Pappo, es menester que sea rock
El autor de esta nota tuvo una larga relación de conocidos con Norberto Napolitano. Amigos no. Hoy podría vanagloriarse de una amistad pero no: amigos de verdad son los que le decían "el Tano" en su barrio, La Paternal. Un disco dedicado, algunas fotos y varios recuerdos son un testimonio de esa cercanía. Otra historia que debía quedar contada
“Para el amigo Víctor, un recuerdo (regalo) de Pappo”, dice el disco de vinilo de Riff VII que hoy debe valer una fortuna pero que, claro, no está a la venta.
Ese valioso objeto y otros más, como la agenda que un día se olvidó en casa y que nunca más pasó a buscar, hoy tienen un altísimo valor, pero nada es superior al afectivo.
Lo certifico.
No empezó bien mi contacto con Pappo.
Me tocó escribir del disco debut de Riff en el Expreso Imaginario, nada menos (era la más influyente revista de rock en ese momento) y fui fiel a lo que pensaba, más allá de que me derretía por la histórica oportunidad que tenía: puse que me parecía flojo, que no estaba bien grabado.
Quiso el destino que dos semanas después el director de la revista, Roberto Pettinato, arreglara para que Pappo fuera a la tapa del número siguiente -era mensual- y que la entrevista la hiciera yo…
Recuerdo que junto a Pappo, llegaron a la redacción los otros tres Riff, como fieles lugarteniente del jefe, y que los cuatro quedaron en una salita conmigo, el negrito de Olavarría que hacía poco que estaba en Buenos Aires.
Los Riff tenían mucha fama de pesados y lo hacían notar, sobre todo cuando estaban los cuatro, y yo pensaba que me iban a comer vivo.
Pero no, fue todo bien, aunque luego, en otra revista, hablaron mal de mí.
Después Pappo me demostró su hidalguía: reconoció que mi comentario había estado acertado aunque le dolió. Y fue muy simpático conmigo.
Nos vimos muchas veces. En su casa de la calle Artigas, en el camarín de Halley, el club de rock que manejaba su manager, Mundy Epifanio, en mi casa también.
Una tarde que estuvo en mi casa, de paso a un taller mecánico que estaba en el barrio, Parque Patricios, se olvidó su agenda.
Lo llamé a la noche -en ese tiempo no había celulares- y se lo dije.
“No pasa nada, la semana que viene tengo que volver al taller de mi amigo y paso por tu casa a buscar la agenda”, dijo. Y nunca más pasó.
Así que a esa libreta hoy la tengo acá conmigo.
Otra vez, recuerdo, pasamos un buen rato mirando películas viejas y riéndonos mucho.
Tenía el televisor familiar en su pieza, en cuyas paredes había fotos de coches de Turismo de Carretera, motos y algunas chicas.
Reviso un apunte. Es del 99.
“Pappo invita con un té, pone un CD de Megadeth en un pequeño reproductor portátil que está sobre la mesada, muestra unas fotos personales y me sonríe:
-Mirá, ella es Layla Roberts, la chica Playboy. Mirá como me abraza. Nos conocimos en una fiesta, estuvimos toda la noche juntos. Ella me dijo que tiene novio, y yo le dije que no me importa, que voy a esperarla. Estoy enamorado...
En ese tiempo había pasado a ser el dueño de casa. Sus padres habían muerto un tiempo antes y la situación era tremenda para él, que nunca había querido dejar lo de los viejos.
-Ahora vivís solo en esta casa.
-Sí. Fue duro. Y me puso donde estoy, ahora quedé como el jefe de la familia. Pero bueno, así es la vida. Uno sabe que esas cosas van a pasar. Y estoy tranquilo, porque alcancé a decirle a mi vieja cuánto la quería. Y porque a los dos les di satisfacciones, los cuidé, les di lo que necesitaban. Y se fueron sin sufrir. Ahora todo sigue.
Después hablamos de otras cosas profundas. Menos mal que tengo el apunte para no tergiversar la memoria.
-Llegar a viejo tocando cada vez mejor parece ser el gran objetivo para un músico de blues.
-Por supuesto. Si he podido crecer, es porque nunca me quedé quieto. Puede ser talento, no sé, pero seguro que tuve constancia. Además, siento que sé hablar el idioma del blues. Los bluseros se dan cuenta. Es que el blues no es solamente la pentatónica, es un mensaje espiritual. Un idioma universal. Y yo sé hablarlo.
-Hace 30 años, cuando entraste al rock, ¿pensabas llegar a esta edad que ahora tenés y seguir tocando?
-No, nunca lo pensé. Pero es que por la música siento mucha devoción y respeto. Por eso dejé el alcohol, por eso me cuido, me entreno. Ahora tengo muy claro que quiero vivir más, para poder tocar más.