El Chateau, entre La Falda y el Cosquín Rock
Si se repasa la historia en tempo de leyenda, se menciona rápidamente al pionero y el actual, pero no siempre entra en el listado el festival de rock que se hizo en la capital entre aquellos dos serranos, del 85 al 90. Significativamente, en un período de enorme ebullición musical. Esta nota es un homenaje hecho en plan de sobrevuelo
Recuerdo que un día del final del 84 llegó la noticia a la redacción en Buenos Aires: habrá festival en Córdoba pero no en La Falda sino en la capital. Será en el estadio Chateau.
Para nosotros, la prensa porteña de rock que ya había incorporado la costumbre de venir en el verano al centro del país, no era algo muy trascendente. Pero era no menor: esa vez no sería en La Falda sino en la ciudad capital provincial.
Sin entrar en detalles, que poco después conocimos mucho y a fondo, revelando cuestiones políticas y entretelones de producción que en ese momento no venían al caso, y que ahora tampoco, era más o menos lo mismo.
Entonces se entremezclan los recuerdos. Sólo los memoriosos como Robertito Quinteros, uno de los encargados de prensa del Chateau Rock, pueden decir cuándo fue tal cosa o cuándo tal otra.
Recuerdo que una vez a los periodistas y a los músicos nos dieron alojamiento en el hotel del Automóvil Club Argentino, poco antes de entrar a la ciudad. Y sobre todo recuerdo que a pocos metros del hotel había una cancha de fútbol donde íbamos a poder jugar quienes, famosos o no, en Buenos Aires no siempre nos juntábamos.
Recuerdo que en el estadio vi una vez a Joaquín Sabina, que todavía no era conocido en el país, merodeando por la platea con una cerveza en la mano, intrigado por saber cómo era el rock del país.
Recuerdo una fiesta en un lugar llamado San Francisco Tranway en Buenos Aires -aquí sí tengo un ayudamemoria: la invitación- donde se iba a anunciar el festival cordobés, que se haría en el comienzo de marzo, y otra fiesta con mucho alcohol y excesos varios, ya en Córdoba -no sé en qué lugar- en la que hablé y me reí mucho con Pil Trafa, el cantante de Los Violadores, que descubrió esa noche que éramos muy amigos y buenos compañeros de juergas.
Recuerdo la cena que nos dieron un año en el estadio, que no era de primera calidad justamente: en una bolsita de polietileno había una hamburguesa, un huevo duro y una manzana, todo junto, compartiendo sabores y olores desde hacía tres días. Una delicia.
Recuerdo que en el primer Chateau tocó Soda Stereo, que todavía no eran lo que después fueron.
Los Soda estaban ya muy dispuestos a triunfar y no ahorraban esfuerzos para conseguirlo. Ya ahí vi, según dice un apunta que hice como al pasar en mi habitación del hotel, que los tres Soda harían todo lo que fuera necesario para llegar a lo más alto. Incluso asistieron con sonrisas a una conferencia de prensa con el intendente cordobés, que estaba a cargo de la administración comunal que ponía el dinero para que el festival se hiciese.
¿Tocaban todos en el Chateau Rock? Todos. Locales y no locales. Léase, cordobeses y porteños. Los Posdata y Baglietto, que como Fito Páez era rosarino pero que ya se podía considerar de Buenos Aires. Los GIT, Porchetto y Lebon. Todos.
En el Chateau Rock, los Sumo despidieron a Luca. Eso, como tanta otra cosa acá, merece una nota aparte.