“La radicalización de los seguidores de Trump derivó en un cóctel explosivo”
Con diferente tipo de impacto, en una secuencia con climax y anticlimax, los dos encuentros entre los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos no aportaron claridad sobre las líneas y ejes de acción que tomarían en caso de ganar la elección. Más bien, el tono confrontativo, las acusaciones por corrupción y la agresión contenida -y no tanto- en los cruces entre Donald Trump y Joe Biden, marcaron el pulso de las presentaciones.
En el medio, Trump hizo público su test positivo y aprovechó la oportunidad de montar una puesta en escena de indudable sello patriótico: bajó de un helicóptero militar, rígido y serio, y posó sin barbijo para los fotógrafos.
Con más de 220.000 muertos a causa del coronavirus, una economía que parece reiniciar su marcha aunque con registros históricos de caída de actividad y porcentaje de desempleo, Biden, el candidato demócrata, es el favorito en la mayoría de las encuestas que circulan. Sin embargo, el particular sistema de elección (Colegio Electoral) no inhabilita las sorpresas: en 2016 el actual presidente llegó a la Casa Blanca luego de haber obtenido menos votos por parte de los ciudadanos que su rival Hillary Clinton.
¿Cómo se gestionará la recuperación del empleo? ¿Qué enfoque se imprimirá a la política migratoria? ¿Cuál será la reconfiguración de las relaciones exteriores que la primera potencia tendrá con China, Europa y los países emergentes? ¿Buscará la nueva administración, ya sea con la continuidad de Trump o con el arribo de Biden, recomponer la situación de las minorías étnicas dentro de los EE.UU y así calmar el aire de tensión permanente vivido este 2020 entre afrodescendientes, asiáticos, latinos y el aparato represivo?
Para entender todo lo invisible que rodea a la comunicación política, la construcción de un candidato, el impacto que esta elección podría tener en la región y en las relaciones internacionales, consultamos al politólogo e investigador Mario Riorda, quien dirige la Maestría en Comunicación Política en la Universidad Austral.
-En enero, cuando el tema era la muerte de Qassem Soleimani, algunos señalaban una de las lecciones que con cierta persistencia se hace presente en la historia de los Estados Unidos de América, el país sin nombre: las guerras, con frecuencia, se usaron para revertir la declinante popularidad de presidentes. En este caso, una circunstancia aún más compleja por inesperada, la pandemia, amputó la posibilidad bélica en territorio externo. ¿La covid-19 dejó sin libreto a Trump?
Riorda- La era Trump fue, paradójicamente, una era que en término de intervenciones militares no fue significativa pero sí fue muy significativa en empezar a romper la multilateralidad de la cual Estados Unidos es y era parte con mayor intensidad antes del gobierno de Trump. Comenzó una serie de tensiones en formato diplomático-comercial, particularmente con China pero no sólo con China. Y esto daba rédito interno en tanto y en cuanto la economía funcionaba, pero claramente la pandemia rompió ese modelo de pensamiento endogámico dirigido al norteamericano promedio que, parcialmente en algún momento, se vio beneficiado. Luego, el cambio de libreto que trajo la pandemia, con una enorme cantidad de muertes, con excesos en su estilo discursivo, hizo que Trump empezará a declinar severamente, incluso en términos comparativos de lo que su potencialidad inicial daba a entender que sería un gobierno con niveles de apoyo bastante importantes y considerables como para, por lo menos hasta mitad de su mandato, iniciar un proceso de reelección.
-¿Acaso la represión y la asfixia a las minorías, especial pero no exclusivamente hacia la comunidad afro, es la guerra que Trump no pudo tener en el plano internacional y con la cual busca concentrar a un sector del electorado?
Riorda- Creo que de una u otra manera la radicalización de los seguidores de Trump, particularmente los sectores negacionistas, los sectores radicales que de alguna manera representan lo peor, como el Ku Klux Klan en su momento, sumado a su hostigamiento total a las distintas minorías étnicas de Estados Unidos, derivó en una especie de cóctel explosivo u olla a presión que con el Black lives Matter tomó cuerpo. Esto generó claramente una pérdida de poder o de su autoridad, especialmente en la imposibilidad de frenar las crisis de confrontación. Claramente su autoridad, muy explosiva desde el punto de vista discursivo, no fue consecuente en el orden represivo, que se vio absolutamente sobrepasado en la gran cantidad de Estados en donde la comunidad negra, especialmente, pero con mucho apoyo de una clase media de las costas, minó ese poder y particularmente esa fortaleza presidencial que casi siempre emanaba.
- Quienes hayan visto la serie House of cards, no necesariamente todas sus temporadas, ya que alcanza con mirar algunos capítulos para entender la dialéctica del poder y las categorías con que algunos políticos se proyectan, pueden darse una idea acerca del peso decisivo que tiene el impacto en sí, lo que repercute, ese giro que todos esperan aunque nadie cree factible. ¿Es posible dudar y pensar que el “positivo” de Trump está inscripto en esa narrativa donde todo es posible si mantiene el candidato a flote?
Riorda- Algunos imaginan que la palabra del siglo es crisis, por su escalabilidad y por la multiplicidad de fenómenos que de ella se deriva. Sin embargo me da la sensación que la expresión con la cual se miran las crisis es “qué increíble”. Y por lo tanto daba la sensación que Trump apelaba a lo increíble, a desafiar los límites de lo imaginable. En ese sentido, la pérdida de poder simbólico y real frente a muchísimos hechos, particularmente las movilizaciones, la imposibilidad de la mejora de la economía, su condena internacional en general y la imposibilidad de gestionar adecuadamente con una cantidad de víctimas impactantes en su propio país, hizo que su imagen y comunicación, que en algún momento era una especie de divertimento social, pasase a ser considerado claramente como un acto de irracionalidad, de locura para muchos.
Gran parte de las líneas editoriales de los principales medios de comunicación en Estados Unidos empezaron a observar su liderazgo desde una perspectiva de corte psiquiátrico, cuestionando seriamente sus criterios de racionalidad para poder gobernar.
- A 60 años del primer debate presidencial transmitido por TV, entre Nixon y Kennedy, bisagra en el uso de la tecnología y su impacto en las facetas más prácticas de la vida, como la política y las preferencias, ¿Qué puede quedar hoy de sustancia en un debate repleto de protocolos y asesores, donde cada idea que se vuelca fue repensada y contó con todo el tiempo para ser transformada en una frase efectiva, emocional, en slogan? ¿Quizá lo más significativo en estos encuentros sea lo que no se dice?
Riorda- Hace mucho tiempo que vengo escribiendo sobre los debates, sea en libros, sea en periódicos. Particularmente nunca desacredito el rol de los debates -que es importante en democracia- pero jamás los mitifico. De hecho, en algunos estudios presentados en el 2019, de lo que se podría considerarse la simplificación del discurso, el tipo discursivo de los debates televisados ha ido hacia la simplificación y menor sofisticación argumental. Son un espacio discursivo donde la forma prima por sobre el contenido, donde la estética se potencia, donde se aporta muy poca capacidad argumental, mucho menos un ejercicio de políticas públicas por venir. Donde el latiguillo discursivo y el hecho anecdótico es lo que prima. Y donde se va con libretos preestablecidos que literalmente, en términos de lo que aportan informativamente, nada tiene de novedad respecto a lo que ya se debate en ese momento. Incluso respecto a la simplicidad que la propia publicidad política suele expresar.
- La pandemia trajo como novedad la ausencia de liderazgo por parte de los EE.UU, un vacío que no se registró en crisis de esta escala. Con el avance constante de China en el orden mundial, compitiendo en ámbitos de política exterior, industrias e ideas ¿Cómo se acomodará el tablero mundial ante un cambio de partido en la Casa Blanca?
Riorda- Nadie sabe cómo puede ser el reacomodo mundial. Sin embargo, está claro que hay algunas certezas. Una, que China empieza a ocupar un lugar preponderante, de ascenso constante desde hace ya dos décadas. En segundo término, la guerra comercial ha generado un polo multipoder donde claramente Norteamérica ha perdido muchísimo, incluyendo credibilidad. En tercer lugar, la multilateralidad está amenazada.
Hoy se pronostica una multilateralidad de corte técnico con mucho menos peso específico de la multilateralidad política. Esto último seguramente generará una discursividad internacional mucho más atomizada, con menor cantidad de consensos regionales e internacionales en términos de acuerdos, como anteriormente eran los acuerdos armamentísticos, climáticos y otros de gran escala.
- ¿Es posible pensar que el mito de “América first” genere en algunos electores la determinación de votar por opciones conservadoras, aún al precio de no verse identificados en absoluto con Donald Trump?
Riorda- El mito de “América first” no logró instalarse. Más allá de que posibilitó la victoria de Donald Trump, no llegó a reafirmarse porque el mito de Trump no era tan sólo América primero sino volver a una América grande. En última instancia significaba recrear la época de Ronald Reagan. Claramente eso no ha funcionado, mucho más si se tiene en cuenta que, efectivamente, tras la elección Donald Trump termine derrotado. El resultado todavía es una incógnita pero creo que, si eso sucediese, esa idea de América first va a empezar a erosionarse y particularmente con un peso relativo cada vez mayor de las minorías que forman parte de un electorado, yo diría, muy significativo para explicar los resultados de estas elecciones en los Estados Unidos.
*Mario Riorda es académico, docente, politólogo e investigador. Se desempeña como asesor y consultor comunicacional político, orientando estrategias electorales. Además, es Presidente de ALICE (Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales) y dirige la Maestría en Comunicación Política en la Universidad Austral