El gran Fernando Pessoa aseguraba que “El poeta es un fingidor. Finge tan completamente que hasta finge que es dolor el dolor que en verdad siente.”

¿Habrá fingido nuestro Raúl González cuando escribió “Mucha muerte a poca vida ¡que lo entierren de una vez la Reina de Ajedrez y un poeta lo despida!.” escondiendo su autoría diciendo que era un Poema que compuso Juancito Caminador para la supuesta muerte de Juancito Caminador”?

¿O cuando afirmó “Cuando el pueblo llora, que nadie diga nada”?

Creo y quiero creer que en ninguna.

Y en las dos.

Porque en ambas finge lo que de veras siente.

La prosa poética de Eduardo Galeano también fingió lo que sintió en sus  múltiples referencias al Maradona por el que hasta el cielo se ha puesto a llorar.

Circa el Mundial de los EEUU de 1994, escribió: “Jugó, venció, meó, perdió. El análisis delató efedrina y Maradona acabó de mala manera su Mundial”. “El placer de derribar ídolos es directamente proporcional a la necesidad de tenerlos”.

El uruguayo sostenía que Maradona 'venía cometiendo desde hacía años el pecado de ser el mejor' y si bien no fue el único jugador desobediente, fue su voz la que dio resonancia mundial a preguntas incómodas al poder como por qué no rigen en el fútbol las normas universales del derecho laboral o por qué los jugadores no pueden conocer las utilidades que generan sus espectáculos dentro de una cancha de fútbol. En el frígido fútbol de fin de siglo, que exige ganar y prohíbe gozar, este hombre es uno de los pocos que demuestra que la fantasía pude ser también eficaz".

Por cierto que Galeano sabía que el magnetismo y la magia de Diego no se limitaba al campo de juego.

El interminable desfile por la Casa Rosada para pasar por unas décimas de segundo a metro y medio del féretro de Diego cubierto por todas las camisetas que te puedas imaginar, asemejaba a la cinta de Moebius, una superficie con una sola cara y un solo borde. Tiene la propiedad matemática de ser un objeto no orientable. Porque va y viene, como aquella letra de “Canción de lejos” de César Isella y Armando Tejada Gómez: “huellita soy que va y que vuelve como dos veces del río a mí, del cielo a vos”.

Por estos días en que Córdoba ha demostrado por no sé qué número de vez que lo de Docta si algo es, es ser pasado, en la que las Sierras Chicas han sido traducidas mecánica y googlemente como Sierras Girls, conviene recordar dos cosas.

La primera, aquel viejo adagio «Traduttori, traditori» (traductores, traidores), que hace referencia a que no es posible trasladar un texto de una lengua a otra sin traicionar el original ni perder giros o matices del lenguaje.

La segunda, aquella afirmación “mi Patria, es mi lengua”

La conclusión es tan clara en estos grises días que no necesita traducción.

¡¡Maradó!!