Chabuca Granda, 40 años sin la reina de la música criolla
“Chabuca Granda es Perú”, se lee en uno de los tantos murales que la ciudad de Lima dedica a la intérprete y compositora. Devolvió los ritmos afroperuanos al centro de la música popular de su país. Junto a Violeta Parra, Mercedes Sosa y Maria Bethânia, una de las voces fundamentales de América.
Napoleón el pequeño, Chabuca la grande. Conquistadora de todo un continente (de toda una lengua) y seductora de nuevas generaciones, María Isabel Granda y Larco (3 de septiembre de 1920 - 8 de marzo de 1983) nació a 4.800 metros de altura sobre el nivel del mar.
Llegó al mundo desde tan alto que se “lavaba la cara con las estrellas”, decía ella, sin poder evitar por un momento el vuelo poético y cierto uso de un español de antaño, tan natural a los peruanos.
Ni siquiera un pueblito abrigó a Chabuca en su llegada; toda huella humana estaba circunscrita al asentamiento minero que Eduardo Granda, su padre, gestionaba en el sur del Perú, donde al fin y al cabo no vivieron por largo período.
"Nací en los Andes. Casi imposible nacer allí, tan alto; la Cotabambas Auraria, en el Perú. Apurímac. Bajé... como lo hacen los huaicos, de repente", dijo Chabuca durante una entrevista en 1972. En Perú denominan huaicos a los corrimientos de tierra, aluviones que irrumpen por supuesto sin aviso, con violencia, y que con la indiferencia que sólo puede ejercer la naturaleza sepultan todo a su paso.
Después de sucesos dramáticos (la muerte del primogénito Eduardo Granda, y el incendio que se produjo durante el parto del que naciera Chabuca) la familia organizó el traslado a Lima, la ciudad señorial en la que latían aún los brillos del virreinato y en la que Chabuca sería reina y figura.
Ya en la segunda mitad del siglo XX, y rescatando la raíz negra que vibra especialmente en la música del Perú, Chabuca Granda se convierte en la gran cronista de Lima y en una intérprete grandiosa, sintetizando en su repertorio distintas vertientes de la América hispana.
Este 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, se cumplen 40 años de la partida física de Chabuca. Con respecto a la efeméride, Javier Luna Elías, amigo de Granda, contó que ella comenzó a componer por un motivo particular y no otro: se negaba a cantar canciones donde la mujer era “vilipendiada”
La hemonogía mexicana, con boleros y rancheras que volaban por la radio durante los años 40 y 50, irradiaba hacia el cono sur canciones desesperadamente desesperadas, mujeres sumisas y corazones en pena exclusivamente masculinos.
Chabuca no contó con el apoyo de su marido, el militar brasileño Enrique Demetrio Fuller da Costa, para continuar su carrera artística. Se convirtió tempranamente -1952- en una mujer divorciada en una sociedad escandalosamente pacata. Se negó siempre a cantar las escenas donde se pedía de rodillas la vuelta del varón, en cualquiera de sus variantes. Entonces buscó su voz, comenzó a componer: La flor de la canela, Fina estampa, Cardo o ceniza, El surco…
Chabuca renovó toda una tradición, o mejor la actualizó, porque desde ella lo tradicional está conectado a su figura: incorporó la raíz afroperuana a la música criolla más ortodoxa. Fue la primera artista que conovcó a los cocoteros negros a los circuirtos de Lima. Fue ella quien propuso al gran público, con autoridad y delicadeza al mismo tiempo, el landó, las zamacuecas, el festejo y la marinera.
Cuenta su hija Teresa Fuller Granda que cuando su madre todavía vivía La flor de la canela tenía versiones en -al menos- 33 idiomas. Lo mismo con los arreglos y estilos que la canción ha permitido (o no): desde el reggae y la salsa hasta el chill-out, aún al precio de comprometer la esencia.
Raro de toda rareza: La flor de la canela en sueco. Según el translator de Google “kanelblomma” quiere decir flor de la canela.
Su manera “de decir" las canciones está determinada por su fraseo, donde las sílabas pueden entrar antes o después en la secuencia de la métrica. La calidez de su timbre y ese fraseo puramente intuitivo (Chabuca no escribía música y sacaba alguna melodías al piano) la colocan junto a Violeta Parra, Mercedes Sosa y Maria Bethânia, entre las voces más contundentes de toda América.
Se lee en la contratapa de Cada canción con su razón, grabado en 1980 en Buenos Aires: “Espero que a los alturados oídos argentinos les parezca un disco natural, pues están los personajes de mi pequeña juglaría. Mis inobjetables artistas y el hechizo misterioso de la raza negra del Perú: está todo entre lo que me escondo y entrego. Siento que ayudaré al aire libre de la danza joven; a que descubran los jóvenes una nueva síncopa del cuerpo; a extrovertirse con la pureza del alma de los negros, de los negros de siglos”.
Disco completo en Spotify
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