En el bar de una estación de servicio de la avenida O'Higgins, dos radicales -el experimentado Dante Rossi y el joven Rodrigo de Loredo- tienen la misma charla que ya tuvieron varias veces en esa mesa en la que un café los convoca periódicamente.

 No vayas a la interna porque vas a perder por mucho. Están Mestre, Negri, todos. Acordá, arreglemos y acomodemos las cosas. No vas a poder renovar el radicalismo así.

 Para mí es el momento, gane o pierda.

Esa elección de 2021 por el control del partido tiene a la lista de todos los popes del radicalismo cordobés nucleados en Convergencia compitiendo contra Sumar, la lista de De Loredo. Rossi, como casi todos, le anticipa una derrota catastrófica, pero el muchachito de la seccional cuarta se tira a la pileta igual. Y es cierto: pierde, pero por mucho menos de lo que vaticinaban, y se gana el respeto de distintas vertientes de los boinas blancas.

En la misma estación de servicio, Dante Rossi le reconocerá días después: “Tenías razón”. No toda derrota es un paso atrás. De Loredo -su carrera lo demuestra- lo tiene clarísimo.

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“Sí, ese soy yo, y tal vez te estés preguntando cómo llegue aquí. Bueno, esta es mi historia”, dice como latiguillo una voz de doblaje latino de cine en los spots de campaña de Rodrigo de Loredo. Su historia militante arranca desde la adolescencia, como un miembro del radicalismo en la cuarta, la seccional de zona sur en la que vivía con su familia. La tradición radical viene principalmente por vía materna: su abuelo Carlos Mauvecín fue presidente del Congreso Provincial de la UCR en tiempos de Illia; los Sullivan, apellido de la abuela, también eran radicales. Esa genética política es la que le hereda su madre, Leonor Mauvecín, poeta cordobesa con varios libros publicados.

Pero el vínculo que marcaría su carrera política llegaría en la Facultad de Derecho, donde conoció a su pareja, Carolina, hija de Oscar Aguad, uno de los jefes del radicalismo provincial. Ambos se recibieron con los promedios más altos de su generación.

Dentro de la UCR, De Loredo hizo gala de una marcada audacia política en ciertas decisiones. Quizás porque necesitaba mostrar impronta propia en el seno del propio partido donde era visto como ‘el-yerno-de’.

Luego de ganar la Juventud Radical de la seccional cuarta y de perder una interna para quedar al frente de la JR de la Capital, De Loredo quedó al frente del Comité Provincial de la JR tras vencer a Lucas Balián.

Durante su mandato legislativo provincial (2011-2015) empujó la salida como presidente de bloque del mestrista Luis Brouwer de Koning bajo el argumento de que se necesitaba endurecer la postura contra el delasotismo. Lo sucedió el riocuartense Eduardo Yuni, al cual también terminó desbancando para convertirse en jefe de bloque en 2014.

En 2015 buscó una interna en la elección municipal contra quien es su figura antagónica dentro del radicalismo: Ramón Javier Mestre. La fricción entre ellos era altísima y De Loredo, embravecido, deslizaba que Mestre tenía un acuerdo con el peronismo provincial y que no había pechado el carro de la candidatura de Aguad, su suegro, para gobernador. La respuesta de Mestre fue brutal: las internas municipales se suspendieron solo 48 horas antes de realizarse.

En 2019, tras ser ungido al frente del Comité Provincial de la UCR un año antes, se retobó a la decisión del macrismo a nivel nacional de ubicar a Juez como candidato en la ciudad, cuando todo indicaba que el radical sería el elegido. Eso sí, debió tragar arena: fue en la lista 3 que llevaba como candidato a gobernador a Mestre. Terminó tercero, pero muy cerca de Juez.

El cuadro se completa con los sucesos de 2021: después de rebelarse contra toda la cúpula partidaria y tratar de dar el zarpazo, se transformó en el candidato más votado de la provincia en las elecciones de medio término. Ahora sí, su ambición tiene la mesa servida en 2023.

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Algo llama la atención: ¿Cómo termina el ‘chico bien’ de zona sur, medalla de oro de la facultad, al que todos tildan de estudioso, de hablar correcto y tradición genética del antiguo radicalismo, tirándose en traje a una pileta, arrojándose en paracaídas desde una avioneta, llevando una torta a la Legislatura, apareciendo con un chaleco “anti bla-bla”, o rematando su auto para recaudar fondos de campaña?

Detener la Caída

Lo performático es un sello de su trayectoria que choca con la seriedad que proyecta su imagen. “El quiere que lo miren, y lo logra”, esgrime el alfonsinista Dante Rossi, sin ocultar cierta envidia por la capacidad actoral.

Otra correligionaria de peso lo define así: “Tiene un perfil de radical moderno. Siempre decimos que es el radical más PRO y los demás somos más bien del partido viejo”.

“Es ingenioso. Tuvo la virtud de entender cómo venía la nueva era de la comunicación. Fue el primero que empezó a usar ese recurso con astucia. Eso sí: , grafica Juan Pablo Quinteros, uno de los competidores en la carrera municipal y que pretende terciar entre las dos grandes fuerzas en pugna.

Hay algo en De Loredo con las alturas y las honduras. Se tiró en traje abajo del agua para presentar su libro “Salir a flote” en una pileta. Se mostró saliendo de los túneles subterráneos de fibra óptica para ponderar el plan de conectividad de Arsat. Presentó su campaña “Volar más alto” con un águila que levantaba vuelo desde su brazo. De abajo hacia arriba. De arriba hacia abajo: se tiró de un paracaídas para decir que Córdoba viene en picada desde la intendencia de Martí y que hay que “Detener la caída”, tal el nombre de su segundo libro.

“Salir a flote”. Del fondo a la superficie. “Volar más alto”. De la tierra hacia el cielo. “Detener la caída”. Del cielo a la tierra de vuelta.

Obsesiones.

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De Loredo pretende llegar a la conducción del municipio con recorrido legislativo pero sin demasiados antecedentes en cargos de gestión. Su única experiencia llegó de la mano de su suegro, Oscar Aguad, cuando lo llevó como presidente de Arsat, empresa que estaba bajo la órbita del Ministerio de Comunicaciones que conducía durante la presidencia de Mauricio Macri.

En el seno deloredista la ponderación de aquella gestión es alta pero investigadores y técnicos no opinan lo mismo. Las críticas se centran en la cuestión satelital: el pico de tensión fue cuando se conoció una carta de intención firmada con la empresa estadounidense Hughes que planteaba la construcción del satélite Arsat-3 en la que, entre otras cosas, entregaba el 51% de las acciones a la parte privada. Finalmente, el satélite quedó en pausa.

La ley 27.208 de Desarrollo de la Industria Satelital, firmada en noviembre de 2015, contiene en su anexo los detalles del Plan Satelital Geoestacionario Argentino 2015-2035, que ya había logrado dos hitos con Arsat-1 y Arsat-2 durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner. Ese plan, con fuerza de ley, plantea que Arsat-3 debía estar en órbita en 2019, cosa que no sucedió.

“Si eran democráticos tenían que cumplir la ley. Si eran antidemocráticos podían eliminarla con un DNU, como hicieron con otras leyes. Pero lo que hicieron fue directamente ignorarla”, opina Jorge Aliaga, físico e investigador del Conicet. Para Alfredo Moreno, trabajador de Arsat y delegado de Foetra durante la gestión de De Loredo, la tramitación del tema satelital “fue muy mala, horrible”, y como corolario del no desarrollo de Arsat-3 “se terminó alquilando servicios a la misma Hughes para que ponga antenas en la Cordillera y baje señal con su propio satélite”.

“Rodrigo de Loredo es muy amigable, fresco y juvenil. Te diría que por momentos es encantador de serpientes, pero es una persona que no tenía conocimientos en los temas de los que se ocupa Arsat”, dispara Moreno, quien tampoco tiene una mirada positiva de los técnicos que acompañaron al cordobés: “Trajeron como informático a uno que estaba en el municipio de Córdoba. Un chanta, no sabía nada. No estaban capacitados en lo más mínimo”.

El mandato de De Loredo al frente de Arsat se terminó por la ley antinepotismo que promovió Macri. Una voz muy cercana al radical desliza que le ofrecieron hacer una excepción para que siga al frente de la empresa pero que él se negó.

Foto. Clarín

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En 2023, el ‘chico bien’ que se tira a la pileta –metafórica y literalmente- tiene su oportunidad. Jugó durante semanas con la posibilidad de completar la fórmula del fernet (así lo planteaban en un spot) provincial junto a Luis Juez. Pero no. Un llamado de Buenos Aires le preguntó si le interesaba ser candidato a vicepresidente de Patricia Bullrich. Las voces cercanas le decían que agarre. Pero no.

Decidió ir por la intendencia en una campaña que no tributa estéticamente al cambiemismo nacional ni a la aventura frustrada -una vez más- de Juez en la provincia. Tendrá que remontar los siete puntos que le sacó el peronismo provincial a JxC hace solo un mes en la ciudad y gambetear los señalamientos por posibles vínculos narco de dos miembros de su lista de concejales. Ya sabe que no toda derrota es un paso atrás, pero esta vez salta a la pileta apostando a ganador.