Posible decálogo de cómo hacerla bien (parte 2)
La nota publicada ayer en este portal universitario cordobés despertó un buen revuelo en la comunidad artística local. Entre los elogiados y entre los señalados, también entre los confundidos y los que se creen los mejores sin advertir que no convocan multitudes como para respaldar lo que aseguran ser. Y también están los que quieren expresarse nomás, sin que importe qué repercusión tengan. Por eso, esta segunda parte.
Se dice que Thomas Alva Edison comentó alguna vez que la genialidad es 1% talento y 99% transpiración. Si eso es verdad, pudo que tuviera razón, sí. El señor inventó mucha cosa, y además tuvo este formidable pensamiento.
También es importante, cree el responsable de estas líneas, que nadie tome como un ataque personal a sí lo que se haya dicho.
Al que le quepa el sayo, que se lo ponga, dice un viejo dicho. Un sayo es -o era- una túnica muy sencilla que usa -o usaba- la gente humilde, aclaro para quien no lo sepa o no entienda del todo el dicho popular.
Y están los que nunca lo intentan. Quienes lo han intentado sin éxito o con un mediano éxito. También quienes no están interesados en hacer el intento o elijen ni pensar siquiera en que podrían intentarlo.
Este posible decálogo -se dice “posible” porque se sabe que nadie es dueño de la verdad, si es que hubiera una- no pone en valor la calidad de cada propuesta.
Hay quienes son una maravilla haciendo lo que hacen y no tienen suceso de proporciones porque el mercado busca otra cosa. Está claro. Así que todo el mundo tranquilo. Aquí se habla de “hacerla” en el sentido de reunir una multitud con una propuesta y de ganar un buen dinero como para tener con ella un buen pasar.
Hay muchos actores que deben hacer lo suyo para que el hecho suceda. No alcanza con componer una buena canción. Es necesario una buena parada en el escenario, destreza para tocar o cantar, constancia y empatía con la gente. También ser original y a la vez no tanto… como para que quienes elijen, se asusten ante algo tan raro. Es difícil hacer todo y pegarla, ya se sabe. Por eso llega un solo Messi -o un solo De Paul o un solo Otamendi- cuando hay miles de aspirantes. Así ha sido siempre. No está en juego ser el mejor, el más bonito ni el más diestro. Cada uno en lo suyo.
Lo que nadie debería permitirse es navegar en las aguas de la queja. Ni de la frustración. Cada quien hace hasta dónde le dá, cada quien hace lo que puede y lo que le sale, y si no hace más, cada quien debería plantearse si quiere más -puede que no, claro- y cómo lograrlo. Y entretanto, la transpiración.
Dicen que Atahualpa Yupanqui, maestro también en el sarcasmo, solía decir que hay quienes se hacen artistas para levantarse recién al mediodía. Puede ser también.
Se debe contar con buen comunicador, un buen productor de los hechos artísticos y un buen manager o representante, si es que el -o la- misma- artista no consigue serlo duplicando o triplicando su tarea.
Pero claro, en el caso de que se hayan sumado colaboraciones… el dinero que ingrese debe repartirse. Y si el dinero es muy poco, ningún comunicador ni productor ni representante querrá asociarse con alguien que genere poco. Se debe tener en cuenta que si quien sube al escenario con su nombre obtiene algo no solamente económico, será en su propio beneficio: ese rédito será siempre para quien ponga la cara, no para el equipo que esté detrás.
Entonces es el huevo o la gallina.
Y se debe contar con un buen medio de difusión que respalde genuinamente, por sencillo amor al arte, lo que se hace. Un medio llegador, no solamente discursivo. Un medio que esté en la gente, que tenga su propio brillo. Está claro que hay medios que dicen que sí, si hay un buen billete por detrás del pedido. Es obvio que aquí no se habla de ellos.
Nada es solo magia, se podría decir. Sí, claro. Como en todo.
Y después está la audiencia. Quienes receptan. Quienes compran un disco o una entrada, si es que sus bolsillos no están vacíos. Que tengan nada también es posible en estos tiempos.