El gran paso en solitario de Andrés Calamaro: Alta Suciedad
Fue en 1997 cuando el muchacho que se había ido a España buscando un futuro mejor, volvió a su país sin volver del todo, después de un gran éxito con Los Rodríguez, con un disco nuevo que iniciaría una carrera solista con puntos altísimos. La historia y los conflictos que le echaron leña a un fuego inolvidable
Recuerdo cuando lo llamó Miguel Abuelo para integrar el proyecto Los Abuelos de la Nada, al comienzo de los 80. Andrés era un muchacho pintón que tocaba muy bien el piano y que tenía un especial talento para componer canciones de éxito, además de ser un prolijísimo escuchador de discos de otra gente.
Recuerdo también cuando sacó su primer disco solista, Hotel Calamaro, que me lo regaló con una dedicatoria que decía “viejo amigo”. Claro, era cuando uno medía el tiempo de forma distinta que ahora: dos años podía ser toda una vida y nadie imaginaba que después las horas se podían también medir en meses y que las cosas pasarían en términos de décadas.
Hace algo más tres décadas, recuerdo, finalmente, que la compañía discográfica Warner nos citó a una decena de periodistas en una casa de Buenos Aires que no sé adónde estaba, para que escucháramos el disco que Andrés acababa de hacer. Esa fue la primera audición pública de Alta Suciedad.
Qué bien sonaba todo, cuánto se habían potenciado sus canciones con el paso que el muchacho de Palermo había el hecho por buenos estudios de Estados Unidos y tocando con muy buenos músicos gringos.
Uno de los varios periodistas que habíamos estado en esa reunión, hoy reconocido por ser jefe en un influyente diario porteño y columnista en una importante radio, me dijo al salir de la reunión que el disco estaba muy bueno pero que sentía que no tenía hits. Cuánto se equivocó. Me pregunto si hoy se acordará de aquel comentario suyo.
Alta Suciedad terminó siendo el disco más vendido de Andrés y el segundo de la historia del rock argentino después de El amor después del amor, lo cual es decir mucho.
Después vino la polémica que avivó la llama, cómo no entenderlo así. En un concierto de presentación de este disco, Andrés dijo estar tan a gusto que comentó: Qué linda noche para fumarse un porrito. Y vino la cuestión judicial. El hecho fue a la tapa de Página/12¸ el video y la canción se hicieron célebres: Voy a salir a caminar solito, sentarme en un parque a fumar un porrito y mirar a las palomas comer el pan que la gente les tira, decía.
Que país nuestro país. La situación pasó a un estado mayor.
Lo judicial se resolvió con un sentido común que era obvio y que sin embargo poco aparece.
Eso se puede ver hoy en la película Buscando a Joe que retrata a ese personaje de pelos largos llamado Joe Stefanolo, que usa el traje de un abogado y es un personaje copado.
Poco antes de que volviera a España, me encontré con Andrés en un living del centro porteño para una entrevista televisiva que recuerda un poco quién era por entonces.
Andrés terminó el siglo con aplausos y derrapando en una autopista velocísima y húmeda. Hizo el doble Honestidad brutal, que fue una desmesura, y luego El salmón, con el que incluso llegó más lejos: fueron cinco discos.
El resto es historia conocida.