“El pintado” una historia de ficción en un contexto de realidad, el silencioso genocidio wichí
La última obra de Maximiliano Gómez, un escritor emergente de Córdoba. Para adquirir “El Pintado”: @maximiliano.ficcion ó www.facebook.com/maximilianoficcion
Cada vez que me preguntan cómo surgió la idea para el libro me remonto, inevitablemente, a pocas semanas antes de que apareciera el reciente virus que nos cambió la vida a todos los humanos. Había leído una nota sobre la situación de las comunidades wichí en Salta y Chaco: contabilizaban niños muertos por desnutrición prácticamente de manera semanal y el titular tenía la frase tan atinada: “El silencioso genocidio wichí”.
No importa ahora la fuente, no la recuerdo, aunque podría haber sido cualquiera interesada mínimamente en las realidades extremas que ocurren dentro de nuestro país: cualquier portal de noticias no necesita más que asomar un poco la nariz a estas zonas para palpar esta tragedia.
Esta situación tan drástica y urgente quedó eclipsada, como todo, por la pandemia. Ya casi ni siquiera ocupó un pequeño apartado en los medios de comunicación en el año pandémico. (Por supuesto que la crisis mundial ocasionada por el virus SARS-CoV2 no hizo más que agudizar esta problemática y el escenario es el peor que podemos imaginar).
Sentí mucha bronca, impotencia. Sobre todo porque la crisis mundial les vino como anillo al dedo a muchos en el poder para tapar las locales, que ya vienen desde hace mucho tiempo desarrollándose.
En definitiva, sentí la imperiosa necesidad de escribir sobre el tema y aportar mi granito de arena sobre la cuestión; porque los gestores culturales (no importa si con mucha, poca o casi nula llegada) debemos ser también, al menos en algún momento, promotores del germen reflexivo. El arte como entretenimiento está muy bien, no reniego de eso (por el contrario, muchas veces nos salva), pero usado para hacer denuncias sociales es doblemente mejor.
Pocas herramientas tan útiles como el arte para crear consciencia social. Además, la particularidad del arte (y en este caso el del reproducido por las letras), si es puro, es que no tranza con fanatismos políticos ni ideologías estáticas, entonces nos muestra obligadamente la realidad desnuda, despojada de filtros dogmáticos, todo esto dentro de la ficción; la paradoja más grande: desde esta estética mentira se dice más verdad que desde los medios que ostentan su perspectiva absolutamente realista y lógica.
Me instruí con títulos como “El ciclo de Tokjuaj y otros mitos wichí” de Buenaventura Terán (entre otros artículos de antropólogos argentinos) para tener un acercamiento a la cosmovisión tan vasta y atractiva de esta cultura regional. Ensamblé una idea que ya venía dando vueltas por mi cabeza y salió “El pintado”.
En esencia, la idea surgió desde la bronca por la situación de genocidio que vive este pueblo originario. Este genocidio es sistemático, silencioso y sumamente efectivo. Asediados al completo por cantidades de problemáticas de toda índole, que atentan contra la supervivencia del pueblo. Podemos citar tan solo algunas para que tengan una simple idea (y se imaginen las que estas otras acarrean como consecuencia).
El desmonte de sus tierras. Salta, por ejemplo, es una de las provincias con más deforestación del país en los últimos años, según datos oficiales. La ley nacional de bosques permite la tala controlada para la subsistencia de los pueblos originarios. Sin embargo, la práctica no nos lo demuestra.
Los gobiernos ayudan poco o nada, y la mayoría de las veces es ineficiente; tal es el caso de las casas provistas al pueblo wichí que no contemplan una construcción adecuada para las altas temperaturas de la zona, teniendo estos que volver a sus habituales recintos construidos precariamente. Además los gobiernos no permiten que los wichís se ayuden a sí mismos siendo los mejores conocedores de su situación y su espacio. Se apropian de sus recursos y se los proveen en pocas cantidades y de manera negligente.
Constantemente mueren los niños wichís de hambre y deshidratación, principalmente desnutrición por diarrea debido a que la escasa agua a la que tienen acceso está contaminada. Esto se da en la provincia de Salta y se replica en Chaco y Formosa, donde residen otras células de la comunidad.
Deforestación, falta de agua potable, problemas epidemiológicos, drogadicción en jóvenes, hambruna, falta de educación respetando su cultura, imposibilidad de vender sus artesanías por propios medios, condiciones climáticas extremas producto de múltiples causas de abandono. Estas son tan solo algunas de las problemáticas con las que están silenciando y luego matando este pueblo por completo (y que la pandemia agudizó y aceleró los tiempos, aparentemente, ineludibles de extinción).
Este es el trasfondo, parte de lo que se denuncia en “El pintado”. La ficción y las creencias ancestrales, plagadas de animismos y chamanismos, son una excelente excusa para voltear más miradas hacia esta urgencia. Que me disculpe desde ya el resiliente pueblo wichí por este “préstamo” de su cosmovisión, sé que debe ser impreciso y lleno de errores, pues resulta casi un imposible replicar sus ricas creencias a través de un recopilado escrito por un antropólogo que también hizo un esfuerzo por ser lo más fiel posible a la religión transmitida de manera oral de un pueblo ancestral y tan rico, para perpetuarla. Pero lo hice con la mejor de las intenciones; ayudar, con mi granito de arena que me permite el arte de las letras.
Por Maximiliano Gómez