"Por una teoría desde la novela experimental argentina", el libro de la semana de la editorial
No es posible entrar al libro que nos propone Bracamonte si no es haciendo algunos rodeos. De hecho, eso se plantea desde el título mismo: “Por una teoría desde la novela experimental argentina hasta 1980” ¿Una teoría de la novela experimental? ¿Un experimento de novela de la teoría? ¿Desde/ en argentina? Estamos ahí entonces en los rodeos que nos presenta el libro; en su propio experimento de escritura. Y entramos en ese rodeo a través de otro rodeo: el rodeo de la iniciación. Si una enorme cantidad de las novelas que se analizan podrían entrar en la categoría experimental, pero al mismo tiempo, y quizás por eso mismo, en la categoría de novela de iniciación, esta teoría comienza por el encuentro con el que será el Virgilio de este viaje: Macedonio Fernández. Entendemos entonces, que habrá un exhaustivo recorrido por la literatura argentina del siglo XX, pero que este no se hará desde la perspectiva del “canon”. Eso no excluye nombres, como se podría llegar a pensar, que pertenezcan a cierto canon de la literatura mundial, sino que maneja implícitamente una hipótesis que, como dijimos, el título ya señala: la literatura argentina es, casi en esencia, experimental. Y así, si pueden desfilar en ella nombres raramente escuchados en el gran salón literario argentino, como los de Sara Gallardo, Libertad Demitrópulos, Héctor Libertella, Roger Pla, es decir autores de los que ya no se consiguen obras sino hundiéndose en librerías de viejo (hoy cooptadas por las tiendas virtuales), también encontraremos a los consagrados Borges, Bioy, Saer, Piglia.
Pero volvamos sobre el tópico “teoría de la novela”. La teoría de la novela tiene una larga historia que Bracamonte no elude. Si para Lukács la novela desnuda las tramas sociales que se esconden detrás de los avatares de los personajes literarios, el punto se va a ir trasladando desde esa arquitectura- donde la disputa está dada sobre si la novela desnuda la realidad objetiva, o si bien actúa sobre ella- hacia el lenguaje mismo como terreno de disputa. La lengua, la escritura, como un evento performático, son el terreno a partir del cual, casi contemporáneamente a las discusiones teóricas de los formalismos y los estructuralismos, pero pasando a los posestructuralismos, un Macedonio Fernández plantea su “Para una teoría de la novela” en 1928.
A partir de ese despunte macedoniano no habrá entonces, teoría de la novela que no implique cierta novela de la teoría, y a partir de allí podrán acontecer una cantidad infinita de combinaciones, de maquinaciones, que tendrán una imagen en La ciudad ausente de Ricardo Piglia: la máquina macedoniana, escondida en algún rincón de la ciudad, arma sus combinaciones, cuenta sus historias que la ciudad vive. La teoría, queda así, finalmente, reducida a dispositivo.
De esta forma Bracamonte nos da una llave para comprender la singularidad de la literatura argentina. Desde ese nacimiento (que también es una ficción) macedoniano, la literatura argentina no busca ni una esencia formal (universal), ni una sustancia material propiamente argentina. La literatura, la novela, es una especie de colonización; no hay literatura que no sea la irrupción de una forma que aniquila la anterior, no hay escritura que no borre la oralidad de, por ejemplo, de nuestros pueblos originarios. Pero, y aquí se retoma la tesis de Piglia, si no tenemos propiamente una literatura de la conquista, por ejemplo, tenemos algo aún más “real”, las ficciones armadas en el siglo XX por Demitrópulos (El Río de las congojas), de Saer (El Entenado) y Di Benedetto (Zama). Y no por su justeza, vamos a decir, histórica; sino por el ensayo que implica imaginar el cómo de aquellos lenguajes españoles, indígenas, criollos, olvidados y nunca transcriptos; borrados por el libro y la escritura como formas centrales.
Pero esto es solo un botón de la larga lista de transformaciones, de teorizaciones, y de análisis que nos ofrece la gran biblioteca del libro de Bracamonte. Es una cristalización académica, y exhaustiva, de tesis que, desperdigadas a lo largo de la historia en revistas, ensayos sueltos, nichos literarios, no habían tenido, hasta ahora, una lectura unificada; un relevamiento exhaustivo. El dispositivo, si pudiéramos utilizar ese término de Piglia, del libro, es que no se trata de una historia de la literatura experimental argentina, se trata de leer la literatura argentina en clave experimental. De allí las combinaciones quedan no solo a merced del autor, sino también del lector- salteado pero también de contratapas que se encontrará con la grata sorpresa de la escritura de María Teresa Andruetto abriendo camino al recorrido del libro.
Editorial UNC- Juan Conforte