Leo Maslíah, todo por una sonrisa
En el arte de hacer entrevistas hay materias bien difíciles. Dicen quienes saben, que se consigue el aprobado recién cuando el entrevistado sonríe. Luego de mostrar cómo fue el paso de Pedro Aznar por el programa Disco Pi, un difícil, Pedro, hoy es el momento de recorrer una de las charlas a las que fue convocado el artista uruguayo Leo Maslíah, famoso entre los periodistas por ser un “complicado”. Se spoilea: todo fue muy grato.
Algunos creen que es por un gran ego suyo y otros creen que es así porque es excéntrico y nada más le importa. Yo creo que Leo Maslíah es como es, públicamente, porque es un enorme tímido.
Entonces le cuesta sumar una palabra a cada una que sale de su boca.
Tarda en hilar una frase completa, mucho más si su afirmación viene contundente o concluyente.
Más allá de esa cualidad o deficiencia comunicativa, según se vea, lo cierto es que el uruguayo Maslíah ha ganado un sitial seguro en el podio de los más talentosos artistas del sur del mundo.
Porque es original y brillante, porque es siempre novedoso y porque ha sido consecuente con su hermosa locura.
Tuve la posibilidad de entrevistar varias veces a Leo Maslíah en la radio.
Durante un buen tiempo, pensé que yo era un afortunado que el señor siempre me decía que sí. Después me enteré que muchos colegas le decían que no… Amablemente, decían que no. Le tenían un poco de miedo, creo, a sus respuestas monosilábicas.
Y yo, ingenuo, no temía a esa parquedad. Por qué se podría temer, si cada vez que hablaba con él, me iba bien.
Tengo que decirlo: el señor fue siempre muy amable conmigo. Cortés, dispuesto y amable. Debo decir también: no tenía por qué no serlo. Conozco su obra, la valoro y la respeto.
Y después de todo, amando la música como la amamos, creo que no es difícil entablar una conversación con alguien como él. Mucho menos si hay un mate de por medio.
Maslíah es montevideano, tiene 68 años, compone, produce, escribe, pronto llegará al medio centenar de discos editados en los que hizo de todo, desde canciones formales, podría decirse, hasta experimentaciones varias.
Esta nota presenta 51 minutos de charla con él. Que empiezan con Milton Nascimento cantando su Biromes y servilletas.
Y de paso sirve para recordar cómo era una mañana de Disco Pi cuando llegaba un invitado.