Los Calamaro, mucho más que una canción de amor
El apellido Calamaro lleva irremediablemente a la figura de Andrés, de quien no es necesario agregar mucho. Más abajo resuena Javier, su hermano menor, también referente del rock. Pero los Calamaro son mucho más que dos hermanos: son la familia del 22.
El 22 de agosto forma parte de la historia luctuosa de Argentina. En 1972, 19 presos políticos de la dictadura de Lanusse, integrantes de las organizaciones armadas, eran fusilados en Trelew tras el frustrado intento de fuga de la cárcel de Rawson. La historia es bastante conocida. No tanto como la del grupo musical que ese mismo día hacía su estreno en público y que, una hora antes de salir a escena, se enteraba de aquel asesinato en masa.
Huerque Mapu –Mensajeros del alma-, la banda que hizo su estreno aquel 22 de agosto de 1972, era un conjunto más de tipo vocal e instrumental integrado por 5 personas: 4 hombres y apenas una mujer. Ese día subían a escena en un acto que se realizaba en la Facultad de Arquitectura de la UBA con el fin de juntar fondos para los obreros cordobeses nucleados en Sitram Sitrac, los clasistas herederos del Cordobazo a quien la dictadura había dejado sin personería. El compromiso político era evidente, pero la noticia de la masacre los inclinó decididamente hacia la revolución que los grupos armados de izquierda propiciaban en Argentina.
Dijimos: Huerque Mapu eran 5, apenas una mujer. La única mujer era Hebe Rossel, joven porteña criada en un hogar que prontamente se quedó sin la figura paterna: ciego desde muy joven, el padre de Hebe falleció cuando ella apenas tenía 5 años y su madre, Esther Masél, destacada kinesióloga y mujer independiente, rehízo su vida junto a Eduardo Calamaro: sí, Calamaro se convirtió en el padre de Hebe para siempre. Y fue Calamaro, poeta, periodista e histórico militante del Partido Comunista quien, junto a su compañera Esther, cimentó el camino de la joven comprometida que llegó a tocar con su grupo en un Festival de Cosquín.
A tal punto fue el compromiso de Hebe y Huarque Mapu que, a pedido de un joven Nicolás Casullo –por entonces funcionario de Cámpora y a la postre destacado intelectual argentino y fundador de Carta Abierta-, compusieron, Hebe y la banda, su obra más emblemática y trabajada pero también más discutible: la Cantata Montonera. Al estilo de los grupos corales latinoamericanos, el quinteto compuso durante un mes una obra reivindicatoria del peronismo revolucionario y la estrenó en un Luna Park colmado en 1974. Coro de 50 personas y miles de militantes acompañaron la cantata que, sin uso de metáforas, avalaba la lucha armada y casi casi que hasta reconocía el estado de guerra que se vivía en el país.
Quizás no sea necesario aclarar que tras el divorcio de Perón con Montoneros, los Huerque empezaron a ser perseguidos y finalmente todos debieron exiliarse. Desde entonces, Hebe vive en México y cada tanto vuelve para visitar a su madre e ir al concierto de algunos de sus hermanos Andrés y Javier.
Esther, la mater familia, ha relatado que la apertura al ancho universo de la cultura y la música por el que transitan aún hoy sus hijos lo abrió Eduardo: el primer disco de los Beatles en Argentina y la primera copia de la ópera rock Jesucristo Superstar vinieron de la mano, vía Londres, del poeta de la familia. Pero Eduardo Calamaro no era sólo un hombre de mundo con amplias inquietudes culturales. También era un reconocido poeta porteño que en la feria del Libro de Buenos Aires de 1965 encabezó, junto a Borges, la lista de autores que más libros firmó. Pero a contramano de Borges, un reconocido liberal, Calamaro era un militante orgánico del Partido Comunista.
Partido Comunista que en sus habituales purgas, al mejor estilo estalisnista, dejó en la calle al joven poeta, que debió recalar en los brazos de un viejo compañero de militancia juvenil, caído en desgracia mucho tiempo antes. Rogelio Frigerio, viejo militante de la Federación Juvenil Comunista, abuelo del reciente ex ministro del Interior, ya se había configurado como el cerebro del radicalismo de centro izquierda que se había escindido del tronco histórico para formar la Unión Cívica Radical Intransigente, la UCRI, con Arturo Frondizi a la cabeza. Calamaro padre fue parte fundamental de aquella historia que tenía una pata elemental en un controvertido hombre con pasado fascista y filo nazi: Roberto Noble.
Noble, cerebro y logia de Clarín, había tenido un sueño: ser presidente del país. Empezó su carrera militante en el Partido Socialista Independiente, abrazó la Reforma Universitaria pero frente a la oportunidad del poder, cambió rápidamente de bando: se alió a Manuel Fresco, el más destacado militante de Il Duce Mussolini en nuestro país. Fresco llegó a ser gobernador de Buenos Aires en 1936. Noble fue su secretario de gobierno y no dudó, como su jefe, en hablar loas de la Alemania y la Italia de entonces. Roberto terminó su mandato con decenas de denuncias de corrupción sobre sus espaldas –mucho dinero gastado en loción, gomina y cenas- e incluso sospechas de sodomización a jovencitos cadetes militares. Lo cierto es que desde entonces Noble supo que no podría ser jamás presidente. De allí su frase: Si no voy a ser presidente, me dedicaré a hacer presidentes. Para eso fundó su obra mayor: el diario Clarín.
Aquel trío Frigerio/Frondizi/Noble, con el notable apoyo del diario más popular y vendido del país, ganaría las elecciones de 1958, previo acuerdo con el proscripto Perón, a quien Noble había denostado, ensalzado y vuelto a denostar. ¿Y Calamaro? Allí estaba, de viejo poeta comunista a periodista del diario en la sección cultura. Ya por entonces se repetía en la redacción un versito que hablaba de épocas pasadas:
El partido Comunista, que es
De todos el más raro
Ha expulsado de sus filas
Al poeta Calamaro.
El poeta Calamaro no sólo hacía periodismo cultural en Clarín –en donde aún se disputa la paternidad del suplemento Cultura y Nación entre él y Osvaldo Bayer-, sino que además pensaba para la plataforma política del diario: El Movimiento de Integración y de Desarrollo, el MID, que fundara Frondizi tras la disolución de la UCRI.
La Usina se llamaba el think tank –tanque de pensamiento- que funcionaba en las oficinas de Frigerio y desde donde se craneaban los discursos de los referentes desarrollistas, los documentos del partido y los artículos y entrevistas que publicaría Clarín en nombre del pensamiento independiente pero con el fin de instalar a los hombres de Frondizi y Frigerio. Además de Calamaro allí estaban Antonio Salonia y Oscar Camilión, militantes del MID, jefes de redacción de Clarín y futuros ministros menemistas. Cuentan que cada vez que un discurso o artículo no tenía el vuelo necesario, se había instalado un verbo que era señal de necesidad de poesía: calamarizar.
El padre Calamaro, también abogado y hombre de mundo, no dudo en llevar a sus jovencitos Andrés y Javier a poner la firma: los futuros rocks star figuran en los listados como viejos –y pequeños- afiliados del MID. Afiliados que nunca tuvieron niñera, pero sí psicoanalista: la izquierda porteña ya criaba a sus futuros monstruos mientras los Calamaro recibían en su casa a Yupanqui y a Borges para compartir una cena. Eduardo y Esther les insistían a sus hijos que estudiaran, pero los tres preferían la guitarra al manual de Geografía. Los progenitores dejaron de insistir cuando escucharon Mil horas y Sin gamulán: esto va para arriba, dijo la madre. Y no se equivocó.
Eduardo falleció a los casi 100 en 2016. Hasta entonces siguió siendo el eje intelectual de la familia y un hombre prolífico en producción literaria. Uno de sus últimos libros fue sobre el descalabro de Martínez de Hoz. En pleno conflicto con el campo, en 2008, apoyó al ex presidente Kirchner: “Ha sido industrialista consecuente y sirvió al crecimiento de la industria, la minería, la exportación y la independencia económica para la salida de la crisis”.
Así, abandonaba el perfil más conservador del desarrollismo y volvía sus inicios por el lado de la izquierda. Al igual que Andrés, que pronto olvidó su paso por el MID y no dudó en mostrar sus simpatías con el aquel gobierno, a tal punto de grabar un video clip junto al ministro paladar negro Aníbal Fernández: Tres marías es la canción que los une.
Pero a decir verdad, Andrés ya había recalado en los brazos de la izquierda mucho antes, cuando supo que el 22 era su número. Porque aquel 22 de agosto en que su hermana debutaba con Huerque Mapu y la dictadura fusilaba a 19 jóvenes, él cumplía sus tiernos 11 años y jamás olvidaría que además de torta y cumpleaños, también hubo Masacre de Trelew. Y que la masacre tuvo se revancha cuando un militante del ERP 22 de agosto –un desprendimiento del grupo de Santucho que veía con buenos ojos a Cámpora y que contaba con el apoyo de Cortazar y de Gustavo Roca, el hijo de Deodoro, entre otros- ajusticiaba al marino Hermes Quijada, el vocero de la dictadura que difundió la versión (mentirosa) de que se había tratado de un intento de fuga.
Andrés Calamaro hasta ahora no ha editado en ningún álbum su tema 22 de agosto, que circula por You Tube y dice:
En el 72 hubo un gran problema/ Fue en el Sur y algunos llegaron a la isla/ pasando a saludar por Chile socialista/ El 22 de agosto es un día donde/ a falta de uno, cumplen años dos gomías/ ¡Salud Martín, Salud Andrés/ ¡Brindemos por los muertos de Trelew!/ ¡Brindemos por los muertos de Trelew!
Un patético almirante apareció por la televisión/ explicando que los malos se habían escapado/ y por supuesto nadie le creyó/.
Y algún tiempo después, el marinero Hermes Quijada/ se enteró que la muerte viaja en monto/ el Gallego Fernández Palmeiro, combatiente del ERP/ 22 de agosto, era el piloto que lo llenó de plomo/ lo llenó de plomo y se las tomó/ ¡Por el 22, el loco!/ ¡Por el 22!
Por el 22 canta Andrés, el más notable de esa familia de 22.