Geoformas, planicies y llanuras abisales, montes submarinos y sedimentos con megafauna marina son parte de las detalladas descripciones en las que nos podemos “sumergir” (nunca más apropiado el verbo) siguiendo un trabajo científico que se esmera en describir especies de animalitos que, en la jerga cotidiana, llamaríamos (si tan mediterráneos como somos en Córdoba los tuviésemos a mano) erizos de mar, pepinos de mar, estrellas frágiles, estrellas de mar, arañas de mar o directamente gusanos y medusas.

Una reciente publicación científica nos cuenta que esto es lo que encontró la expedición “Deep CCZ” después de inspeccionar tres áreas oceánicas en la Zona Clarion-Clipperton (CCZ) del Pacífico central, apuntando tanto al fondo marino abisal como a los montes submarinos para tomar muestras de los diferentes componentes de la megafauna.  

Mapa de las áreas de estudio en la Zona Clarion-Clipperton (CCZ). Los recuadros representan las ubicaciones de las áreas de licencia de exploración para nódulos polimetálicos, así como las áreas protegidas (APEI). Mapa: Autoridad Internacional de los Fondos Marinos.

Aclaremos, según Wikipedia, se denomina zona abisal a uno de los niveles en los que está dividido el océano según su profundidad. Corresponde al espacio oceánico entre 4000 y 6000 metros de profundidad. Es una zona oscura donde la luz solar no llega.
Esta zona morfológica de la geografía del fondo marino ocupa más del 70 % del área total de los océanos. Y, por su profundidad, es que se conoce tan poco, de la zona y de los “animalitos” que allí viven.

Entrevistado por el periódico The Guardian, el Dr. Adrian Glover, director del grupo de investigación de aguas profundas del Museo de Historia Natural de Londres, pone el contexto de la significación de este trabajo: “Sabemos que los animales de tamaño milimétrico llamados macrofauna son extremadamente biodiversos en el abismo. Sin embargo, nunca hemos tenido mucha información sobre los animales más grandes, los que llamamos megafauna, ya que se han recolectado muy pocas muestras. Este estudio es el primero en sugerir que la diversidad también puede ser muy alta en estos grupos”.

Megafauna probablemente nos refiera a “Mega” animales, pero no confudamos, hablamos de milímetros y centímetros para estos ejemplares, como puede apreciarse en las fotos si se toma la precaución de mirar las “barras de escala” presentes en todas.

Psychropotes verrucicaudatus Xiao, Gong, Kou, Li, 2019. A Y B) imágenes in situ; D) vista ventral; F) detalle de verrugas y osículos en la pared dorsal del cuerpo; G) tentáculos bucales. Barras de escala: 5 cm (B); 2 cm (D). Atribución de imagen: Durden y Smith (A, B); Wiklund, Durden, Drennan y McQuaid (D); Bribiesca-Contreras (F y G)

De los 55 ejemplares recuperados, 48 eran de especies diferentes y 39 de especies potencialmente desconocidas hasta ahora. Es claro, decidir si se trata de una especie conocida o no, es una tarea muy compleja, que incluye no solo las descripciones de lo que puede verse si no, fundamentalmente, la secuenciación de ADN y su inclusión en un mega catálogo mundial.

Pero además, la tarea se pudo llevar a cabo merced a la impresionante combinación de nuevas tecnologías: desde láser para los enfoques, cámaras de extremada resolución, hasta brazos robóticos de captura o succión y, por supuesto, un vehículo de operación remota: es que son pocas las cosas que pueden sumergirse en una franja entre los 3000 y 5200 metros, donde se recolectaron los “bichitos”.

Psychropotes disscrita (Clark, 1920). Una "ardilla marina" y el brazo del robot recolector. A y B) imágenes in situ; C) vista lateral y D) vista ventral. Barras de escala: 5 cm (A, B); 2 cm (C, D). Atribución de imagen: Durden y Smith (A, B); Wiklund, Durden, Drennan y McQuaid (C, D).

Citamos textual una parte del trabajo: “Más de la mitad de las especies, 26, eran habitantes de sedimentos encontrados tanto en montañas submarinas como en llanuras abisales, en su mayoría representando megafauna móvil, como erizos de mar, pepinos de mar, estrellas frágiles, estrellas de mar, un gusano poliqueto y una medusa observada rozando el fondo marino, y una sola especie sésil de copa de coral”. 
Un mundo desconocido a pesar de que la CCZ fue explorada por primera vez en 1875 por el HMS Challenger.

El peso ($) del interés

La Zona Clarion-Clipperton (CCZ) en el Pacífico abisal central no parece estar siendo visitada por modernos Jacques Cousteau, el intrépido responsable de la divulgación de los misterios marinos.

Nada altruista en esta historia: la zona se ha vuelto de gran interés para la extracción de minerales de aguas profundas. Esta gran área de fondo marino abisal, de aproximadamente 6 millones de kilómetros cuadrados (más de dos Argentinas continentales), tiene las mayores concentraciones de una gran fuente de metales comercialmente valiosos como el níquel, el cobre y el cobalto.

O tal vez sí. Dado los desastrosos resultados de la minería terrestre, previsibles dada la completa falta de estudios ambientales de muchos complejos mineros, daría la impresión de que los impactos de las actividades mineras en los ecosistemas de aguas profundas son aún motivo de preocupación. 

Hasta la fecha, la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA), que rige la minería de los fondos marinos en esta área, ha otorgado 17 contratos de exploración para permitir estudios de referencia y evaluación de recursos (pero no minería comercial) en la CCZ, y ha adoptado un plan de gestión ambiental que establece 13 zonas actualmente prohibidas de explotación. 

Por ahora, estudios, en el futuro veremos, sería el resumen. En cualquier caso, probadas las reservas minerales, es difícil suponer que no habrá explotación del fondo marino.