Horacio Accavallo, un caballero de la quema
Fue campeón del mundo peso mosca en los cruciales años 60, el segundo que tuvo la Argentina después de Pascual Pérez, que había llegado a la cima del planeta en el 54. Y se retiró tempranamente, en el 68, con el título en su poder. Pese a la brevedad de su reinado, su paso fue inolvidable. Esta nota y una canción punk son un homenaje a su figura de gran deportista
En la segunda mitad de los 60 pasó de todo. Los Beatles le habían puesto color al mundo, Juan Carlos Onganía teñía de gris a la Argentina y afirmaba su poder con bastones largos, y un muchacho pequeño de Lanús, Horacio Acavallo, se consagraba campeón del mundo.
Enseguida se supo que había salido bien de abajo.
Nativo de Lanús Este, en el sur del Gran Buenos Aires, de muy pibe anduvo con sus hermanos por La Quema, el gran basurero de la ciudad, juntando cartones.
Como en las películas de final feliz, el muchacho creció pobre, ganando unos pesos también como lustrabotas, botellero y trapecista. ¿Y qué hizo para ser alguien? Se dedicó al boxeo.
Como tenía un físico pequeño, este hincha de Racing a quien le decían Roquiño en el barrio, al hacerse profesional fue peso pluma.
Y el 1 de marzo del 66, hizo que toda la Argentina madrugara porque ese día en Tokio, es decir en las antípodas del mundo, ganó el título mundial más unánime que pudiera imaginarse, el de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) y el del Consejo Mundial de Boxeo (CMB). El boxeo era muy popular en ese momento, casi tanto como el fútbol y el automovilismo de rutas, el Turismo Carretera.
Tan sonado fue su triunfo que a partir de ese momento se hizo famoso en el país el apellido de su derrotado, el oriental Katsuyoshi Takayama. Tal cual: a partir de ese momento, a cualquier japonés se lo llamó, aquí, Takayama.
Horacio Acavallo hizo todo bien. Se retiró rápido, en octubre del 68, sin haber perdido nunca el título mundial, invirtió inteligentemente -tenía una casa de artículos deportivos, a media cuadra de la estación Constitución- y vivió como un caballero hasta que la vida le hizo una artera zancadilla: en junio del 98, su hija Silvana, que tenía sólo 47 años, murió atropellada a pocos metros de su negocio.
Y se fue despacito. Durante más de una década se fue desconectando de este mundo debido al Alzeheimer, y finalmente murió el 14 de setiembre del año pasado, a los 87 años.
Por casualidad o no, falleció el Día del Boxeo Argentino, elegido de esa forma porque ese día, en 1923, Luis Angel Firpo peleó con Jack Dempsey en Nueva York en un memorable choque.
El punk argentino le hizo un homenaje. En el comienzo de la canción Piñas van, piñas vienen de 2’, se lo escucha diciendo unas palabras.