Fito Páez, el pibe que tocaba el piano con Baglietto
-Mirá el que toca el piano, es un mini Charly, recuerdo que me dijo mi ocasional vecina en la quinta fila de la platea de Obras la noche en que debutó Baglietto ante una audiencia porteña masiva, en agosto del 81.
La chica y su novio, que estaban al lado mío, se pusieron de pie cuando terminó la breve actuación de los rosarinos en ese festival que habían impulsado la revista Humor y el boliche de música La Trastienda, que por entonces estaba en Thames y Gorriti, barrio de Palermo, como protesta nacional y popular ante la venida de Frank Sinatra, producida por Palito Ortega y apañada por el gobierno militar de ese momento. Y era verdad.
El pibe que aporreaba con destreza el teclado era muy parecido fisonómicamente a Charly García, quien, ya consagrado, conducía el grupo Seru Giran y defendía con intensidad su opus 2, La Grasa de las Capitales.
Faltaban pocos meses para que aparecieran, ya independientes, Bicicleta y Peperina, y el cuarteto que se completaba con David Lebon, Pedro Aznar y Oscar Moro, llegara a la cima.
Páez lucía tan seguro y decidido que averigüé en seguida su nombre y lo nombré cuando hice mi nota de cobertura para el Expreso Imaginario. Páez conocía bien la revista. Además de ser un entusiasta lector, había escrito y firmado varias notas como corresponsal de Rosario.
Luego lo vi en la grabación de Tiempos difíciles, el disco debut de Baglietto, que se hizo en un estudio en Barrancas de Belgrano. Fue para una nota también para el Expreso.
Recuerdo, con ternura, que Fito me preguntó, ya que yo era un porteño -qué iluso, llevaba sólo un año viviendo en esa ciudad-, si “pasaría” la censura una canción suya que pensaba incluir en el disco. Era un candombe que se llamaba La música del Río de La Plata que tenía una línea que decía “nos asustan las tijeras que andan merodeando”.
-¿Pasará?, me preguntó, con el texto en la mano, en un cuaderno.
-Yo creo que sí, vos dale, le dije.
La letra la firmaron Fito y Juan, finalmente. Es una de las pocas canciones en las que Baglietto aparece como autor.
Páez aportó cinco de los diez temas del primer disco de Juan: La vida es una moneda, Puñal tras puñal, Sobre la cuerda floja, Aunque mañana no estés y La música del Río de la Plata.
Para el segundo, Actuar para vivir, que se grabó en el mismo 82, dio sus temas Pa’ trabajar, De plenilunio y Tiempos difíciles (homónimo del disco anterior, detalle que no pareció importarle a la compañía editora, y con una letra que parece escrita hoy, que firmó un pibe de 19 años:
Tiempo de relojes que no pueden más, tiempo de sofismas que es la libertad. Tiempo de somníferos casuales, privilegios acordados de negreros de salón. Los sepultureros trabajaron mal, los profanadores se olvidaron que la carne se entierra y no produce, pero hay ramificaciones que están vivas y es peor... están alerta! Brindo por eso, canto por eso... Los cementerios de esta ciudad se iluminarán de infiernos para vengar las almas en cuestión y llegarán trocitos de primavera, luego vendrán veranos para el que quiera.
También puso buenas canciones para el primer disco de Silvina Garré: Patrón de identidades, De prostitutas, Somos la ciudad y A quien sea mi hijo.
Y aportó dos temas que fueron éxito para el tercer de Baglietto, que por entonces ya era artista del staff de Daniel Grinbank: Tratando de crecer y El loco de la calesita.
En ese primer tiempo en Buenos Aires, Fito no tenía casa. Un tiempo pasaba en lo de Lalo de los Santos (de ahí es la foto), otro tiempo en el depósito de equipos de la productora que hacía trabajos con Baglietto. Dormía entre los equipos, literalmente.
Después se ordenó un poco, se puso en pareja con Fabi (Cantilo), dijo que sí rápidamente al llamado de Charly García para sumarse a su grupo, y todo lo que ya se sabe por la biopic de Netflix.
Lo que no se cuenta mucho en esa serie es el período previo al solista. Este del que se ocupa esta nota.
Una vez, sabiamente, lo definió Adrian Abonizio, el autor de Mirta de regreso y El témpano, en tono futbolero (es re hincha de Central y pujante delantero que se daba en llamar Schilaci por el delantero italiano Totò Schilaci, goleador del Mundial 90:
-Se veía que Fito era diferente, todavía no había debutado en primera y ya estaba para la selección.