Egberto Gismonti: de pie, aplausos
En estas horas en que toda la música parece estar a disposición de todo el mundo, reluce la mirada y la guía del GPS. De allí el nombre del programa de radio. Esta vez, esta nota se anima a ser un GPS para quienes quieran encontrar una música genuina, profunda, eterna, inmensa: la del gran músico brasileño que hoy suma 74 años y, tal como son estos tiempos, ya no aparece en restallantes anuncios. Pero cómo no recomendar su obra
Cuenta la leyenda que Egberto Gismonti una vez, a mediados de los años 70, se sumergió en la profundidad de la selva amazónica hasta llegar al alto del Xingú donde habitaba la tribu Yawalapiti, interesado en acceder al misterio de las culturas ancestrales, y que luego de darse a conocer como músico, tocó ante los originarios durante dos semanas -¡dos semanas!- sin que éstos le dieran un aplaudo ni le dirigieran la palabra, hasta que en un momento el conductor de la tribu, Sapaim, lo aprobó invitándolo a su hogar.
Debe aclararse que por entonces Gismonti ya era una figura internacional en el selecto mundo del jazz moderno. A los aborígenes no les interesaba el dato, claro.
Los argentinos fuimos conociendo, increíblemente poco, en verdad, y con lentitud, a Gismonti. Lento como corresponde con una figura de sus características y de su nivel.
Algunos supimos de él por una memorable entrevista que le hizo la revista de rock Expreso Imaginario -sólo con eso, Pipo Lernoud ganó el cielo de los periodistas de música del sur del mundo- y por las coberturas de sus conciertos que se hacían en esa misma publicación, cada vez que Gismonti bajaba a la Argentina.
Su música no es sencilla: abreva en el folklore de su país, en el jazz y en la música académica. Fue -es- un baluarte del sello alemán ECM junto a grandes estrellas del jazz mundial como Keith Jarret, Pat Metheny, Jaco Pastorius, Jan Garbarek, John Abercrombie, Gary Peacock, Miroslav Vitous, Dave Holland, Charlie Haden, Eddie Gómez, Marc Johnson, Stanley Clarke y Jack DeJohnette, entre muchos otros.
Consideración aparte: cada uno de los nombrados, por su lado, merece una horas y horas y horas -una vida- para ser cabalmente comprendidos y conocidos.
Gismonti tiene una cuarentena de discos y ya no es habitual verlo en las carteleras de los grandes festivales de jazz del mundo. Pero su talento y su capacidad de observación del mundo siguen siendo ejemplares.
Tiene 74 años.