Juan Carlos Baglietto, grande de verdad
El cantante rosarino apareció en las grandes ligas por una casualidad: se hizo inmensamente popular por la desgracia de una guerra. A los pocos meses sus canciones, teñidas de folklore y tango, no siempre optimistas, se hicieron muy populares, contrastando con esa modernidad que parecía teñirlo todo en el comienzo de la Democracia. Y así se hizo un artista realmente nacional y de todos. Desde entonces ha bordado una obra de alta calidad, muy argentina, con formidable madurez. El tiempo, juez implacable, seguramente dirá que es, aquí, uno de los grandes artistas de todos los tiempos
Apareció a comienzos de los 80, hace 40 años, con su figura crística y hippie, muy del interior: enterito blanco, zapatillas, pelo largo. Era de Rosario, la ciudad en la que había aparecido, en los 60, Litto Nebbia.
Después se posicionó rápidamente entre los artistas más populares del país, incluso más allá del género en el que se lo ubicaba primigeniamente, el rock.
Baglietto es triste, es decía en Buenos Aires con cierto desprecio en aquel comienzo de la década y en el arranque de la primavera democrática, sólo porque sus canciones no congeniaban con la modernidad y el pasatismo banal de esas horas.
Finalmente el tiempo le dio la razón y hoy, definitivamente pelado y sin esa imagen de flaco pelilargo que reprodujo la serie sobre Fito Páez en Nétflix, donde hizo de él su hijo Julián -qué símbolo-, Baglietto ha cimentado una obra de calidad sorprendente, nunca cediendo a las tentaciones del momento, como si siempre lo hubiera conducido un experimentado hombre con vivía dentro del muchachito que era.
Fui testigo de su aparición en Buenos Aires y de su desarrollo en los 80, cuando llegó a ser tan buen negocio, que el jeque de la representación en ese momento, Daniel Grinbank, lo integró a su staff.
Después, siempre serio, Baglietto atravesó los 90 del neoliberalismo comenzando una sociedad con Lito Vitale que aún mantiene, y empezó el nuevo siglo con integridad. Como muy pocos más.
No es para nada serio y circunspecto. Se ríe con facilidad. Sabe atender a su intuición y como manejarse en las alturas del gran éxito.
Así llegó adonde hoy está.
En su primer gran año en Buenos Aires, aún con Fito Páez en su banda, hizo cientos de shows por todo el país, al tiempo que conseguía la insólita marca de tres discos publicados en dos años: Tiempos difíciles, Actuar para vivir y Baglietto.
En ese último LP figuró La historia de Mate Cosido, una canción con rítmica muy folklórica escrita por Adrián Abonizio, quien se había dado a conocer como gran autor con Mirta de regreso, el primer hit de Tiempos difíciles, el álbum debut.
El tema recorría con trazos nada lineales el camino de Segundo David Peralta, un bandido rural nacido en Tucumán que hizo su fama en el comienzo del siglo pasado. Dicen que murió en 1940, a los 42 años, luego de que la policía de ese momento lo pusiera en el tremendo rol de objeto de caza muy codiciado. “Para que un oficial escriba en el parte de salida una o”, dice la letra. Es la “o” de occiso.
En un pub y ante poco público, quien sabe cuándo y adónde, Baglietto cantó esa canción que formaba parte de su primer repertorio y que finalmente grabaría en su tercer disco, en 1983.
Aquí está el registro documental de esa performance.
Juan, oh, cómo ha pasado el tiempo, hoy tiene casi 30 discos editados y acredita 67 años.