Jorge Drexler, elogio de la simpleza y el brillo
El cancionista uruguayo, que arrancó de abajo y que desde hace muchos años toca el cielo con las manos, es un claro ejemplo de cómo se puede, con inteligencia y sensibilidad, llegar a hacer una música destinada a perdurar en el tiempo. Incluso, como decía Atahualpa Yupanqui, al más soñado destino de un creador: ser anónimo
Hay un país en Africa que se llama Mali. En rigor, no es tan pequeño -está entre los seis o siete más extensos del continente- ni tiene una diminuta población: hoy estaría teniendo unos 23 millones de habitantes; pero que se asemeja a Uruguay, que tiene una célebre población de solo tres millones de habitantes y una extensión diminuta de solo 176 mil kilómetros cuadrados. Que se piense: por qué es impactante cómo un lugar tan “perdido” en el mapa mundial como Mali, de Africa, y otro tan pequeño y tan poco poblado como Uruguay, han dado semejante cantidad de talentos musicales.
Son de Mali Alí Farka Touré, Toumani Diabaté, Mamadou Diabaté, Salif Keïta, el dúo Amadou & Mariam, Oumou Sangaré y Habib Koité. Todos, capísimos.
Y son uruguayos Ruben Rada, Alfredo Zitarrosa, Eduardo Mateo, Fernando Cabrera, Hugo Fattoruso, los grupos NoTeVaGustar, La Vela Puerca y Opa, las murgas Falta y Resto, Agarrate Catalina y Asaltantes con Patentes, Ana Prada, José Carbajal El Sabalero y Jorge Drexler.
Son todos, o casi todos, de este tiempo. Pero sin dudas quien más alto y más lejos ha llegado, es Jorge Drexler.
La suya, la de un joven otorrinolaringólo montevideano que se dedica a escribir y cantar canciones, que un día acepta una tentadora invitación de un famoso (Joaquín Sabina) para radicarse en España, es una hermosa historia.
Siendo que en realidad siempre compuso sobre una base tan uruguaya de milonga y candombe, se ha logrado mantener siempre a la vanguardia por su inquieta búsqueda de hechos y situaciones que aparentemente están a la vista de todos pero que nunca o casi nunca llegaron a ser tema de una canción, y al maquillaje de modernidad que siempre dieron brillo a sus células madres.
Y ese gesto de andar buscando siempre lo nuevo y lo que vendrá, se completa con una dedicada tarea de impulsar lo audiovisual: lo de Drexler se escucha y siempre se ve.
Ganó un Oscar a la mejor canción y está bien. Ganó Grammys, tiene éxitos pegados a la piel de los escuchadores de música de todo el mundo. Su primer idioma es y sigue siendo el español, pero se maneja con soltura con el inglés. Brilla.
Él no lo sabe o no lo siente, o lo sabe pero no lo exterioriza, es un modelo de cancionista de este tiempo.
Como se dice en el mundillo del fútbol, sabe leer los partidos. Y hace correr la pelota más de lo que él corre. Por eso es distinto.