Colegio, drogas y Rock and Roll.
Take Your Pills, el documental de Netflix dirigido por Alison Klayman, nos muestra cómo la organización sociocultural estadounidense bajo la forma del capitalismo va empujando a toda la población que vive bajo su órbita a niveles sobrehumanos de competencia, al punto de recurrir a estimulantes para superar sus propios límites. Los niños escolarizados son las primeras víctimas.
Una de las figuras más rechazadas socialmente y que ha sido generosamente representada en las pantallas de cine, es la del delincuente que vende drogas a los alumnos de una escuela.
En Take Your Pills veremos en cambio, que la desesperación de los padres por mantener a sus hijos en un alto nivel de competencia los vuelve sumisos y obedientes cuando éstos son diagnosticados con trastorno por déficit de atención con hiperactividad o TDAH.
Aceptarán entonces que sean medicados desde temprana edad con Adderall o Ritalina, estimulantes compuestos fundamentalmente con anfetaminas, que los ayudan a concentrarse en sus tareas bajo el severo riesgo de convertirlos en adictos de por vida.
La meta es concentrarse para rendir lo máximo que puedas, durante el mayor tiempo posible.
Un jugador retirado, de primera división de futbol americano, un programador, un representante de músicos, un agente financiero nos hablan de las bondades del Adderall a la hora de hacer frente a actividades que pueden insumir 16 horas por día para mantenerse a la altura de las exigencias y no ser superados por sus pares.
A su vez un grupo de profesionales de la salud nos habla no sólo de los efectos adictivos de consumir anfetaminas sino también de las causales que llevan a este tipo de comportamiento.
El extremo sistema de competencia que no termina al llegar a la meta sino que permanece de manera indefinida en la vida de la gente.
Tal vez falta ahondar un poco más en la enorme influencia de los grandes laboratorios farmacéuticos en esta problemática compleja.
En los años 70, las grandes compañías farmacéuticas, decidieron ampliar su base de clientes al tratar enfermedades.
Es estrés, el cansancio, la tristeza y cualquier otro estado anímico serían considerados una enfermedad para sumar a la lista de pacientes a aquellas personas que estaban bien.
En 1980, el psiquiatra Robert Spitzer presentó en la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA), un nuevo manual que cambió la manera de definir y diagnosticar las enfermedades mentales.
Estamos hablando del Manual Diagnóstico y Estadístico de Desórdenes Mentales (DSM-III, por sus siglas en inglés) de la APA, que se propuso clasificar cada condición mental, incluyendo nuevos desórdenes que se fueran identificando.
Este manual definió 265 categorías diagnósticas y transformó la teoría y práctica de la salud mental.
La nueva lista de enfermedades que figuraban en el DSM-III le permitió a las compañías farmacéuticas desarrollar una serie de nuevos medicamentos, que serían la base de un negocio multimillonario.
El trastorno por déficit de atención con hiperactividad o TDAH fue definido de esta manera en la 4ª versión del DSM.
Un año después de su publicación, 500.000 niños en EE.UU. fueron diagnosticados con TDAH.
En Take Your Pills, la Dra. Wendy Brown, Doctora en Teoría Política en la UC de Berkeley sostiene
“Ahora cada ser humano debe verse a sí mismo como una pieza de capital humano. A los padres les preocupa mucho desde antes de que nacan sus hijos, el valor que tendrán en términos de capital humano.
Esa ansiedad relacionada con el valor en capital humano que estaría al alcance de sus hijos deriva casi inexorablemente en el consumo de Adderall”.
Estamos ante una sociedad que, lejos de tomar conciencia sobre su lugar en la historia, no ahorra ningún recurso a la hora de maltratar a sus niños.
El sistema feroz de competitividad en el que está inmersa la lleva a dañarlos aún cuando cree buscar su bienestar.
Marchan todos como si fuesen detrás del Flautista de Hamelín, hacia su destino fatal.