Don Sixto, o de cuando Santiago es una flor
Hace hoy 14 años que se marchó al silencio, pero su legado sigue vigente. En rigor, seguramente será eterno. Por sus chacareras y por su violín, por su encendida defensa del quichua y por su sonrisa. Y por su sabiduría.
Atahualpa Yupanqui la había nombrado en La olvidada: “Barrancas, tierra querida, Te dejo esta chacarera: viditay, ama koncáichu a quien se va campo afuera”.
Allí, en Barrancas, Salavina, nació Sixto Doroteo Palavecino en el fin de marzo de 1915.
Y cerró sus ojos para siempre en la capital de la provincia, Santiago, hace hoy 14 años, el 24 de abril de 2009.
Tenía 94 años.
Quiso la fortuna, o la casualidad, que yo estuviera en el estudio Del Arco cuando llegó una vez, poquito tiempo antes de morir, en una mañana de comienzos de 2009, para grabar una intervención en la canción El ídolo de los quemados de León Gieco en una mañana de comienzos de ese año 2009.
Don Sixto caminaba despacito pero sonreía. Siempre. Es que estaba feliz, aunque se lo notaba un poco preocupado porque las notas ya no salían picantes de su violín.
Entonces lo vi: él estaba en un sillón del control, viendo cómo funcionaba eso de las computadoras que mucho no entendía, cuando León lo llamó para que fuera adentro de la sala para grabar unas notas de la introducción de la canción. Sixto sacó el instrumento del estuche, y como yo estaba a medio metro suyo, vi clarito que en la parte de adentro de la funda de su violín, tenía una foto de su compañera, como si hubiera sido una estampita. A la imagen le dio un beso como pidiéndole buena suerte, y después se paró y, bien dispuesto pero con el paso lento, se fue a tocar. Y grabó.
Ese día fui con la cámara de video al estudio.
Don Sixto, de corazón muy abierto, Dios lo hizo chacarera. Y fue un gran difusor del idioma de sus ancentros, el quichua.
Lo conocí hace muchos años. A comienzos de los 80.
Una noche, León Gieco comenzó a grabar su nuevo disco en los estudios Sicamericana de Music Hall, que quería que fuese muy folklórico. Y entre sus invitados para esa primera sesión, estuvo don Sixto.
La breve charla con don Sixto aquella noche es ésta:
Después de esa experiencia, Eduardo Selasco, presidente de la discográfica que produciría al disco, sugirió que León llamara a un amigo suyo, Gustavo Santaolalla, para que fuera su productor. Y cuando Gustavo bajó a Buenos Aires -hacía ya varios años que se había instalado en Los Angeles-, aceptó la tarea con la condición de que no se usaran esos registros ya hechos porque, decía, había que grabar todo fuera de un estudio, en el mismo lugar donde vivían los invitados -en Santiago del Estero, en el caso de Sixto-, y le gustó el nombre De Ushuaia a La Quiaca que había propuesto Oscar López, ex manager de Sui Generis y de La Máquina de Hacer Pájaros, en ese momento empresario de rock y responsable de la etiqueta Sazam de Music Hall, en la cual publicaba sus discos León.
Después, el viaje de León, Gustavo y el resto del equipo y el resto del equipo incluyó un paso por Santiago del Estero para encontrar a don Sixto.
Otra vez, recuerdo, invitaron a León para hacer una aparición en la tele. Había comenzado el año 96.
Él aceptó siempre y cuando le permitieran sumar a la charla a don Sixto, que estaba por unos días en Buenos Aires. La periodista, que sabía quién era el folklorista pero que no tenía mucho para hablar con él, aceptó la condición porque claramente no quería perder la aceptación de Gieco, y sobre el final de la charla no tuvo más que contar que había otra presencia en el set.
Dijo que el señor que estaba con León era don Sixto Palavecino, gran figura del folklore argentino, y a él le dirigió:
-Don Sixto, vio que Madonna está filmando una película en la que hace de Evita. ¿Usted qué piensa?
Fue, claramente, una forma de integrarlo a la conversación sin que se notara mucho que no sabía qué preguntarle.
Don Sixto, creo yo, se dio cuenta del infortunio de la chica, y sabiamente contestó:
-Y… si puede.