Aníbal Rucci es uno de los hijos de José Ignacio. Hoy forma parte de la planta política de Axel Kicillof y su militancia es dentro de la órbita de Andrés ‘Cuervo’ Larroque. Anibal defiende fuertemente la gestión del actual gobernador bonaerense  y se ha mostrado en más de una oportunidad con Cristina Fernández, a quien defiende y reivindica.

Su hermana Claudia, conocida en su juventud como actriz, comenzó su militancia en el peronismo opositor al kirchnerismo. Fue pre candidata a la vice presidencia, acompañando a José Manuel De La Sota en 2015 y en 2019 integró el espacio liderado por Miguel Ángel Pichetto, cuando éste se alió al macrismo. Hoy, lejos de cualquier expresión justicialista, trabaja codo a codo con la vicepresidenta Victoria Villarruel. Rucci es Directora del Observatorio de DDHH del Senado.

Los hermanos están distanciados. Hoy no se hablan. Ambos reivindican a su padre (a quien Perón consideraba un hijo). Pero difieren a la hora de interpretar aquel crimen político. Según Claudia, los asesinos eran integrantes de Montoneros y el kirchnerismo, al reivindicar a la juventud militante de los ‘70, reivindica, a su vez, aquellos crímenes políticos. Aníbal, en cambio, dice que la orden de asesinar a su padre vino de más arriba. No niega que la célula que llevó adelante el hecho pueda haber sido sido parte de Montoneros, pero asegura que el autor intelectual del crimen trascendió a cualquier organización armada. Insiste: la orden vino de arriba. Y cuando dice eso, mira hacia los Estados Unidos. Su lectura le permite militar en un espacio, el kirchnerismo, en donde actúan hombres y mujeres que en los ‘70 integraron organizaciones armadas.

Claudia no le perdona a Aníbal su pertenencia al kirchnerismo.

Aníbal no puede creer que su hermana milite junto a Victoria Villarruel.

José Ignacio Rucci fue asesinado hace 51 años. Hace 51 años, el crimen dividió al país. Hoy divide a dos hermanos.

A continuación, la crónica de aquel día que cambió, para peor, la historia de Argentina.  

Asesinato de Rucci: el crimen político que divide a dos hermanos (y a todo el país)

EL DÍA DEL ASESINATO

El triunfo de Perón otorga al país una meseta de pacificación que buena parte de la sociedad está esperando. Pero apenas 48 horas después de consumada la victoria, el martes 25, esa paz, breve y ficticia, ha llegado a su fin.

José Ignacio Rucci, el líder de la CGT, el hombre al que el presidente electo le dice el ‘Petiso’ y lo considera un hijo, sabe que su vida corre peligro. Por esa razón cambia de lugar de pernocte varias veces a la semana. Este martes 25 le toca dormir en su propia casa. Ahí llega cuando desde una camioneta aciertan el primer tiro en el centro de su pecho. Es el inicio de una balacera que dura 15 minutos. Al tiro frontal que derrumba al gremialista se le suma una ráfaga disparada desde una casa vecina. Esa casa, desocupada, escondía la trampa: con la excusa de alquilarla para poner una escuela de TV, los asesinos de Rucci la han ocupado para concluir el plan desde la azotea.

Perón, a su regreso a Argentina, el 17 de noviembre de 1972, con José Ignacio Rucci (con el paraguas) y Juan Manuel Abad Medina (derecha).
Perón, a su regreso a Argentina, el 17 de noviembre de 1972, con José Ignacio Rucci (con el paraguas) y Juan Manuel Abad Medina (derecha).

La paz, breve y ficticia, ha llegado a su fin.

El miércoles 26 lo velan en el primer piso de la CGT. Perón llega a las 9.25 de la mañana. Pedro Cossio, su médico, temprano y después de revisarlo, lo autoriza a ir. El presidente electo se queda varios minutos frente al féretro. Saluda a la familia. Charla con Robledo y con el jefe de la Federal, Miguel Ángel Iñiquez. Se retira a las 10.50 con López Rega.

35 coches con coronas de flores y una escolta de motociclistas encabezan la caravana de unas 20 mil personas en el cortejo final. Al pasar por la Casa Rosada, Lastiri sale al balcón. Un helicóptero sobrevuela todo el tiempo la atmósfera densa de este 25 de septiembre. Se canta en el cortejo. Se canta ‘ni yanquis ni marxistas’. Se canta ‘A Rucci lo vamos a vengar’.

Perón e Isabelita llegan a La Chacarita cerca de las 17, antes de la llegada del féretro. Pocos minutos después arriban los restos del gremialista. La pareja presidencial se queda 45 minutos. El presidente electo no quiere hablar. El ministro Otero y Lorenzo Miguel, los dos metalúrgicos, son los únicos oradores. Lanusse, fuera del país, dice que debe haber sido el ERP. Lastiri, que sigue siendo presidente, dice:

— A la violencia, venga de donde venga, de la derecha y de la izquierda, se responderá con la misma violencia.

En mensaje televisado que también sale por radio, dice el presidente que “el enemigo, consciente de su derrota, extrema su accionar en busca de caos, único clima propicio para sus oscuros designios, sin advertir que la sangre argentina derramada retempla nuestros espíritus. Rucci es un soldado de la causa nacional y popular que cae en la dura lucha que el pueblo argentino viene librando desde hace 18 años”.

Después de la tele, el gobierno, en un comunicado oficial, ratifica la versión de Lanusse: “A la violencia desatada por el autoproclamado Ejército Revolucionario del Pueblo, el gobierno ha de contestarle en el mismo terreno y no habrá ninguna contemplación respecto de aquellos que se opongan criminalmente a la paz”. El ERP no se ha pronunciado. Nadie se adjudica el asesinato.

Iñiquez, el 1 de la Federal, insiste con la misma versión: fue el ERP, pero aclara que se trata del ERP 22 de agosto, el desprendimiento de la agrupación liderada por Santucho. Esa organización política armada que había tendido puentes hacia el peronismo ante la negativa del ERP original. Es evidente que la inteligencia del gobierno falla.

En Córdoba se cumple un paro activo de 36 horas. En la noche del 25 hay manifestaciones en el centro de la ciudad. Se canta a favor de Perón y Rucci y en contra del ERP y del comunismo. Nadie, nunca, jamás, menciona a Montoneros. Al frente del edificio de la CGT, sobre la avenida General Paz, se escuchan disparos de armas de fuego. Hay, en esas primeras horas, cientos de comunicados. Ninguno de Obregón o del gobierno provincial, que ha debido soportar, en estos meses de gestión, los embates permanentes de Rucci y sus enviados, sus enemigos íntimos en el peronismo cordobés.

La paz del 23 se ha desdibujado. Los gobernadores de la Tendencia, que creen que con Perón en el poder lograrán cierto equilibrio, ven cómo el mareo gana de nuevo. En Salta, durante la marcha que se realiza por el asesinato del líder de la CGT, la burocracia sindical ocupa la casa de gobierno y pide que el gobernador Ragone renuncie, que se intervenga la provincia, que basta de infiltración comunista. Nadie, nunca, jamás, menciona a Montoneros.

Nadie lo dice hasta que la CGT emite el primer comunicado: “Los idiotas útiles que se dicen peronistas sabrán ahora a la clase de intereses a los que sirven quienes se sumaron al coro para criticar a sus propios compañeros”, dice la central de trabajadores. Idiotas útiles que se dicen peronistas. Saben, o creen saber, que quienes se encargaron del fusilamiento están dentro del movimiento. Saben, o creen saber, los muchachos de la CGT, que pueden abrir las puertas a la cacería. Pero ponen un freno:

—La indignación y el deseo de venganza es un sentimiento absolutamente explicable (pero) es necesario que ningún compañero intente hacer justicia por mano propia.

Tosco, el enemigo íntimo de Rucci, sí habla. Firma con su nombre la declaración de Luz y Fuerza. Repudia, sin medias tintas, el criminal atentado. Así le dice: criminal atentado. Remarca que sólo el protagonismo militante de la clase trabajadora abrirá el camino hacia la justicia social. De todos modos, Tosco no se engaña. No puede hacer silencio sobre lo que viene pasando: hace algunas semanas los aliados de Rucci dispararon a matar a la sede lucifuercista. Por esa razón, en el mismo comunicado denuncia las provocaciones y agresiones a Luz y Fuerza y otras organizaciones sindicales combativas. Llama, finalmente, al paro.

El 26, un grupo armado vinculado al peronismo de derecha asesina al militante de la JP Enrique Grinberg como devolución de gentilezas. 

El ojo por ojo ha comenzado.