Manu Chao cumple 25 años
Para hacerla corta: hace hoy un cuarto de siglo fue publicada el disco que cambió la historia de la música latina cercana al rock en todo el mundo. Suena importante y es probable que lo sea, ya que sin este artista que hizo “Clandestino” no existirían, por ejemplo, Los Fabulosos Cadillacs de “Matador”. Y de ahí se puede imaginar el resto. Esta nota no pretende más que homenajear al responsable del emblemático álbum que hoy prende un cuarto de centenas de velitas
El 6 de octubre de 1998, o sea hace hoy exactos 25 años, el sello Virgin francés publicó un disco que tenía como todo gran antecedente la conducción del responsable de sus canciones, del grupo francés neo punk Mano Negra. Se llamaba Clandestino con un subtítulo debajo -cosa rara en un disco- que decía Esperando la próxima ola. En la tapa se veía al artista: un pibe con zapatillas de básquet que lucía amplias bermudas negras y camisa blanca y roja a rayas, con un pañuelo en la cabeza. No era tan pibe en verdad, aunque lo parecía: tenía ya 37 años. Manu Chao.
José Manuel Tomás Arturo Chao Ortega nació en París en el verano boreal de 1961 y vivió durante muchos años -o vive aún- en Barcelona. Es franco-español. Hoy tiene 62 años y sigue luciendo como un jovencito.
Es un muchacho informado porque nació y creció en una familia culta, hijo de un periodista y escritor, Ramón Chao, y sobrino de un teólogo, José Chao Rego. Por esa condición de ilustrado, hoy habla fluidamente inglés, francés, español, catalán, gallego y portugués.
Creció en el punk que tenía como primera figura a la banda londinense The Clash.
En la segunda mitad de los 80 formó Mano Negra, un grupo esencialmente punk que hacía rock y rumba más hip-hop y salsa, con letras en varios idiomas. No era llamativo que recurriera al francés y al inglés, aunque sí que lo hiciera en español.
Con Mano Negra y gracias a que el Ministerio de Cultura de su país natal, de corte socialista, organizó un grupo artístico multidisciplinario en conmemoración del Quinto Centenario del desembarco español en América, vino por primera vez a la Argentina en 1992.
Y en 1995, cuando ya Mano Negra se había ganado prestigio en el circuito del rock alternativo latinoamericano, desarmó el grupo y se hizo solista.
En octubre de 1998 publicó su primer trabajo individual, este Clandestino, original e inclasificable, con melodías sencillas y mucho trabajo de mixtura de ritmos, samplers, y capas sonoras. No había pausas de silencio entre las canciones, y así se sucedían emotivos números hechos básicamente en español como Desaparecido, Welcome to Tijuana y Mentira junto a la brasileñísima Minha galera, cantada, claro, en portugués, más otros en inglés o en francés.
Dieciseis temas en 46 minutos. Ninguno extenso, salvo dos de cuatro minutos y fracción, ninguno de más de tres minutos.
Este disco, que hoy puede escucharse completo sin sobresaltos, fue una enorme novedad en su momento, y consolidó lo que Chao había mostrado, aunque en forma no completa, en Mano Negra: una versatilidad y un eclecticismo arrolladores, con un sonido en vivo que podía animar hasta las piedras.
En los 25 años que transcurrieron desde la aparición de Clandestino, Manu Chao ha demostrado un excepcional sentido de la ubicación para aparecer en el primer lugar del artista progre desacartonado que se pueda imaginar en estos tiempos de apocalipsis: estuvo del lado de los zapatistas en la rebelión de Chiapas, se sumó con fervor al acampe ecologista argentino -cordobés- en contra de Monsanto y le cantó a Diego Maradona ante la cámara de Kusturica. Y siempre lo hizo en colores y a buen volumen.
Manu Chao, puede decirse sin vueltas, es un ejemplo de lealtad.
Es lo que se supone que debe ser un buen artista, noble y sincero de verdad.
Es caótico, sí, y eso también le pone una pátina de belleza a lo suyo.
Así también son estos tiempos.