No hay un aniversario ni algo que justifique con el calendario esta nota. Federico nació en La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, una ciudad tan rockera en la Argentina como Rosario, lo cual es mucho decir, el 23 de octubre del 51, y murió el 21 de diciembre del 88 en San Telmo, Buenos Aires, adonde había fijado su residencia. Cómo olvidar aquella fecha, si la Navidad de ese año otra vez fue tristísima. Lo había sido la anterior por la muerte de Luca Prodan. Y en el transcurso del 88, en marzo precisamente, fue la muerte de Miguel Abuelo. El rock argentino parecía no poder sacarse el luto.

Federico, qué tremendo, tenía sólo 37 años cuando sus ojos de color cielo se cerraron para siempre. Quien que lo conoció puede sospechar que se fue con una sonrisa.

Federico Moura. Foto: Redes

Fui invitado para escribir en un libro sobre él que publicó en 2018 la Gobernación de Buenos Aires, que firmaron mi hermano Guille y Sebastián Ramos, y para el que aportaron fotos Andy Cherniavsky, José Luis Perotrta, Gustavo Saiegh y Marcelo Zappoli.

Quizá no me hagan falta más que esas palabras para recordarlo bien:

Recuerdo con tanto detalle la noche en que vi y escuché por primera vez a Virus, como si tuviese un video que hubiera vuelto a ver muchas veces. De paso: qué pena no haber tenido los celulares de hoy en esa época.

En ese tiempo, año 81, iba a ver muchos conciertos, grandes y pequeños, para hacer reseñas para el Expreso Imaginario que dirigía Roberto Pettinato y en el cual yo era el único redactor y un virtual Secretario de Redacción con toda la escena musical local a cargo, porque Pettinato me había dicho en nuestra primera reunión que nada de lo nacional le interesaba. Yo tenía 22 años, hacía solo un año que estaba en Buenos Aires, y trabajando en el Expreso me sentía en la gloria: jugaba en primera y en el equipo de mis sueños.

Fue en un sótano de San Telmo. Casi como si el cuento hubiera sido eso, muy de ficción. Había una docena de mesitas, bastante gente para mi sorpresa, y el escenario al fondo; cuando entré al lugar me imaginé que más o menos así habría sido el Cavern de Liverpoool en las primeras noches de Los Beatles.

En un momento, unos muchachos de pelo corto con camperas negras de cuero, remeras livianas y pantalones ajustados, pasaron por entre las mesas, con sus instrumentos en la mano, y cuando llegaron al escenario, enchufaron y arrancaron.

Papá, qué bien sonaban.

Me sorprendió la justeza, la energía y un cierto desparpajo rockero que tenían y exhibían con orgullo. Sí, aquel lugar era el Cavern pero en otro tiempo y en otra ciudad.

La banda no era Los Beatles, claro, sino Virus. Y ahí estaba Federico. Delgadísimo, afinado, desafiante. Brillaban sus ojos claros. Escribí una crónica muy elogiosa.

Después volví a verlos muchas veces en ese primer tiempo. Por ejemplo, en el festival PrimaRock de setiembre de ese mismo año 81, donde muchos rockeros del público, sorprendidos por ese sonido tan new wave de la banda y sobre todo por el desenfado del cantante, los abuchearon y les tiraron cuanto elemento contundente tuvieron a mano. Los Virus se la rebancaron. Eso me hizo quererlos más aún.

Otra actuación de Virus que recuerdo especialmente fue la del Festival Rock in Bali, que se hizo varios años después, en dos noches de enero del 87, en la playa cercana a Mar del Plata que poco después haría famosa Moria Casan por instalar allí un parador supuestamente nudista, que inauguró cortando las tiritas de los corpiños de chicas que querían salir en las revistas. La primera de las dos jornadas la cerró Virus; la segunda, Soda Stereo. Antes de Virus actuó Sumo, y fue al final de ese set que Luca Prodan, envalentonado porque el público lo ovacionaba, disparó: -Ahora vienen los putos de Virus. Me contaron que Federico, que sentía aprecio por Luca, creyó que le habían disparado en la frente sin previo aviso, y que pensó en no salir a escena. Pero salió y fue hermoso el show. Esa noche sentí que no sólo quería a los Virus, sino que los admiraba con todo mi corazón.

Me crucé con Federico muchas veces en aquel tiempo. Vi en él un tipo muy grato, culto, amable, sensible. Frío y distante también, como si hubiera sido desde siempre un gran artista que sabía poner distancias si lo creía necesario. Quizá haya sido algo tímido también.

Sin haber sido parte de su entorno cercano, supe tempranamente que estaba enfermo. Y el día que partió, pensé todos que habíamos perdido mucho. Hoy lo sigo creyendo.

Virus - Imágenes Paganas (Official Video)
Virus - Superficies de Placer (Official Video)