El poder de compra de los asalariados registraba hasta noviembre pasado una retracción de 10 puntos. En otras palabras, si en noviembre de 2022 podía comprar 100, en el penúltimo mes del año apenas me alcanzaba para comprar 90. 

La caída real de los haberes reflejada por el Índice de Salarios, que mide el Indec, tiene recorrido por delante.

Con una inflación que en diciembre alcanzó el 25%, la baja del poder adquisitivo será decididamente más marcada y nada hace suponer que el panorama varié al menos en el primer semestre de este año. 

La caída real de los ingresos de los asalariados que comenzó en 2018, prácticamente no varió desde entonces aunque con diferencias según el sector de que se trate.

Según el Indec, en noviembre, los salarios en general subieron 9,1% promedio, casi cuatro puntos por debajo del alza del 12,8% que marcó la inflación en el mismo mes.

En ese marco, los ingresos de los empleados del sector privado aumentaron 9,9%, mientras que en el sector público subieron 7,8 % y los no registrados, que representan un tercio de la fuerza laboral, 8,3%. Todos perdieron.
 

También en la comparación interanual. En los últimos 12 meses, contra una inflación acumulada de 160,9%, los salarios de los empleados públicos registraron un alza del 157,3%, mientras que los de los privados aumentaron 150,2% y los ingresos de los trabajadores informales tuvieron una mejora del 101,1%. En el promedio de los tres sectores, el índice general de salarios subió 144,3%.

Los datos dejan en evidencia que si bien todos vieron erosionado su poder de compra. Sin embargo, fueron los informales los que quedaron más rezagados: sus sueldos aumentaron casi 60 puntos porcentuales menos que la inflación. Y aún falta computar el fatídico diciembre.

Por lo demás, el Índice de Salarios que difunde el Indec sólo mide variaciones porcentuales y no montos nominales promedio de cada sector.

En la práctica, no es lo mismo haber perdido frente a la inflación pero con un salario superior a los 500 mil o un millón de pesos mensuales que estar en igual situación con haberes de 200 o 300 mil pesos.

Si a esa situación se suma la falta de aportes previsionales y de obra social como el caso de los informales, el panorama es definitivamente negativo.

Las consecuencias son evidentes. La caída pronunciada por poder adquisitivo de los salarios deriva en una caída en el consumo, un menor nivel de actividad con la consiguiente posibilidad de cierre de negocios y empresas y eventuales despidos y la merma de la recaudación de los Estados nacional, provincial y municipal, recursos claves para sostener las responsabilidades básicas de cada Gobierno y destinar fondos para ayuda social, con cada vez más asalariados bajo la línea de pobreza e indigencia.