Historia completa. Se debe ubicar la primera escena en el verano del 78, en Radio Olavarría. 

León Gieco, a quien acababa de conocer y que me había visto en acción, conduciendo mi programa, me preguntó si pensaba irme a Buenos Aires, porque, con el nivel que había visto, creía que allá podía trabajar de periodista. Yo tenía 19 años y él unos pocos más, 26.

Cuando me instalé en la capital del país, dos años después, tuve mi primer trabajo en una radio a través suyo, porque me había recomendado ante Oscar López, que era el conductor del sello discográfico que lo editaba, Sazam, subsidiaria de Music Hall, y también responsable de la producción ejecutiva del programa. El programa era La isla del tesoro. Ahí lo conocí de cerca a López.

En la Isla del Tesoro. Gustavo Montesano, Oscar López y el autor de esta nota. Invierno de 1980. Foto: Archivo Víctor Pintos

Yo sabía que Oscar había sido manager de Sui Generis y de La Máquina de Hacer Pájaros, que había conducido la sala del Centro de Artes y Ciencias donde habían tocado los Redonditos de Ricota, que en Sazam había conseguido reunir buena parte del mejor rock de ese momento: Seru Giran, Nito Mestre y los Desconocidos de Siempre, León Gieco, Raúl Porchetto, Pastoral, Ruben Rada, María Rosa Yorio y Miguel Mateos con su grupo Zas, entre otros. Con esa etiqueta publicaría luego a Gustavo Santaolalla con su disco de rock moderno, el de la portada naranja cruzada con líneas de electocardiograma, y a OtrosShakers, un grupo ocasional liderado por Hugo y Osvaldo Fattoruso.

En ese programa, que era de una hora y que iba una vez por semana en la noche de Radio Splendid, o sea en un momento y en un lugar nada centrales, tan marginal como era todavía el rock local, tuve mi comienzo profesional en Buenos Aires.

Ahí hice mi primer contacto no solo con músicos sino también con amantes de ese género que no eran músicos sino periodistas y que luego serían bien conocidos como Alfredo Rosso, Fernando Basabru, Fernando Noya y Lalo Mir, entre otros. Ellos fueron mis compañeros y algunos, mis primeros amigos en la ciudad.

Un par de años después, en segunda mitad del 82, cuando estaba concluyendo la Guerra de Malvinas, López me dio trabajo como encargado de la comunicación con los medios de su nueva empresa, La Corporación, que representaba artistas de la nueva camada como Alejandro Lerner, Miguel Mateos y Celeste Carballo, entre algunos más.

Muchos años después, después de mucho tiempo sin que lo viera, le escribí un mensaje por Facebook. Se sorprendió con mi aparición y me dijo que estaba viviendo en México. Algo de eso sabía.

-Cuando esté por allá, te aviso, me dijo.

Un día me sorprendió con un llamado.

-Vine. Estoy en Buenos Aires. Venite esta noche a la casa de mi vieja. Morfamos algo y charlamos.

Y bueno: Oscar era así, impulsivo, sorpresivo y muy delirante.

-Oscar, no sé si te acordás. Yo te conté que ya no vivo en Buenos Aires. Estoy en Córdoba.

-Ahhhh, sí, sí. Bueno, ya te voy a ir a visitar.

Un tiempo después reapareció.

-Estoy en Córdoba.

¡Había venido nomás!

-Vine a conocer una casa que una vez me compré en Carlos Paz y a verte.

Al otro día le hice una entrevista en Disco Pi.

Este es el momento justo para rescatarla.

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No recuerdo si ese mismo día o al otro, fuimos a comer al centro cordobés y hablamos mucho.

Desde entonces -esto fue hace unos años ya-, estuvimos muy en contacto.

En una de esas charlas por WhatsApp, me preguntó si no me había volvería a Buenos Aires, porque quería reabrir La Corporación, con nuevos proyectos, y me dijo que le gustaría que trabajara otra vez con él.

Como le dije que no pensaba moverme de Agua de Oro, donde me instalé y estoy viviendo, me preguntó qué tal si convocaba a mi hermano, porque al menos así podía tener cerca a alguien de mi familia. Le dije que muchas gracias, y que le preguntara a Guille si le interesaba.

Ayer a media mañana me enteré de su muerte.

Un rato antes había estado hablando con León. Le pregunté si sabía algo y me dijo que no. Que si efectivamente había sucedido, lo sentía mucho, porque Oscar hizo mucho por él.

Y sí, era cierto nomás.

Oscar López. Foto: redes
Una parte del equipo que hizo La Isla del Tesoro. Arriba, Rodolfo Fortuna, Gustavo Noya y Daniel Ladogana. Abajo, Eddy Haida, Alfredo Rosso, Oscar López y el autor de esta nota. Invierno de 1980. Foto: Archivo Víctor Pintos

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