Los Abuelos de la Nada, el Pop del Cono Sur
En esa explosión de alegría, buena música, optimismo y honestidad que se vivió en los años 80 en el rock argentino, posiblemente este grupo haya sido el mejor símbolo de ese momento. Esta nota revela aspectos no muy conocidos de este quinteto que puso patas para arriba, y bailando, al rock local
El bueno de Andrés, que a pesar de todo tiene una formidable memoria, siempre recuerda aquel diálogo.
Dijo Cachorro: -Nuestra música tiene elementos diferentes. ¿La onda? Es medio latina, aunque ponerle rótulos puede ser medio tonto.
Precisó Andrés: -Es el Pop del Cono Sur.
Ahí saltó Miguel: -Sí, sí, sí. Eso es.
Este diálogo fue central en una entrevista que hice para la revista Expreso Imaginario con la banda que recién se formaba y que era todo sueños.
Tenía nombre ya, Los Abuelos de La Nada, y eso es porque su conductor, Miguel Abuelo, recién retornado de un largo viaje por Europa, había tenido un grupo con esa misma marca en los años 60, cuando el rock de acá estaba naciendo.
Dice la leyenda que el nombre lo inventó Miguel cuando recordó que uno de los personajes del libro que estaba leyendo en esos días, El banquete de Severo Arcángelo, de Leopoldo Marechal, le dijo a otro: -Padre de los piojos, abuelo de la nada.
Aquella charla de este periodista con el grupo en formación fue en octubre del 81 y se publicó pocos días después en esa revista, que era la principal de la escena rockera local. Andrés Calamaro, que en ese momento lucía como un adolescente -de alguna forma lo era, aunque acababa de cumplir 20 años-, vivió con especial intensidad ese primer cruce con un periodista -luego tendría miles- y nunca lo olvidó. Se lo dijo a mi hermano Guille hace unos pocos meses cuando habló para Rolling Stone: -Dale saludos a Víctor, siempre recuerdo que fue el primero que entrevistó a Los Abuelos.
Los Abuelos de la Nada empezaron grabando un demo de cuatro temas en el final de ese año 81, en los estudios del Jardín, con Mario Breuer como técnico -según él mismo me ha contado la historia en uno de nuestros muchos encuentros, ahora que somos vecinos en Agua de Oro, en el interior de Córdoba- y enseguida empezaron a sonar en Radio del Plata, emisora top de ese tiempo, no por un convenio económico sino sencillamente porque allí programaban la música dos amigos que eran del palo del rock, Gustavo Noya y Daniel Ladogana.
En el festival Pan Caliente, celebrado en el estadio de Excursionistas un sábado a la tarde de enero del 82, debutaron ante un público numeroso junto a otro grupo que haría historia: los Redonditos de Ricota, en un evento que sería la excepción a la regla ricotera que decia siempre solos y de noche.
Yo fui ese día y lo escribí para el Expreso. Recuerdo que Los Abuelos no fueron muy aplaudidos porque el público todavía no estaba preparado para divertirse sin preguntarse por qué, pero nadie pudo decir que no sonaban bien. Más o menos lo mismo sucedió al mes siguiente en el Festival de La Falda. Y ellos siguieron.
Quien sí les dio una calurosa bienvenida fue Charly García, quien se ofreció para ser su productor para su primer disco.
Esos de la segunda mitad del 82 no eran días fáciles para nadie: acababa de terminar, con una derrota, la guerra del Atlántico Sur, y Malvinas era un nudo en la garganta para todos los argentinos.
En noviembre de ese año 82, Los Abuelos, ya con sus primeras canciones en el aire, tocaron en el Festival BARock, que se celebró al aire libre en Obras, y unos días después, ya en diciembre, fueron teloneros de Charly en el primer concierto de rock argentino en un estadio de fútbol, en Ferro.
Después Andrés, Cachorro, Bazterrica y Melingo empezaron a tocar como banda de García en las presentaciones de Yendo de la cama al living, brillante debut como solista del ex conductor de Seru Giran.
Ya en ese iniciático momento de aparente total felicidad y disfrute, los observadores más atentos pudieron ver los primeros chisporroteos en el grupo o más precisamente alrededor de Miguel y de su ego, tan grande como su talento y su capacidad de formidable estratega: los temas más impactantes a nivel popular no eran los suyos sino los de Andrés, y el grupo, en verdad armado e imaginado por él, estaba siendo utilizado por Charly para su propio lucimiento. Eso no estaba en los primeros planes.
De todas formas, la banda siguió adelante, ya se sabe.
Pudo telonear a Rubén Blades en Obras, en setiembre, y después se presentó como número central en ese mismo estadio de junio del 83, y grabó un segundo álbum, Vasos y besos, que los colocó en la cima. Ya con el tercero, Himno de mi corazón, que empezó registrando en Ibiza, confirmó que era la gran banda de ese tiempo.
Los Abuelos eran masivos y exitosos. Lo habían hecho.
Después grabaron un disco en vivo, y finalmente ya con otra formación, Miguel insistió en el proyecto y publicó otro disco, Cosas mías. Pero murió en marzo de 1988. Su hijo Gato intentó el retorno de la banda, recientemente, pero no tuvo suceso.
Nada pudo alcanzar y menos superar el gran éxito y el deslumbre provocado en miles y miles de oyentes en los primeros tiempos, que fueron en el momento de la gran explosión, en la primera mitad de los 80. Está clarísimo, esos abuelos eran imparables. Por eso ninguna bala pudo parar ese tren.