José Rivera Indarte es el poeta y periodista más renombrado de Córdoba sin que nadie sepa que fue tal cosa. Nació en esta ciudad y apenas vivió 32 años. Al parecer fueron suficientes para dejar marcas. Sin ir más lejos, vivió un año menos que Alejandro Magno. Pero Rivera Indarte y Magno no tienen mucho que ver. 

La marca fundamental de Rivera Indarte no fue su condición de poeta y periodista, dos oficios que efectivamente cumplió. Pero lo que lo distinguió fue haber sido inicialmente un ferviente rosista, un fanático exagerado como todo fanático, un exegeta desaforado de Juan Manuel para, después, convertirse en todo lo contrario: un enemigo acérrimo, un asesino en potencia del gobernador de Buenos Aires.

PRIMERA PARTE 

Aquel primer Rivera Indarte rosista fue quien le puso letra, candor, color y corazón al Himno a Rosas, también conocido como Himno de los restauradores. Allí se entona:  

¡Oh gran Rosas! tu pueblo quisiera mil laureles poner a tus pies; mas el gozo no puede avenirse con el luto y tristeza que ves. 
¡Ah! cobardes temblad, es en vano agoteis vuestra saña y rencor. Que el gran Rosas preside a su pueblo. Y el destino obedece a su voz. 

¡Y ojalá que tu nombre en la historia una página ocupe inmortal!  

Y el coro remata en el estribillo:   

Alza ¡oh Patria!, tu frente abatida, de la esperanza la aurora lució: tu Adalid valeroso ha jurado restaurarte a tu antiguo esplendor.

Rosas, de acuerdo a este himno, para Rivera Indarte era el propio Dios. También como rosista, Rivera Indarte escribió y produjo el pasquín / afiche La espiga de maíz, una publicación que contaba lo genial que era el hombre fuerte del país. De la espiga de maíz de Rivera Indarte nace la mazorca, el grupo parapolicial del padre de Manuelita (Rosas, la tortuga). Ergo, Rivera Indarte reivindicaba la parte más oscura del Restaurador.

SEGUNDA PARTE

Pero Rivera Indarte, que apena vivió poco más de 30 años, tuvo una segunda vida. En donde se convirtió, siendo la misma persona, en el enemigo jurado de Juan Manuel de Rosas. De aquel fanatismo irredento, el hombre que bautiza calles y barrio y centro comercial en Córdoba se sumó a la Asociación de Mayo, el grupo de hombres que conspiraba abiertamente contra el caudillo.  

La mazorca, a la que de algún modo Rivera Indarte le había dado nombre con su Espiga de maíz, lo empezó a perseguir. El enfrentamiento fue bestial y crucial, a tal punto que en 1841 Rosas recibió un paquete que provenía, decía la etiqueta, de un anticuario. En su interior, se informaba, había medallas. Así, en tono muy general: medallas. Rosas, que era bastante más vivo, no lo abrió.  

Quien sí lo abrió fue su hija Manuelita, sin saber, claro, lo que había dentro: una corona de doce caños de pistola con una bala cada una que se activaba con sólo abrir el paquete. Un error en la máquina infernal salvó la vida de la joven. Máquina infernal fue el nombre que Rosas le dio el regalo de su ex fan número 1, nuestro coprovinciano  José Rivera Indarte.

Además de haber expresado los extremos rosista y antirrosista, José tiene otros goles en su haber: fue expulsado de Uruguay por el presidente Fructuoso Rivera (el de la calle de la Feria, sí) por su conducta poco clara. También lo echaron de la Universidad de Buenos Aires por robar libros. Además, dicen, había sustraído la corona de la Virgen de las Mercedes. Y como si fuera poco escribió Tablas de sangre, una gran fake news que sirvió para que el mundo tuviera a Rosas como el demonio mismo. 

En Córdoba, al parecer y por cómo su nombre se ha inmortalizado, homenajeamos a los creadores de noticias falsas y amante de los extremos fanatizados.