Cada 27 de marzo, se conmemora el Día Mundial del Teatro, una fecha establecida en 1961 por el Instituto Internacional del Teatro (ITI) para resaltar la importancia de las artes escénicas en la cultura y la sociedad. Desde entonces, esta jornada se ha convertido en un homenaje global a actores, directores, dramaturgos y todos aquellos que hacen posible la magia del teatro. 

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La fecha se eligió para recordar el inicio de la temporada del Teatro de las Naciones de París en 1954. Se trataba de un evento que reunía a los Estados miembros luego de la Segunda Guerra Mundial, con la representación de 16 compañías en asociación con las autoridades francesas. Se llamaba "Theatre of Nations” (Teatro de Naciones), donde se realizaba el epicentro del teatro internacional, cuyo objetivo pretendía difundir este tipo de arte y lograr la pluralidad de su participación en el mundo.

Un arte que transciende fronteras


El teatro ha sido, desde tiempos antiguos, una de las formas más expresivas de comunicación humana. Desde las tragedias griegas hasta el teatro contemporáneo, ha servido como espejo de la realidad, denunciando injusticias, narrando historias y provocando emociones profundas en el público.  

Cada año, una personalidad destacada del mundo del teatro es invitada a escribir el Mensaje Internacional del Día Mundial del Teatro, un texto que busca reflexionar sobre el impacto y el valor de esta disciplina. Este mensaje se difunde en todos los rincones del planeta y es leído en funciones y eventos conmemorativos.  

Este año el mensaje está a cargo de Theodoros Terzopoulos, dramaturgo director de teatro, Profesor, Escritor, Fundador y Director artístico del Teatro Attis, Inspirador de la Olimpiada Teatral.

 

Compartimos el mensaje de Theodoros Terzopoulos para conmemorar el Día Mundial del Teatro: 

"¿Puede el teatro escuchar la llamada de auxilio que nuestros tiempos están enviando, en un mundo de ciudadanos empobrecidos, encerrados en células de realidad virtual, atrincherados en su sofocante privacidad? ¿Puede hacerlo en un universo de existencias robotizadas dentro de un sistema totalitario de control y represión que abarca la totalidad de la vida?

El teatro ¿está preocupado por la destrucción ecológica, el calentamiento global, la pérdida masiva de biodiversidad, la contaminación de los océanos, el derretimiento de los hielos, el incremento de los incendios forestales y los eventos climáticos extremos? ¿Puede el teatro ser parte activa del ecosistema? Durante muchos años ha sido un espectador más del impacto que hemos tenido los seres humanos en nuestro entorno y se ha visto en dificultades para lidiar con este problema.

¿Le preocupa al teatro la manera en que la condición humana está siendo moldeada y manipulada en el siglo XXI por intereses políticos y económicos, los grandes medios informativos y las compañías que configuran la opinión general?
¿Se preocupa por el papel asumido por las redes sociales que facilitan la manipulación y se convierten en obstáculo, casi insalvable para la comunicación con el Otro? Un sentido generalizado de temor por el Otro, el Diferente, el Extraño, domina nuestros pensamientos y nuestras acciones.

¿Puede el teatro funcionar como un espacio de trabajo para la coexistencia de las diferencias sin tener en cuenta la herida abierta? La herida abierta nos invita a reconstruir el Mito. Palabras de Heiner Müller: “el Mito es un agregado, una máquina a la cual siempre se pueden conectar nuevas y diferentes máquinas. Transporta la energía hasta que la creciente velocidad explota el terreno cultural” y, yo añadiría, el terreno de la barbarie. 
¿Puede el teatro arrojar luz sobre los traumas sociales y dejar de arrojar luz sobre sí mismo? Preguntas ciertas que hace Dioniso al teatro cuando pasa por su lugar de nacimiento, el escenario del edificio teatral, y, cual refugiado, continúa su silencioso viaje a través de los paisajes bélicos hoy en día: el Día Mundial del Teatro.

Preguntas que no permiten respuestas definitivas, porque el teatro existe y perdura gracias a preguntas sin respuestas.

Miremos en los ojos de Dioniso, el extático dios del teatro y del Mito, que une el pasado, el presente y el futuro; el hijo de dos nacimientos, Zeus y Semele; la expresión de las identidades fluidas, hembra y macho, iracundo y gentil, divino y animal, en el límite entre la locura y la razón, el orden y el caos; un acróbata en la frontera entre la Vida y la Muerte. Dioniso formula la pregunta fundamental ontológica: “¿de qué se trata?”. Pregunta que conduce al creador a realizar una investigación cada vez más profunda en la raíz del mito y de las múltiples dimensiones del enigma humano.
Necesitamos nuevas formas narrativas cuyo objetivo sea cultivar la memoria y darle forma a una nueva responsabilidad moral y política que emerja de la actual dictadura multiforme de esta nueva Edad Media que vivimos en nuestros días". 
 

(Fuente: La Nación / Revista Godot)