La "lista" de Menéndez para el Mundial 78: rehenes y desaparecidos en los estadios
Un "seleccionado" de presos políticos elegidos por el dictador fueron amenazados de muerte durante el mundial de fútbol, del que se cumplen 45 años. Otros fueron obligados a trabajar en salas de prensa o llevados como carnada a los partidos.
Técnica, precisión, belleza y eficacia. Todo eso tuvo el segundo gol que Teófilo Cubillas metió en el debut de la selección de Perú en el Mundial de fútbol de 1978, en el estadio Chateau Carreras, Córdoba. Un tiro libre de tres dedos que esquivó los cinco escoceses que el arquero Alan Rough había puesto en la barrera, sin poder evitar que la pelota se le meta en el ángulo.
Ese 3 de junio de 1978, Perú venció a Escocia por 3 a 1. En el estadio Chateau Carrera, inaugurado dos semanas antes, había 37926 espectadores. Todos, dicen los que estuvieron, rugieron con el gol de Cubillas, uno de los mejores de la historia de los mundiales. Y entre toda esa gente, una pareja; Héctor “Ruso” Kunzmann y Mirta Iriondo, jóvenes, ella embarazada, mezclados entre la gente, dos más en el montón, pero desaparecidos desde hacía dos años. Dos ausentes. Dos chupados. Habían sido sacados del centro clandestino de detención y tortura La Perla y, vestidos para la ocasión, llevados al estadio como carnada para quienes los reconozcan.
“Lancheo”, se le decía en la jerga, a la práctica de sacar a los detenidos desaparecidos para reconocer o señalar a otros militantes. “Nos llevó Oreste “Gino” Padován, uno de los represores”, contó Kunzmann durante el juicio La Perla, que se extendió entre 2012 y 2016. “Todo era angustiante: querías ser invisible para que nadie te viera, que no se te acercara ni saludara nadie. Eso era lo espantoso de los lancheos: el terror de que algún amigo, algún conocido del barrio, o de la militancia cayera sólo por saludarte. Por suerte para nosotros no pasó. Todos estaban viendo el partido. Me acuerdo de que nos llevaron en un Dodge 1500 sacado del garaje donde me hacían arreglar los autos que conseguían, robando en los operativos”, dijo ante el Tribunal Oral Federal N°1 de Córdoba.
“Ellos apostaban a quedarse en el poder. Lo del Mundial, que el equipo gane, les vino muy bien, pero no les alcanzó” agregó el Kunzmann, quien fue liberado junto a su pareja a fines de ese año y conforman el grupo de los últimos 17 sobrevivientes del campo de concentración más grande del interior del país.
El Mundial de 1978 fue un capítulo aparte durante el juicio más grande que se realizó en Córdoba. El partido Perú-Escocia, por el grupo D, fue el debut en el torneo del máximo estadio de Córdoba, ahora llamado Mario Kempes. La elección de Córdoba como sede del mundial implicó una gran inversión en obras públicas, entre ellas el Chateau Carreras. Usando parte de terrenos donados por el Tercer Cuerpo de Ejército, también se construyó la autopista que une Córdoba y Carlos Paz para dar “una buena imagen al mundo”. Y, a pedido del ejército que donó los terrenos, las empresas Caruso S.A. y Vimeco S.A. edificaron una “casita” al costado derecho de la ruta. Esa “casita” fue la primera de las cinco construcciones que conforman La Perla, por donde pasaron 2500 personas entre 1976 y los primeros días de 1979.
Lancheos y rehenes
Desde allí, Luciano Benjamín Menéndez preparó una estrategia extendida de terror para la realización del Mundial. Oreste Valentín Padován, suboficial del Ejército con múltiples condenas por delitos de lesa humanidad, lo explicó en una de las audiencias. Dijo que desde mayo de 1978 estuvo a cargo del diseño de “seguridad” del estadio. Que los “agentes” fueron asignados en dos grandes grupos con tareas similares: los que iban al Chateau a “lanchear”, disimulados como trabajadores o simples espectadores y el grupo de mujeres que fue enviado a trabajar a la sala de prensa que funcionaba en el Jockey Club, a donde se concentraba la prensa internacional. Algunas de las detenidas tuvieron que trabajar como traductoras, de francés o inglés. “Teníamos conocimiento de que se podían realizar algunos atentados terroristas”, dijo Padovan.
Hubo un tercer grupo de detenidos: los rehenes. Una lista de nombres, mujeres y hombres de diferentes organizaciones, que durante junio de 1978 fueron trasladados por diversos centros clandestinos de Córdoba, con un solo objetivo: serían fusilados si, durante la visita de Videla a Córdoba o durante el mundial, las organizaciones emprenden alguna acción. La lista de nombres solo ha sido posible de reconstruir fragmentariamente a través de los testimonios de los sobrevivientes. Algunos, como Fermín Rivera, eran presos políticos y durante ese mes fueron trasladados a centros clandestinos.
Ese grupo fue la carta de terror que Menéndez jugó con la excusa de resguardar la única visita que realizaría Videla al estadio cordobés Chateau Carreras. Fue el mismo 3 de junio, para presenciar el partido inaugural de esa sede, el partido en el que Teófilo Cubillas marcó aquel gol. Estuvo acompañado por el presidente de la FIFA, Joao Havelange, y de la AFA, Alfredo Cantilo. De todas maneras, los altos mandos de la dictadura cívico-militar reconocían que en los primeros meses de 1978 las organizaciones guerrilleras estaban “desarticuladas y dispersas”. Otra cosa preocupaba al jefe del Tercer Cuerpo del Ejército: las inspecciones de la Cruz Roja Internacional motivadas por las denuncias de familiares y organismos de derechos humanos a nivel local e internacional.