El Chango Farías Gómez, en el comienzo de todo
Esta serie de notas incluye fragmentos de entrevistas con notables músicos en diálogos informales que son, de alguna forma desopilantes y también certeros descubrimientos de cuestiones que nunca quedaron debidamente contadas. Aquí, una de ellas, con el conductor de Los Huanca Huá y luego uno de los más importantes revolucionarios de la música popular del país
Una vez, de visita apurada a su despacho oficial de Director de Música de Buenos Aires, el Chango me llamó “viejo amigo”, porque nos conocíamos y compartíamos convicciones e historias desde hacía mucho tiempo, y él nunca supo cuánto me halagó aquello.
Recuerdo haber compartido con él muchos hermosos momentos en los viajes de la Alternativa Musical Argentina, en los 80, y luego en su vieja y enorme casa de la Avenida Jujuy -la continuación de Pueyrredón- en Buenos Aires, adonde siempre había música, y qué inolvidable música, y en muchos otros lugares del país. En Cosquín, por ejemplo.
Una tarde nos pusimos a charlar en un estudio en desuso de Radio Nacional, con unas cámaras de TV registrando el diálogo, y antes de empezar la entrevista formal, se generó un diálogo que hoy quiero rescatar porque es valioso y porque corre el velo a ciertas cuestiones que, por trascendentes, nunca quedaron bien contadas.
El Chango vivió un tiempo en Córdoba, después se fue.
Volvió a Buenos Aires, su querido lugar en el mundo, un poco desalentado porque aquí no había tenido el recibimiento que había imaginado -y que merecía, cómo no-, y así siguió la vida.
Hasta que un día la vida terminó.