A casi dos años de aquel 19 de marzo en el que Alberto Fernández anunció el comienzo del aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO) contra el Covid-19, la semana pasada el presidente anunció el comienzo de una “guerra contra la inflación” como parte de una potencial agenda pos pandemia.

Sin dudas, el aumento sistemático de precios es uno de los principales problemas de la economía argentina; como puede apreciarse en el gráfico de arriba, luego de la crisis de 2002 sólo durante dos años de la gestión de Néstor Kirchner (2003-2004) la inflación anual estuvo por debajo del 10%; desde 2005 superó los dos dígitos, y a lo largo de los dos mandatos de Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) osciló entre pisos del 15% (2009) y techos apenas por debajo del 40% (2014), con un promedio entre el 25% y el 30%.

Aun peor fue el desempeño de Mauricio Macri (2015-2019), con un registro piso en torno al 25% (2017) y un techo de casi 55% (2019). En el primer bienio de Alberto Fernández, pandemia mediante, la inflación rondó el 35% en 2020 y cerró en casi 51% en 2021, lo que implica que al menos desde 2018 el país arrastra una inercia inflacionaria que ubica al aumento de precios anual en una franja entre el 35% y el 50%.

En ese marco, no sorprende que la inflación esté al tope de las preocupaciones de la opinión pública. Según una encuesta reciente de la consultora Synopsis, ocupa casi 49% de las menciones en el electorado general y trepa al 69,4% entre los electores del Frente de Todos (FDT) en 2021 (gráfico arriba).

Cuando la pregunta acerca de los problemas percibidos no se hace de manera excluyente sino que admite varias respuestas, como sucede en un estudio reciente de la consultora D`Alessio/IROL, la incidencia de la inflación roza el 90%, con matices menores entre los electores del FDT (86%) y los de Juntos por el Cambio (JXC, 93%), confirmando que es un problema cuya importancia resulta transversal a la “grieta” política (gráfica abajo).

A su turno, la última encuesta de Clivajes realizada en Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y provincia de Buenos Aires (PBA, dos distritos que suman 45% de los electores del país) confirma la prioridad del problema en la agenda social, dado que casi 40% de los votantes de ese conglomerado ubica a la inflación al tope de las preocupaciones. Sus menciones más que duplican al segundo de la lista (desempleo, con 17,5%) y más que triplican a tercero (pobreza, con casi 16%; gráfico abajo).

Consistente con eso, la última encuesta de Consultora Circuitos en PBA también ubica al aumento de precios como el problema más mencionado (31,4%), muy por encima de su escolta (corrupción, con casi 22%; gráfico abajo).

En este marco, una primera conclusión que deviene evidente es que la frase presidencial coincide con la opinión pública en términos de diagnóstico de problemas prioritarios. Sin embargo, el desafío que enfrenta el gobierno es que se le hace cuesta arriba revertir la percepción de una baja eficacia de la estrategia de control de precios, que recibe un acompañamiento de apenas 10,1% de los electores, mientras que casi 79% cree que no hay eficacia en esa materia, según el último estudio de Rouvier & Asociados (gráfico abajo).

Profundizando en el análisis, el mismo estudio arroja que la expectativa de reducción de la inflación viene en caída desde febrero de 2020, el mes inmediato anterior a la llegada de la pandemia al país y el único de la serie histórica con un optimismo cercano al pesimismo. Desde entonces, la confianza en una baja de la inflación se desplomó, llegando a un piso del 17,5% en la última encuesta, contra un escepticismo de 75% (gráfico abajo).

En la misma línea, la última encuesta de consultora Analogías detectó que apenas 15,6% cree que durante el resto del año se podrá ir reduciendo mucho o bastante la inflación, contra 77,3% que opina que se reducirá poco o nada (gráfico abajo).

En síntesis, el Gobierno nacional enfrenta claramente un problema de expectativas negativas en la materia, agudizadas por una inercia inflacionaria elevada que va camino a cumplir cuatro años. Además, por si fuera poco, la pandemia del Covid-19 primero y la escalada bélica entre Rusia y Ucrania después han contribuido a acelerar el aumento de precios a nivel global, con lo cual a los componentes endógenos del problema se agregan los factores exógenos.