Buenos Aires, donde dice Divididos que está “el agite”. Pero lo suyo no es un agite de rock, ya se sabe. Es la figura más trascendente y más popular de la nueva música del país. Es tan famoso que se lo reconoce por su gorrita, por su sigla que carece de vocales –“Bzrp”- y por sus anteojos. Pero ¿quién es? Esta nota intenta responder esta pregunta y, claro, no tiene éxito
Todo lo que se diga a partir de este momento, es una absoluta obviedad para las nuevas generaciones, que tienen las mejores respuestas para todas estas tontas preguntas que uno, escuchador de música de antes, de hace ante tanta música nueva. O mejor dicho, los más jóvenes tal vez ni se tomen el trabajo de saber quién es y qué hace Bizarrap: lo disfrutan, o no, y chau. La necesidad de tener buena data es de otro tiempo.
A lo sumo, se sabe que Bizarrap es un músico -no, mejor, un productor- de trap -no, mejor, de la nueva música urbana- que escuchan en estas horas miles y miles de jovencitos y jovencitas de todo sexo y edad. Que es argentino y que es el número uno en todo el mundo en escuchas en Spotify.
El pibe de la canción de Shakira contra Piqué, dirá alguien, y es verdad.
El nuevo alquimista que transforma en oro todo lo que toca. Eso también es bastante cierto.
¿Bizarrap habla? Sí. ¿Da entrevistas? Poco.
Aquí pongo una, muy interesante, que puede permitirnos conocerlo un poco más.
Un músico de transición entre el viejo rock -ya era hora de decirle viejo- y la nueva canción puede ser Kevin Johansen, agudo en sus letras, que se ha expresado sobre las nuevas cuestiones: Antes los tangueros se quejaban de los rockeros, y ahora los rockeros se quejan de los traperos. Pero no seas talibán del buen gusto, la gente que vive con miedo, qué miedo me da: no da pa’l susto
Otro músico que se reconoce más cerca del rock que de cualquier otra música citadina, Edu Schmidt -el de Arbol, sí-, hizo un tema muy preciso sobre esta realidad. Dice: Rockeros, ésos eran los de antes. Ahora, dan ganas de llorar. El pogo era cosa de valientes: te bajaban los dientes si no sabías bailar. En su canción, hace alusión a la canción de Sumo y a la chica que pintaba Luca Prodan: La rubia tarada ahora es abuela de un pibe que escucha reggaetón, el Mercado del Abasto ahora es un shopping; la vida, un reality show.
Su canción es un tango, cómo no, y por eso justamente fue grabada, junto a Schmidt, por Cucuza Castiello, el mejor cantor de tangos de hoy, que generacionalmente tiene un pie en el rock. Se llama Cemento, como el club de rock de la calle Estados Unidos, en el barrio de Constitución, en Buenos Aires, que albergó el rock subte de los 80 hasta que un día su impulsor, Omar Chabán, lo cerró. Y concluye contundente: La cresta peinada con gomina, las tachas bien lustradas, borcegos de charol. Cemento ahora es un estacionamiento, lo pienso y me dan ganas de balearme en un rincón.
La canción es un tango, sí, pero a su vez se permite una broma: cómo el rock puede ser hoy una nostalgia como una de las no celebrables que tuvo el tango.
Lo que hace Bizarrap no son canciones o temas, sino sesiones. Puntualmente, BZRP Music Sessions. Invita a diversos artistas y la rompe: lo escuchan millones de personas.
Es todo lo mismo, dice alguna gente con despecho. Suena todo igual, suma otra y dice lo mismo. Quienes escuchan a este Bizarrap, Wos, María Becerra, Trueno, Nicki Nicole, L-Gante, Cazzu y Paulo Londra, por nombrar solo algunos de los nuevos -y no tan nuevos- nombres, saben que todos tienen sus propias características. Algunos porque son declaradamente hinchas de Boca, otros porque han elegido el farandulismo en sus apariciones. Bizarrap no se saca su gorra pero vende miles y miles con el sellito de auténticas, ni se saca los anteojos.