Cuando Jorge Fandermole y Raly Barrionuevo unieron sus voces
Fue en homenaje a Maxiliano Kosteki y Darío Santillán, claro, y a todos los piqueteros de aquella gesta del comienzo del siglo, cuando unos jóvenes certificaron el fin del primer tiempo de neoliberalismo a ultranza -y recesión, desocupación y ultraje a las masas populares más carenciadas de la sociedad nacional- y dieron comienzo a una nueva historia. Años después, la canción emocionante del autor rosarino encontró su voz junto a la del artista santiagueño radicado en Córdoba, en una versión grabada en pandemia. Aquí, la recuperación de esa gema
Fue durante la pandemia, ese tiempo tiempo en que todos, aquí y allá y en todas partes, estuvimos meses y meses en (aparente) pausa. Jorge Fandermole y Raly Barrionuevo unieron sus voces para dejar una versión del emocionante tema Junio dedicado a Maxiliano Kosteki y Darío Santillán, que hablaba de uno de ellos en verdad, y que en verdad fue un canto piquetero en homenaje a esa gesta.
El 26 de junio de 2002, dentro de la Estación Avellaneda en el límite entre la Capital federal, hoy CABA, y la provincia de Buenos Aires, policías bonaerenses ejecutaron a Darío Santillán por la espalda y a corta distancia. El joven acompañaba a Maximiliano Kosteki, que agonizaba víctima de un disparo policial que había recibido mientras participaba de la protesta.
Desde diciembre de 2013, la estación cambió de nombre y se llama oficialmente Maxiliano Kosteki y Darío Santillán.
Estos dos crímenes de Estado provocaron una crisis política que apresuró la salida del gobierno del presidente interino Eduardo Duhalde, quien convocó a elecciones a Presidente para el año siguiente.
La justicia condenó a prisión perpetua a dos altos oficiales de la policía bonaerense por haber ejecutado a los jóvenes.
Maximiliano Kosteki tenía 22 años. Era de Guenica.
Darío Santillán tenía 21 años, era de Quilmes.
Vicente Zito Lema les dedicó un poema que dice:
De la rebeldía del mundo.
Acaso para que el mundo y nuestras vidas
no murieran del todo.
O, mejor dicho,
para resucitarnos.
La mano de Darío más bella que nunca
porque ahora esa mano era de todos,
como un inviolable, feroz y dulce deseo…