El día que Alfonsín metió preso a Rosendo Fraga
Bombas, amenazas, explosivos en escuelas. No eran los ‘70. No era Medio Oriente. Era la Argentina en plena primavera democrática de 1985. Alfonsín se cansó, decretó Estado de Sitio y Rosendo Fraga, hoy hombre de concurrencia habitual a la TV porteña, terminó detenido.
El 25 de octubre de 1985, hace exactos 39 años, el presidente Raúl Alfonsín firmó el decreto 2049/85, que en otras palabras decía:
_ Los quiero a todos presos.
Lógicamente la normativa no decía eso. Pero el hombre al frente de la Casa Rosada decretaba el primer Estado de Sitio en la novísima democracia y sí, ordenaba que 12 hombres fueran a parar al calabozo sin proceso ni directiva judicial previa. Por orden del presidente, bajo el argumento de intentos golpistas, señores del poder castrense conocieron la oscuridad de una cárcel.
La tapa de Clarín lo dijo sin tapujos:
“Arrestan a civiles y militares por el clima de perturbación”, titulaba el diario con letras catástrofe.
¿Quiénes eran los detenidos? El de más renombre era Guillermo Suárez Mason, genocida que aun gozaba de libertad. Adentro. Junto al hombre de notable responsabilidad en la dictadura previa, otros 5 militares siguieron su suerte.
Los otros 6 restantes eran civiles. Pero con buenos contactos. Civiles que la iban de intelectuales y periodistas. Uno era el olvidado Daniel Horacio Rodríguez, que trabajaba en el diario La Prensa. También fue a parar a la mazmorra el director de Prensa Confidencial, cuyo apellido hacía honor a su condición de periodista: Jorge Vago. Pero el más destacado de los hombres de calle detenidos por Alfonsín era un intelectual de renombre que aun hoy se pasea por los canales porteños dando una mirada lúcida y conservadora de la realidad: Rosendo Fraga fue acusado por el radical como parte de la campaña para instalar un clima de temor y de caos. Rosendo, adentro.
Fraga era civil, ya oficiaba de analista y también de lo que hoy conocemos como consultor: un gurú de los que ya lo tienen todo y quieren más. Pero ante todo, Fraga era un hombre de tradición militar: Su bisabuelo, su abuelo y su padre, todos llamados Rosendo Fraga, habían sido militares y las relaciones con las FFAA se mantenían intactas más allá que el joven cuarta generación hubiera optado por vestirse de traje y corbata y no calzar charreteras.
Aquella experiencia fue traumática para la joven democracia. El impacto en los medios, la sospecha de actividades conspirativas, la decisión unilateral del Ejecutivo. Todo generó mayor incomodidad en tiempos en que la esperanza de la democracia como fin en sí mismo se desdibujaba mostrando que no, que no era suficiente ella para comer y curar.
A los pocos días, 11 de los 12 detenidos fueron liberados sin siquiera ser procesados. Uno solo fue resguardado a la sombra un tiempo más: Suárez Mason. Había más de un elemento para sospechar del sujeto cuyas manos estaba manchadas con sangre desde hacía años. El joven Rosendo Fraga recuperó su libertad y nunca estuvo muy dispuesto a hablar del episodio. A los pocos años engrandeció su condición de hombre público e incluso llegó a la tapa de las revistas que se meten en la vida íntima de las personas cuando se casó con Mónica Gonzaga, la femme fatale de los '80. De preso de Alfonsín a noviar con Mónica Gonzaga, ocupando el sitial que antes habían ocupado, entre otros, Cacho Castaña y Julio Iglesias.
Argentina en su esplendor.
Pero queda la última joya del día. Atención. Justo ahora que venimos de la entrega po-li-ti-za-da de los Martín Fierro del Cine. El mismo día de octubre de 1985 que el llamado padre de la democracia -Alfonsín- encarcelaba a Rosendo -el novio de Mónica Gonzaga-, el Poder Judicial liberaba a Norman Briski, que había estado a la sombra durante 3 días por presuntos vínculos con Montoneros.
Argentina en su esplendor.