¿Cuánto falta para que haya una vacuna contra el Coronavirus?
Al menos 35 compañías compiten para lograr una vacuna eficaz, pero falta bastante.
Las más draconianas estrategias de contención apenas han frenado la extensión de la enfermedad respiratoria CoV-2. Con la Organización Mundial de la Salud declarando finalmente una pandemia, todos los ojos se han centrado en la posibilidad de una vacuna: sólo una vacuna puede evitar que las personas se enfermen.
Cerca de 35 compañías e instituciones académicas están compitiendo para crear dicha vacuna, al menos cuatro de las cuales ya tienen proyectos que han probado en animales. El primero de estos, producido por la firma de biotecnología Moderna con sede en Boston, comenzará sus ensayos con personas en abril .
Esta velocidad sin precedentes se debe en gran parte a los primeros esfuerzos chinos para secuenciar el material genético de Sars-CoV-2, el virus que causa esta epidemia. China compartió esa secuencia a principios de enero, permitiendo a grupos de investigación de todo el mundo cultivar el virus y estudiar cómo invade las células humanas y enferma a las personas.
Pero existe otro motivo por el cual se avanza rápidamente y con chances de éxito hacia una vacuna. Aunque difícilmente alguien hubiera podido predecir que la siguiente enfermedad contagiosa que amenazaría al mundo sería causada por un coronavirus (generalmente se considera que la gripe representa el mayor riesgo de pandemia), los vacunólogos han cubierto sus apuestas trabajando en patógenos "prototipo". "La velocidad con la que hemos [producido estos proyectos] se basa en gran medida en la inversión para comprender cómo desarrollar vacunas para otros coronavirus", dice Richard Hatchett, CEO de la organización sin fines de lucro con sede en Oslo Coalición para la Preparación de Innovaciones para Epidemias (CEPI por sus siglas en inlgés), que lidera los esfuerzos para financiar y coordinar el desarrollo de la vacuna Covid-19.
Los coronavirus han causado otras dos epidemias recientes: el síndrome respiratorio agudo severo (Sars) en China en 2002-04 y el síndrome respiratorio de Medio Oriente (Mers), que comenzó en Arabia Saudita en 2012. En ambos casos, el trabajo comenzó con vacunas que luego fueron archivadas cuando se contuvieron los brotes.
Una compañía, Novavax, con sede en Maryland, ahora ha reutilizado esas vacunas para Sars-CoV-2, y dice que tiene varios candidatos listos para participar en ensayos en humanos en esta primavera boreal. Mientras tanto, Moderna se basó en trabajos anteriores sobre el virus Mers realizados en el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EE. UU., en Bethesda, Maryland.
Sars-CoV-2 comparte entre 80% y 90% de su material genético con el virus que causó Sars, de ahí su nombre. Ambos consisten en una tira de ácido ribonucleico (ARN) dentro de una cápsula de proteína esférica que está cubierta de espigas. Los picos se adhieren a los receptores en la superficie de las células que recubren el pulmón humano, el mismo tipo de receptor en ambos casos, lo que permite que el virus ingrese a la célula. Una vez dentro, parasita la maquinaria reproductiva de la célula para producir más copias de sí mismo, antes de salir de la célula nuevamente y matarla en el proceso.
Todas las vacunas funcionan según el mismo principio básico. Presentan parte o la totalidad del patógeno al sistema inmunitario humano, generalmente en forma de inyección y en una dosis baja, para impulsar al sistema a producir anticuerpos contra el patógeno. Los anticuerpos son un tipo de memoria inmune que, al haber sido provocada una vez, puede movilizarse rápidamente nuevamente si la persona está expuesta al virus en su forma natural. Por eso, la gran mayoría de las enfermedades contagiosas nos visitan una sola vez en la vida.
Tradicionalmente, la inmunización se ha logrado utilizando formas vivas y debilitadas del virus, o parte o la totalidad del virus una vez que ha sido inactivado por calor o con productos químicos. Estos métodos tienen inconvenientes. La forma viva puede seguir evolucionando en el huésped, por ejemplo, recapturando algo de su virulencia y enfermando al receptor, mientras que se requieren dosis más altas o repetidas del virus inactivado para lograr el grado de protección necesario.
Algunos de los proyectos de vacunas Covid-19 están utilizando estos enfoques probados, pero otros están utilizando tecnología más nueva. Una estrategia más reciente, la que Novavax está utilizando por ejemplo, es la construcción de una vacuna "recombinante".
En una aproximación simplificada al proceso, el mismo implica extraer el código genético de la proteína que forma el "pico" en la superficie de Sars-CoV-2, que es la parte del virus con mayor probabilidad de provocar una reacción inmune en humanos; se lo "pega" en el genoma de una bacteria o levadura y se fuerza a este nuevo organismo a producir grandes cantidades de la proteína. La vacuna entonces consiste en una dosis muy grande de una sola proteína del virus.
Otros enfoques, aún más nuevos, evitan la proteína y construyen vacunas a partir de la instrucción genética misma. Este es el caso de Moderna y otra compañía de Boston, CureVac, que están construyendo vacunas Covid-19 a partir de ARN mensajero.
La cartera original de Cepi de cuatro proyectos de vacuna Covid-19 financiados estaba fuertemente sesgada hacia estas tecnologías más innovadoras, y la semana pasada anunció el aporte de 4,4 millones de dólares en asociación con Novavax y con un proyecto de vacuna vectorizada de la Universidad de Oxford. "Nuestra experiencia con el desarrollo de vacunas es que no se puede anticipar dónde tropezaremos", dice Hatchett. Y la etapa en la que es más probable que tropiece cualquier enfoque es en los ensayos clínicos o humanos, que están a punto de comenzar en varios de estos proyectos.
Los ensayos clínicos, un requisito esencial para la aprobación regulatoria, generalmente tienen lugar en tres fases. La primera, que involucra a unas pocas docenas de voluntarios sanos, prueba la seguridad de la vacuna y controla los efectos adversos. La segunda, que involucra a varios cientos de personas, generalmente en una parte del mundo afectada por la enfermedad, analiza cuán efectiva es la vacuna, y la tercera hace lo mismo en varios miles de personas. Pero hay un alto nivel de desgaste a medida que las vacunas experimentales pasan por estas fases. "No todos los caballos que largan terminarán la carrera", dice Bruce Gellin, quien dirige el programa de inmunización global para la organización sin fines de lucro con sede en Washington DC, el Sabin Vaccine Institute, y está colaborando con Cepi en una vacuna Covid-19.
Los fracasos se deben a múltiples e impredecibles causas. O el producto resultante no es seguro, o es ineficaz, o ambos. Es esencial descartar las dudas, por eso no se pueden omitir ni apresurar los ensayos clínicos. La aprobación puede acelerarse si los reguladores han aprobado productos similares anteriormente. La vacuna anual contra la gripe, por ejemplo, es el producto de una línea de ensamblaje bien perfeccionada en la que sólo uno o unos pocos módulos deben actualizarse cada año. Por el contrario, Sars-CoV-2 es un patógeno novedoso en humanos, y muchas de las tecnologías que se utilizan para fabricar vacunas tampoco han sido probadas.
Hasta el presente ninguna vacuna elaborada con material genético, ARN o ADN, ha sido aprobada hasta la fecha, por ejemplo. Por lo tanto, los proyectos de la vacuna Covid-19 deben tratarse como vacunas nuevas y, como dice Gellin: "Si bien hay un impulso para hacer las cosas lo más rápido posible, es realmente importante no tomar atajos".
Un muy buen ejemplo de esto es una vacuna que se produjo en la década del 60 contra el virus sincitial respiratorio, un virus común que causa enfermedades respiratorias en los niños, conocido visitante de los inviernos argentinos. En ensayos clínicos, se descubrió que esta vacuna agravaba los síntomas en los bebés que luego contraían el virus. Se observó un efecto similar en animales que recibieron una vacuna experimental Sars temprana. Más tarde se modificó para eliminar ese problema, pero ahora que se ha reutilizado para Sars-CoV-2, deberá someterse a pruebas de seguridad especialmente estrictas para descartar el riesgo de una enfermedad mejorada.
Es por estas razones que llevar a un candidato a vacuna hasta la aprobación regulatoria generalmente lleva una década o más. Menuda sorpresa y confusión generó el presidente Trump cuando, en una reunión en la Casa Blanca el 2 de marzo, presionó para que una vacuna estuviera lista para Las elecciones estadounidenses en noviembre: un plazo imposible. "Como la mayoría de los especialista en vacunas, no creo que esta vacuna esté lista antes de los 18 meses", dice Annelies Wilder-Smith, profesora de enfermedades infecciosas emergentes en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres. Eso ya es extremadamente rápido, y supone que no se presentarán problemas.
Mientras tanto, hay otro problema potencial. Tan pronto como se apruebe una vacuna, será necesaria en grandes cantidades, y muchas de las organizaciones en la carrera de vacunas Covid-19 simplemente no tienen la capacidad de producción necesaria para abastecer demandas planetarias.
El desarrollo de vacunas ya es un asunto arriesgado, en términos comerciales, porque muy pocos proyectos llegan a la fase clínica. Las instalaciones de producción tienden a adaptarse a vacunas específicas, y no es comercialmente factible expandir la capacidad productiva cuando no se tiene certeza del éxito final. Cepi y organizaciones similares existen para asumir parte del riesgo, manteniendo a las empresas incentivadas para desarrollar vacunas muy necesarias.
Una vez que se haya aprobado una vacuna Covid-19, se presentarán otros desafíos. "Obtener una vacuna que se ha demostrado que es segura y efectiva en humanos requiere, en el mejor de los casos, aproximadamente un tercio de lo que se necesita para un programa de inmunización global", dice el experto en salud global Jonathan Quick de la Universidad de Duke en Carolina del Norte, autor de The End of Epidemics (2018). "La biología del virus y la tecnología de vacunas podrían ser los factores limitantes, pero la política y la economía tienen muchas más probabilidades de ser la barrera para la inmunización".
El problema es asegurarse de que la vacuna llegue a todos los que la necesitan. Este es un desafío incluso dentro de los países, y algunos han elaborado pautas. En el escenario de una pandemia de gripe, por ejemplo, el Reino Unido priorizaría la vacunación de los trabajadores de la salud y la asistencia social, junto con aquellos considerados de mayor riesgo médico, incluidos los niños y las mujeres embarazadas, con el objetivo general de mantener bajas las tasas de enfermedad y muerte. como sea posible. Pero en una pandemia, los países también compiten entre sí por medicamentos.
Debido a que las pandemias tienden a afectar más a los países que tienen los sistemas de salud más frágiles y con fondos insuficientes, existe un desequilibrio inherente entre la necesidad y el poder adquisitivo en lo que respecta a las vacunas. Durante la pandemia de gripe H1N1 2009, por ejemplo, los suministros de vacunas se agotaron por naciones que podían permitírselos, dejando a los más pobres sin stock.
También podría imaginarse un escenario en el que, por ejemplo, India, un importante proveedor de vacunas para el mundo en desarrollo, decida usar su producción de vacunas para proteger a su propia población de 1.300 millones de personas, antes de exportar ninguna.
Fuera de las pandemias, la OMS reúne a gobiernos, fundaciones caritativas y fabricantes de vacunas para acordar una estrategia de distribución global equitativa, y organizaciones como Gavi, la alianza de vacunas, han ideado mecanismos de financiación innovadores para recaudar dinero en los mercados para garantizar el suministro a países más pobres. Pero cada pandemia es diferente, y ningún país está sujeto a ningún acuerdo que proponga la OMS, lo que deja muchas incógnitas. Como Seth Berkley, CEO de Gavi, señala: "La pregunta es, ¿qué pasará en una situación en la que haya emergencias nacionales?"
Esto se está debatiendo, pero pasará un tiempo antes de que veamos cómo se desarrolla. La pandemia, dice Wilder-Smith, "probablemente habrá alcanzado su punto máximo y disminuido antes de que haya una vacuna disponible". Una vacuna aún podría salvar muchas vidas, especialmente si el virus se vuelve endémico o circula constantemente (como la gripe) y hay más brotes, posiblemente estacionales. Pero hasta entonces, nuestra mejor esperanza es contener la enfermedad lo más posible. Lo que nos devuelve a los requerimientos actuales: lávese las manos con frecuencia y cuidadosamente.